Cómo puede Boi Ruiz avalar la contratación de Carod Rovira por el Hospital Santa Tecla como asesor cultural, por 6.000 euros al mes, mientras 7.000 sanitarios se van a la calle en Cataluña?
Qué ex alto cargo del Ministerio echa pestes de Pajín y dice alegrarse de su salida?
Qué responsable de la fundación de un laboratorio está en la cuerda floja por el nulo impacto mediático de sus actuaciones?
Qué responsable de una organización médica no pisa su hospital, entre el enfado de sus compañeros y de la gerencia?
En qué organización médica el número uno y el número dos no se fían el uno del otro?
Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
Frente al letargo general en el que están sumidas la mayor parte de las autonomías en materia sanitaria, con consejeros más preocupados por tapar agujeros y salvar su puesto que en adoptar iniciativas novedosas para combatir la crisis, hay otras, desgraciadamente escasas, que llevan tiempo apostando por la innovación y por una excelencia real, no de boquilla, que empieza a producir sus frutos. El resultado es que entre las primeras y las segundas media ya un mundo de distancia. Frente a la aburrida y burocratizada sanidad extremeña de Mejuto, el abotargado modelo con quirófanos de quita y pon de Noeno en Aragón, las retóricas pseudoreformas que no conducen a nada de Bengoa en el País Vasco, y el desastre que causó en Cataluña el Tripartito, Madrid se afianza como el gran referente sanitario en España. Lasquetty recoge la cosecha que tanto él como Manuel Lamela y Juan José Güemes fueron sembrando trabajosamente en medio de los manidos ataques del sector más rancio del PSOE.
El mismo sector, por cierto, que repite insistentemente la letanía de la privatización mientras calla sumiso ante la degradación a la que el Ministerio del mismo partido está sometiendo el sistema, entre el desbarajuste económico del país.
Los datos del último examen de los Médicos Internos Residentes (MIR) no pueden ser más reveladores de este vuelco de tendencia, y de cómo comunidades antaño líderes quedan relegadas a un segundo plano mientras otras, como la de Madrid, emergen con poderío en medio de la mediocridad general. Ahí va una muestra: de los cien facultativos que mejor nota obtuvieron en el último examen, 49 se han decantado por especializarse en alguno de los hospitales que existen en la comunidad que hoy lidera sanitariamente Javier Fernández Lasquetty. El año pasado, con Madrid también a la cabeza, la cifra era de 40. De acuerdo con el listado, los centros hospitalarios preferidos por los mejores médicos españoles del futuro son el Doce de Octubre, el Gregorio Marañón, La Paz, el Clínico, el Ramón y Cajal, el nuevo Puerta de Hierro, Getafe y La Princesa. ¿No quedábamos en que la Consejería los había deteriorado con su continuo mal hacer, ilustres camaradas de Tomás Gómez? ¿Por qué los eligen entonces los facultativos para hacer la residencia? La segunda comunidad, en orden de preferencia, sigue siendo Cataluña, con 26 solicitudes, aunque a su consejero aún le queda un largo trecho para rescatarla de la mala gestión de la populachera Marina Geli y sus lugartenientes, con el permiso, eso sí, de Josep Carod Rovira, flamante asesor cultural del mini Hospital Santa Tecla, de Tarragona, por el módico sueldo de 6.000 euros al mes, por la gracia de CiU.
Y del resto, poco que hablar que no se dijera en años anteriores. El panorama es tan desolador como antes de las transferencias, y sólo Valencia, Andalucía en una cuantía ridícula para su extensión, y Galicia, de forma también pequeña, logran atraer algo al top cien de los residentes. Algo falla en la descentralizada España sanitaria cuando los futuros cerebros de la medicina no quieren saber nada de algunos territorios.
¿Qué ha hecho Madrid para cosechar este triunfo y arrasar en la elección por tercer año consecutivo? Configurar una Sanidad atractiva, que aúna centros punteros, universidades, una gestión moderna y un potente entorno investigador inteligentemente atraído para la causa. Hoy, Madrid es un polo de referencia, frente a un puñado de comunidades anquilosadas en discursos pretéritos.