A comienzos de siglo y, sobre todo, durante la década pasada, la aparición en la sombra de webs pro-ana y pro-mia, que hacían apología de la anorexia y la bulimia, entrañó un peligro potencial para la población adolescente. En este tipo de blogs, las jóvenes afectadas por trastornos de la conducta alimentaria (TCA) compartían sus experiencias y daban consejos para la pérdida de peso. Estos mensajes tóxicos para la salud de los menores no solo no han desaparecido, sino que se han mudado a TikTok, Instagram y otras redes sociales, con más difusión que en aquellos canales. “Los adolescentes son carne de cañón de las redes sociales y de la influencia que tienen estos nuevos sistemas de comunicación y los ‘influencers’”, explica Félix Notario, presidente de la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia (SEMA).

Estas plataformas son, a menudo, el refugio de contenidos erróneos y conductas peligrosas que, además, se amplifican por el poder viral de las redes sociales y la difusión que alcanzan los ‘influencers’ y otras personalidades de Internet. El pasado mes de noviembre, la conocida ‘influencer’ brasileña Luana Andrade murió tras someterse a una liposucción. Otra personalidad brasileña, Lygia Frazio, falleció por complicaciones derivadas de unos implantes de glúteos. El mundo del culturismo también ha lamentado recientemente una muerte prematura, la del ‘influencer’ y culturista Alfredo Martín, más conocido en redes sociales como Héroe Fitness y su alter ego Villano Fitness, quien hablaba sin tapujos de los efectos, así como de los posibles riesgos, del uso de anabolizantes.

Sin embargo, las consecuencias trágicas de aquellos comportamientos, cuando menos, poco recomendables, solo son la punta del iceberg de una colección de conductas que, por imitación o disconformidad, pueden ser dañinos para la salud física y metal de los menores. “Cualquiera puede salir a la palestra de las redes sociales y contar la última ocurrencia que ha tenido, o que esto es bueno y lo otro malo, pero sin ningún tipo de contraste científico; y eso es lo que nos da más miedo”, denuncia Notario, responsable también de la Unidad de Pediatría-Adolescencia de la Clínica HLA Nuestra Señora del Rosario (Albacete).

Un estudio liderado por el doctor José Francisco López-Gil, publicado en la revista International Journal of Mental Health and Addiction, apunta a que el 24,4 por ciento de los adolescentes de entre 12 y 15 años y el 50,2 por ciento de los de 16 y 17 siguen a ‘influencers’ que comparten imágenes de su dieta diaria y su rutina de ejercicio, “lo que puede llevar a sus seguidores a adoptar los mismos comportamientos”. Al respecto, según comenta el presidente de SEMA, “la sensación es que, en este momento, lo que llega a través de las redes tiene más desviación hacia lo malo que hacia lo bueno, al menos en cuanto a salud se refiere”.

Otra investigación, publicada en la revista ‘PLOS ONE’, puso el foco sobre TikTok y sus publicaciones populares relacionadas con la alimentación, la nutrición y el peso. El estudio analizó más de 1.000 vídeos y se encontró con que casi el 44 por ciento de ellos tenían contenido sobre la pérdida de peso, mientras que el 20,4 por ciento de todos los videos mostraban explícitamente la transformación corporal de una persona. Solo el hashtag de pérdida de peso tuvo casi 10 mil millones de visitas en el momento en que se recopilaron los videos. Pese a la enorme difusión de este tipo de contenido, la investigación indica que únicamente el 1,4 por ciento de los vídeos fueron creados por dietistas registrados.

Efecto ‘copycat’

El llamado efecto ‘copycat’, es decir, la imitación de las conductas de una personalidad que se tiene como referente, conduce a todo tipo de trastornos de la conducta alimentaria entre jóvenes que buscan las imágenes corporales que transmiten las redes. “Algunos estudios apuntan a que las redes sociales basadas en imágenes y en contenido audiovisual generan un impacto en el cerebro, por una parte, normalizador. Es decir, piensas que esos cuerpos son el patrón de la normalidad y genera, por otro, una disconformidad hacia tu propia corporalidad desde la comparación, especialmente en los adolescentes, que se comparan a menudo con iguales y no iguales”, señala la psiquiatra Beatriz Martínez Núñez, coordinadora del Hospital de Día Adolescente de la Unidad de TCA del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús.

Los seguidores ven en estas personalidades un modelo a seguir. Especialmente llamativo es el caso de Eugenia Cooney, una popular ‘influencer’ con más de 700.000 seguidores que pesa 27 kilos y muestra una apariencia de extrema delgadez. “Otra ‘influencer’, incluso, decía que ella vomitaba después de las comidas y no pasaba nada, con todas las complicaciones médicas que puede tener inducirse el vómito”, señala Martínez. Además, enumera otras problemáticas como la difusión de contenidos de recuperación a través de ‘hashtags’ que, en realidad, no son tal. “Hay pacientes que comparten experiencias que pueden llegar a ser positivas para otros en proceso de recuperación, pero en otros muchos casos se trata de personas haciendo apología de los TCA, a veces incluso también con cierto sensacionalismo”, explica la psiquiatra.

“Se está desvirtuando la labor del propio clínico y la confianza que se tiene hacia los profesionales sanitarios”

Ignacio Civeira, del Hospital Gregorio Marañón

Este tipo de mensajes sin la correcta supervisión médica o tratamiento psicológico y, en ocasiones, desde el autodiagnóstico de quienes los difunden, sobre todo en cuanto a falsos trastornos mentales, pueden conducir a un retraso en la atención médica de los adolescentes que consumen este tipo de contenidos. “Vemos constantemente testimonios de lo que es enfermedad y lo que no es enfermedad. Por el contrario, se está desvirtuando la labor del propio clínico y la confianza que se tiene hacia los profesionales sanitarios”, afirma Ignacio Civeira, psiquiatra infantil y juvenil en Hospital General Universitario Gregorio Marañón.

“El usuario cuenta su experiencia desde un punto de vista ideal, pero tenemos que diferenciar entre lo que es real y el deseo. Desgraciadamente, se está generando unas expectativas basadas en lo ideal y el deseo que se alejan de la realidad”, aclara Civeira. Toda esa información sensible en mentes vulnerables como son los adolescentes puede conducir a trastornos que, al contrario de lo que se podría pensar, no es exclusivo de la población femenina. Distorsión de la imagen corporal, vigorexia y etapas de trastorno por atracón alternadas con anorexia son cada vez más frecuentes entre los jóvenes. “En torno al deporte, vemos ejemplos muy poco sanos, como las ‘dietas milagro’ o una tendencia excesiva al culto al cuerpo”, enumera.

Proceso de recuperación

El objetivo de los profesionales sanitarios es detectar precozmente este tipo de desviaciones en los adolescentes. “Hay que detectarlo en fases iniciales, cuando empezamos a ver actitudes pre-trastorno alimentario. En las consultas, cuando les pesamos y medimos, podemos ver un freno en el crecimiento, pérdida de peso, falta de menstruación y otros rasgos que nos van hablando de un trastorno de la conducta alimentaria”, explica Félix Notario. Pero sobre todo, según concreta, “tenemos que estar atentos a esa agenda oculta, cuando vienen por una cuestión pero en realidad es otra bien distinta”.

Lo expertos consultados por Gaceta Médica reiteran en implicar a la familia, primero, en la detección de estas conductas y, después, en el proceso de recuperación de los jóvenes con TCA, que puede durar entre dos y cuatro años. “En esta etapa, poder contar con la familia y hacer equipos multidisciplinares con ellos también sabemos que es un factor de mejor pronóstico”, asegura la coordinadora del Hospital de Día Adolescente del Hospital Niño Jesús.

En la Unidad de TCA, según explica, trabaja con psicoterapia individual y familiar las distorsiones cognitivas del trastorno. “En población adolescente también usamos la psicoterapia grupal porque, al tener tanta potencia el grupo de iguales, nos beneficiamos de ese trabajo para potenciar las conductas positivas e ir extinguiendo las negativas”. En cuanto a la psicoterapia con la familia, además de fomentar el apoyo y la supervisión, “podemos ir liberando a estos padres de la culpa que traen a nuestras consultas o la indefensión ante no saber qué hacer con sus hijas”.


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