Gaceta Médica Madrid | martes, 05 de mayo de 2015 h |

A principios de los años 80, a las cuatro bases “clásicas” del ADN (adenina, citosina, guanina y timina) se añadió a una quinta, la metil-citosina (mC), derivada de la citosina. Ya a finales de los 90, se reconoció la mC como la principal responsable de los mecanismos epigenéticos: es capaz de apagar o activar los genes en función de las necesidades fisiológicas de cada tejido. En los últimos años, el interés por de esta quinta base del ADN ha ido en aumento al demostrarse que las alteraciones en la metil-citosina contribuyen al desarrollo de muchas enfermedades humanas, entre ellas el cáncer.

Ahora, un artículo publicado en Cell por Manel Esteller, Director del Programa de Epigenética y Biología del Cáncer del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Bellvitge (Idibell), Investigador Icrea y profesor de Genética de la Universidad de Barcelona, comenta la posible existencia de una sexta base del ADN, la metil-adenina (mA), que también contribuiría a determinar el epigenoma y por tanto sería clave en la vida de las células. “Se sabía desde hace años que las bacterias, organismos vivos evolutivamente muy alejados de nosotros, tenían mA en su genoma con una función protectora frente a la inserción de material genético de otros organismos. Pero se creía que este era un fenómeno de células primitivas y que era muy estático, como una armadura fija que las protegía” describe Esteller.

“Sin embargo, en esta edición de Cell tres artículos sugieren que células más complejas, llamadas eucariotas como las del cuerpo humano, presentarían también esta sexta base del ADN. Concretamente los estudios apuntan a que algas, gusanos y moscas poseerían mA y que actuaría para regular la expresión de determinados genes, constituyendo por tanto una nueva marca epigenética. Estos trabajos han sido posibles gracias al desarrollo de métodos de análisis de elevada sensibilidad debido a que los niveles de mA en los genomas descritos son bajos. Además parece ser que mA tendría un papel específico en las células madre y en etapas tempranas del desarrollo” explica el investigador.

“Ahora el reto que se nos plantea es confirmar estos datos y descubrir si los mamíferos, entre los que nos encontramos los humanos, también tenemos esta sexta base del ADN, y estudiar qué funciones realiza”, concluye.