La medicina preventiva es la especialidad médica que se encarga de la prevención de las enfermedades. Tradicionalmente, ha jugado en papel clave en la individualización e inmunización de los pacientes vulnerables. El valor de los servicios de esta especialidad de la medicina en la vacunación del paciente inmunodeprimido ha sido una las cuestiones que los especialistas participantes en las II Jornadas de Inmunización del paciente Inmunocomprometido, organizadas por el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid, han puesto sobre la mesa.
“Los médicos especialistas en medicina preventiva tienen y han tenido una excelente formación en cuanto a vacunas y otras terapias de inmunización pasiva, como plasma de pacientes convalecientes, inmunoglobulinas específicas y por supuesto anticuerpos monoclonales. Pero el cambio en los últimos años ha sido exponencial con respecto a lo previo”, explica a Gaceta Médica Helena Moza Moríñigo, responsable de la Unidad de Inmunización del Servicio de Medicina Preventiva de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, y ponente en una de la mesa de debate bajo el título ‘Presentación documento Timming de optimización de inmunización en pacientes con inmunocompromiso’.
Las terapias y tratamientos para pacientes con enfermedades inflamatorias de cualquier tipo han evolucionado mucho en los últimos años. Pero también ha sucedido lo mismo con las patologías y desregulaciones del sistema inmune y los tratamientos para los pacientes oncohematológicos y sus fármacos, ya que prolongan la supervivencia y calidad de vida de pacientes vulnerables. “En muchos casos, los tratamientos dejan expuestos a los pacientes a ciertas enfermedades transmisibles. Entonces, en caso de disponer de preparados que puedan prevenir la infección es un deber médico y sanitario ofrecer al paciente esta terapia preventiva en el mejor momento”, afirma.
“Cuando nos enfrentamos a pacientes politratados y complejos, con un sistema inmune agotado y en algunos casos exhausto, es importante no solo que se le administre una vacuna o terapia preventiva adecuada, sino también garantizar que se haga en el momento óptimo para obtener una buena respuesta inmunitaria. En caso de no existir este momento, utilizamos la inmunización pasiva o profilaxis antibiótica que tengamos disponible”, matiza Moza. Respecto al rol del especialista en medicina preventiva, Moza considera que “este debe evolucionar para acompañar al clínico en el proceso, liderando, conociendo las dianas farmacológicas y los riesgos infecciosos que estos nuevos fármacos puedan suponer”. A su vez, incide en la importancia de poner al paciente en el centro y de tener la capacidad, a través de las pruebas diagnósticas disponibles, de decidir cómo optimizar la inmunización de estos pacientes.
Diversidad en el paciente inmunocomprometido
Los 60 años constituyen la edad en la que el sistema inmunológico comienza a estar más debilitado. Diez años más tarde (a partir de los 70), diversos estudios constatan que el 75 por ciento de la población padecen más de dos enfermedades crónicas asociadas. La pirámide de población actual muestra que un 20 por ciento de la población tiene más de 60 años. Sin embargo, en los próximos años esa cifra ascenderá al 30 por ciento. “La diversidad de pacientes inmunocomprometidos es infinita. Lo cierto es que conocer los diferentes grados de inmunocompromiso y los diferentes riesgos debería formar parte del conocimiento del médico encargado de su protección y prevención”, dice Moza.
La experta considera necesario que exista una subespecialización y formación adicional en inmunología e inmunosupresión dentro de la especialidad de medicina preventiva, que actualmente no existe en la actualidad. “Para poder ofrecer a un paciente la mejor opción preventiva es necesario saber interpretar pruebas diagnósticas inmunológicas a través de una formación en Inmunoinfectología y Vacunología específica. La evolución de este conocimiento ha sido rápida, por lo que requiere una actualización continua, y quien se dedique a esto, debe tener una dedicación casi exclusiva”, añade.
Para finalizar, Moza cree que la inmunización debe enfocarse desde dos puntos de vista. En primer lugar, desde la inmunización poblacional a través de campañas y calendarios vacunales establecidos; y, en segundo lugar, desde el punto de vista de la población vulnerable, esta debe enfocarse de una manera individualizada. “La inmunización individualizada debe valerse de las pruebas diagnósticas y decisorias pertinentes y de las vacunas y preparados de inmunización pasiva”, concluye.