Los pacientes con cáncer de pulmón, normalmente, conviven con muchos síntomas que tienen un impacto tanto físico como emocional. Por ello, dar con un tratamiento que no solo aumente la supervivencia, sino que también pueda proporcionar una mejor calidad de vida, es crucial.

Laura Mezquita, oncóloga médica del Hospital Clínic de Barcelona, apunta en una entrevista con GM que el cáncer de pulmón no microcítico es el tipo más frecuente (85 por ciento) y, dentro de él, los pacientes con ALK+ representan el cinco por ciento. “La alteración molecular se produce por la fusión de dos genes que no deberían estar juntos; esto provoca que se genere un nuevo gen, el gen quimera, que lleva a la codificación de la proteína ALK y desencadena una reacción no intracelular que conlleva la proliferación del tumor”, explica.

“Esto es muy importante porque esta fusión de ALK ha permitido el desarrollo de terapias dirigidas, los inhibidores de ALK o inhibidores de la tirosina quinasa, que son capaces de bloquear esa proteína y, por tanto, la proliferación celular”, expone la oncóloga.

Así, la llegada de los inhibidores de ALK han supuesto una revolución en el tratamiento de CPNM ALK+. “Hasta ahora, se han desarrollado cuatro generaciones de inhibidores de ALK diferentes y se ha demostrado que son mejores que la quimioterapia”, asegura Mezquita. Por ello, se utilizan al inicio de la enfermedad. “Estos fármacos han demostrado supervivencias de años y con muy buena calidad de vida en comparación con la quimioterapia”, agrega la oncóloga.

Tolerancia y eficacia

Los inhibidores de ALK suelen ser tratamientos orales. “Son pastillas que el paciente toma durante mucho tiempo. Por eso, es muy importante la calidad de vida”, apunta Mezquita, quien agrega que, en general, los tratamientos con estos inhibidores “se toleran mejor que la quimioterapia”.

Otra de las ventajas que consiguieron estos inhibidores de ALK frente a la quimioterapia, tal y como relata la oncóloga, es que “traspasan la barrera hematoencefálica, una barrera natural que tenemos en el cuerpo para que no lleguen los medicamentos a la cabeza”. “Esa barrera natural es un inconveniente para muchos fármacos de quimioterapia, porque como si el fármaco no llega a nivel cerebral, no lo protege ni obtiene respuesta”, asevera.

Así, supone un gran beneficio para estos pacientes, que tienen un perfil clínico diferente: “Son población no fumadora y más jóvenes -menores de 50 años- con respecto a los pacientes más habituales de cáncer de pulmón que sí han sido fumadores. El cáncer de pulmón ALK+ se diagnostica generalmente en fases avanzadas, presentándose en el 30 por ciento de los casos metástasis cerebrales”, expone Mezquita.

De este modo, se utilizan los inhibidores desde el inicio de la enfermedad y se intenta retrasar el uso de la radioterapia, por las secuelas. “Son gente muy joven y largos supervivientes y a veces la radioterapia puede tener secuelas a largo plazo”, indica.

Interpretar la calidad de vida

Los pacientes experimentan múltiples síntomas. El que más impacta es la astenia o cansancio, aunque es algo que ha cambiado con los inhibidores de ALK. “Ese cansancio era muy asociado a la quimioterapia y a la enfermedad, pero en cuanto reciben el tratamiento empiezan a mejorar”, señala Mezquita.

De hecho, Mezquita apunta a diversos estudios que hacen una “evaluación longitudinal de la calidad de vida” con estos inhibidores. “Comparado con el tratamiento estándar de quimioterapia o con los inhibidores de primera generación, han demostrado que no solo mejoran el control de síntomas, que es un signo de calidad de vida, sino que mejoran también el tiempo de deterioro de los pacientes. Además, la eficiencia es prolongada y va más allá del año”, señala.

La oncóloga también menciona otros efectos, como pérdida de peso, náuseas, tos, dolor o cambios de estado de ánimo. Pero la calidad de vida es difícil de interpretar y el profesional tiene la tarea de ir entendiendo qué es el dolor para cada paciente.

“Los oncólogos utilizamos escalas para demostrar en los ensayos clínicos que la calidad de vida es mejor en el paciente que está tomando el inhibidor de ALK frente a otras cosas”, afirma Mezquita. En este contexto, destaca la escala ‘patient-reported outcome’ (PRO), que, además de tener en cuenta la carga de enfermedad, tiene en cuenta la tolerabilidad. “Se utilizan para ver cómo toleran los tratamientos los pacientes y cuál es la calidad de vida. De hecho, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) recomienda que se incluyan estos indicadores como uno de los objetivos a demostrar en el estudio”, concluye.


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