El estrés es una respuesta natural del cuerpo a situaciones que se perciben como amenazantes o desafiantes. Esta respuesta se desencadena cuando se libera el cortisol, una hormona esteroidea, de las glándulas suprarrenales. Este tipo de situaciones son parte natural de la vida, sin embargo, los problemas surgen cuando el estrés se produce de forma habitual y se cronifica.

El cortisol también desempeña otras funciones clave en el organismo más allá de su papel como respuesta al estrés, ya que se encuentra presente en casi todos los tejidos del cuerpo. Esta hormona también regula el metabolismo de los carbohidratos, las proteínas y las grasas, ya que ayuda a mantener unos niveles adecuados de glucosa en sangre al estimular la glucogénesis y la glucogenólisis. Por otro lado, el cortisol sigue el ritmo circadiano, con niveles más altos por la mañana para ayudar a despertar y niveles más bajos por la noche para promover el sueño, con lo cual ayuda a regular el ciclo sueño-vigilia. Estas son solo algunas de sus funciones reguladoras, pero hay muchas más como la inflamatoria y la inmunitaria.

Sin embargo, su ‘fama’ se debe principalmente a su capacidad para ayudar al cuerpo a enfrentar situaciones percibidas como amenazantes. “La relación es directa y tiene origen en nuestros antepasados en la cadena evolutiva. Ante una situación de miedo, estrés, amenaza, etc., las suprarrenales producen y liberan más cortisol de forma que se prepare el organismo para responder a esta amenaza, principalmente disponiendo a nivel metabólico de glucosa que es la principal fuente de energía”, explica Ángel Nieto Sánchez, especialista en Medicina Interna del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.

Exceso o carencia de cortisol

Existen varias enfermedades que producen una desregulación del cortisol, generalmente aquellas que afectan al eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal.

Tal y como explica el especialista, “el cortisol incrementa los procesos metabólicos a todos los niveles y afecta a todos los sistemas del cuerpo humano. Unos niveles mantenidos altos de cortisol suponen un hiperfuncionamiento de sistemas que deberían estar en calma”.

La enfermedad de Addison o insuficiencia suprarrenal, es una patología poco habitual que se desarrolla cuando el organismo no produce la suficiente cantidad de hormonas determinadas. En este caso, las glándulas suprarrenales producen muy poco cortisol y, a menudo, una cantidad muy baja de aldosterona.

Por otro lado, el exceso de cortisol está relacionado con síntomas del síndrome de Cushing. Puede desarrollarse como un tumor en la hipófisis o en las glándulas suprarrenales y, en menor medida, en otros órganos. En ocasiones, se lleva a cabo la resección del tumor benigno que provoca la secreción alta de cortisol y, en el caso del carcinoma suprarrenal u otros tumores fuera de la hipófisis o la suprarrenal, a veces, se requieren otros tratamientos complementarios.

No obstante, un exceso de cortisol no siempre está relacionado con enfermedades graves, pero si presenta una serie de consecuencias a nivel físico y mental. En general, los efectos más habituales son un aumento de la irritabilidad y la sensación de tristeza, desequilibrios del azúcar en sangre, una disminución de la densidad ósea y el tejido muscular, presión arterial más elevada, falta de concentración y fallos de memoria, aumento de peso, falta de defensas en el organismo y desequilibrio hormonal.

Impacto en el organismo

Al ser una hormona que está presente en todos los sistemas del cuerpo cualquier alteración de ésta tiene impacto en la salud. Nieto afirma que “el cortisol es un ‘inmunosupresor’. Reduce la inflamación, que es uno de los mecanismos de defensa ante ataques externos, y reduce la respuesta de las defensas ante estos. Por tanto, podemos afirmar que los niveles de cortisol elevados en situación de estrés crónico, producen una disminución de la eficiencia de las defensas e incrementan la susceptibilidad ante enfermedades”.

No obstante, no hay una forma determinada de establecer en qué grado va a afectar a la salud, ya que existen muchas variaciones interindividuales.

“Como reacción ante la amenaza el cortisol incrementa los niveles de glucosa, y puede producir un aumento de la presión arterial como taquicardia. Esto hace que personas particularmente susceptibles puedan tener problemas desde el punto de vista cardiovascular”, explica el especialista, que también añade que “el sistema digestivo no es un sistema imprescindible en la respuesta al estrés. Por tanto, va a ver reducida su función al derivarse los recursos energéticos hacia otros sistemas como el cardiovascular. Hay descritas disfunciones como digestión lenta, malabsorción de nutrientes y disfunción de la microbiota que pueden traducirse en molestias, alteración del ritmo intestinal, etc.”.

Estrés crónico

La respuesta al estrés se produce mediante señales nerviosas que incitan a las glándulas suprarrenales a liberar una oleada de hormonas como el cortisol o la adrenalina. En el caso del cortisol, este hace que aumente la glucosa en el cerebro y la disponibilidad de las sustancias del organismo que se encargan de reparar tejidos. El cortisol también disminuye las funciones que se consideran ‘no esenciales’ o, incluso, que podrían ser perjudiciales en caso de huida o lucha. Asimismo, altera las respuestas del sistema inmunitario y suprime las funciones del sistema digestivo, reproductivo y los procesos de crecimiento, este complejo sistema de alerta natural también establece comunicación con las áreas cerebrales responsables del estado de ánimo, la motivación y la gestión del miedo.

“El estrés agudo va a producir una liberación rápida de cortisol y luego todo torna a la normalidad. El cortisol ha hecho su función y posteriormente baja. Sin embargo, en el estrés crónico se mantienen niveles elevados de cortisol durante un tiempo prolongado con los efectos que hemos descrito”, señala Nieto.  

Las situaciones estresantes son habituales, sin embargo, cuando el estrés se cronifica también lo hacen los niveles elevados de cortisol. Se trata de una relación bidireccional: el estrés desencadena la liberación de cortisol, y el cortisol, a su vez, puede afectar la forma en que una persona percibe y responde al estrés. Unos niveles crónicamente elevados de cortisol debido al estrés prolongado pueden tener efectos negativos en la salud, incluyendo problemas como trastornos del sueño, aumento de peso, depresión, ansiedad, presión arterial alta y supresión del sistema inmunológico, entre otros.

Gestión del estrés

Es importante gestionar el estrés de manera efectiva para mantener niveles saludables de cortisol y promover el bienestar general. Sin embargo, “los niveles de cortisol no son modificables de forma voluntaria. Habría que actuar sobre la causa del estrés crónico. Reduciendo éste reduciremos los niveles de esta hormona”, apunta el especialista en Medicina Interna. “El estilo de vida es clave para reducir el estrés crónico. Vivimos en una sociedad de inmediatez, de respuesta rápida, de exigencia y todo eso genera mucho estrés. Algunas claves para reducir el estrés podrían ser realizar ejercicio regular, seguir una dieta saludable, descansar adecuadamente y evitar el tabaco, café y alcohol”, concluye.


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