En las últimas semanas, se ha certificado un notable incremento en los casos de eritema infeccioso, también conocido como “la enfermedad de la bofetada” o megaloeritema. Se trata de un brote que ha generado preocupación en varios países europeos, incluida España. Esta alerta se ha dado tras una notificación de Dinamarca en marzo, a la que se han sumado otros 14 países de la Unión Europea. 

El pediatra y coeditor de EnFamilia, la web para padres de la Asociación Española de Pediatría (AEP), Pedro Viaño, ha explicado, en declaraciones a Gaceta Médica, que el parvovirus B19, causante de este eritema infeccioso, “tiene una distribución estacional, con picos en finales de invierno, primavera y principios de verano”. Así, este año ha tenido lugar “uno de esos picos que se producen cada cuatro o diez años”. Según ha advertido, la infección es más común en niños preescolares, aunque también puede afectar a bebés, niños en edad escolar, adolescentes y adultos.

El eritema infeccioso se presenta con “síntomas inespecíficos como dolor de cabeza, mocos o malestar general”, según ha recordado la AEP. Se trata de síntomas que podrían darse acompañados de fiebre. Después, aparecería el exantema eritematoso que “se conoce también como la enfermedad de la bofetada por la rubefacción facial que produce, dando un aspecto de doble bofetada,” tal y como han aclarado. Así, evoluciona en tres fases, comenzando con rubefacción en ambas mejillas, seguido por su extensión a brazos, muslos y nalgas, respetando palmas y plantas.

Prevención y tratamiento

“El eritema infeccioso es generalmente una enfermedad benigna”, ha incidido Viaño. “Se diagnostica clínicamente y no requiere un tratamiento específico más allá de aliviar los síntomas como la fiebre o el dolor articular con paracetamol o ibuprofeno. Sin embargo, existen grupos de riesgo que requieren especial atención, como las personas inmunodeprimidas y las mujeres embarazadas”, ha abundado.

En cuanto a la prevención, la AEP ha destacado que “la enfermedad es contagiosa desde cinco días antes hasta la aparición del exantema, con un periodo de incubación de entre 4 y 28 días”. En la actualidad no existe una vacuna específica para el parvovirus B19. Así, las medidas preventivas se centran en mantener una buena higiene y evitar el contacto cercano con personas infectadas, especialmente en el caso de las embarazadas.

Riesgos y complicaciones

Viaño ha insistido en la necesidad de precaución en mujeres embarazadas, sobre todo en las primeras 20 semanas de gestación. “Contagiarse de parvovirus durante la gestación no es sinónimo de enfermedad fetal, pero existe un riesgo de transmisión que, aunque raro, puede ser grave”. Por este motivo, ha advertido que aquellas que trabajan en contacto habitual con niños —como en guarderías, colegios o profesionales sanitarios—, “deben comunicar su estado a su empresa para que se evalúe el riesgo y se adopten medidas preventivas”.

Las personas inmunodeprimidas también están en riesgo de complicaciones graves. “En estos casos, la infección por parvovirus puede cronificarse y derivar en una enfermedad hematológica más grave”, ha pormenorizado Viaño. “El virus puede suprimir la actividad de la médula ósea, afectando la producción de glóbulos rojos, blancos y plaquetas. Esto que puede llevar a condiciones como la aplasia o hipoplasia. Aunque esta supresión puede ocurrir también en personas sanas, generalmente es transitoria y benigna”, ha concluido.


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