Enfermedad grave e inmunosupresión: la hora de la prevención

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El paciente inmunocomprometido requiere de una aproximación individual en la prevención de infecciones oportunistas. No sirven las vacunaciones generales de infecciones comunes, porque cada paciente responde de forma particular a riesgos distintos. Además, cada paciente tiene una historia previa de vacunación que puede variar en administración, tipo de vacuna, antígenos o dosis, y eso debe evaluarse. La cuestión es que el trabajo multidisciplinar resulta una opción ineludible entre el clínico especialista y el servicio de medicina preventiva del hospital.

Así se ha puesto de manifiesto en las II Jornadas de inmunización en el paciente inmunocomprometido. Fernando Fariñas, director del Instituto de Inmunología Clínica y Enfermedades Infecciosas de la Fundación Jimenez Diaz explica que no sólo es necesario individualizar la prevención en pacientes inmunodeprimidos, sino que hay que adaptarse a los nuevos avances en inmunología, que no son pocos.

El coste de curar

Muchas enfermedades que afectan a la población adulta e inmunocomprometida son muy costosas, como indicó durante el encuentro Ángel Gil, catedrático de medicina preventiva y salud pública. Muchos tratamientos eficaces en patologías oncohematológicas o neurológicas requieren de una atención en personas y recursos altos de nuestro sistema público de salud.

Las instalaciones más punteras, los especialistas mejor formados, investigadores clínicos, personal auxiliar y la administración de tratamientos innovadores son la explicación de que muchos pacientes consigan sobrevivir a una enfermedad grave. No sólo es el esfuerzo humano de los sanitarios, sino la inversión económica para conseguir el éxito terapéutico.

Por eso resulta frustrante que una infección prevenible por neumococo, RSV, SARS-CoV-2, gripe o aspergillus, entre otras, pueda dar al traste con el éxito en el tratamiento de una enfermedad grave, comprometiendo la vida del paciente. No nos podemos permitir que infecciones prevenibles afecten a pacientes inmunodeprimidos, no sin una personalización adecuada. Por eso, es preciso relanzar y reforzar el papel de la medicina preventiva en los hospitales, fomentando la colaboración multidisciplinar.

Casos clínicos

A través de casos clínicos, especialistas neurólogos y oncohematólogos han detallado en las II Jornadas de inmunización mencionadas cómo hacer frente a distintos casos.

Un paciente diagnosticado de cáncer de próstata, varón de 62 años, en una primera visita en medicina preventiva requiere que se exploren los antecedentes, vacunas previas, serología, analítica, revisar recomendaciones y definir la estrategia de vacunación.

Las vacunas recomendadas en este caso fueron: Gripe (campaña anual), COVID19 (dosis de recuerdo), Neumococo, Herpes Zoster, Hepatitis B y Tétanos-Difteria-Tosferina. Además, se recomienda que el momento ideal de vacunación sea en la misma visita, cuando sea posible. También es el momento para incluir recomendaciones de vacunación de convivientes con el paciente. Las dosis y los tiempos de administración varían en las distintas vacunas, como también los serotipos o la eficacia en el tiempo; todo debe ser tenido en cuenta.

Nuevas vacunas

La inmunosenescencia comienza a debilitar nuestras defensas inmunológicas a partir de los 60 años. Lo que es recomendable para una vida saludable en personas sanas es irrenunciable para enfermos crónicos. Ángel Gil aclara que, más allá de un calendario de vacunación para toda la vida, es preciso una estrategia de vacunación distinta más allá de los 65 años.

Pero la innovación no sólo trae más opciones sino características, coberturas y tecnologías distintas que compañías como GSK, Novavax, Seqirus, Pfizer, AstraZeneca, Sanofi, MSD y Moderna están trayendo.

El pipeline de nuevas vacunas incluye nuevas tecnologías, vacunas combinadas, vacunas terapéuticas, anticuerpos monoclonales, vacunas para poblaciones de continentes en vías de desarrollo entre otras. La innovación nos ofrece una mejor protección y asegura la salud de enfermos crónicos, sus convivientes y de personas sanas. Pero la complejidad exige cada vez un mayor rol de la medicina preventiva y de la necesidad de colaborar entre especialistas para personalizar, cuando sea preciso, la mejor estrategia de vacunación en el paciente.