En España hay registrados más de 400.000 casos de personas que padecen trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en la actualidad, incrementándose en un 15 por ciento el número de caso en menores de 12 años. Un dato “alarmante”, según un estudio realizado en el Instituto de  Investigación Biomédica de Bellvitge, en Hospitalet de Llobregat, ya que, cada vez, aparece a edades más tempranas. 

Aunque este tipo de trastorno no aparece por una sola razón, expertas como Paola Rodríguez Rodríguez, psicóloga de la Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria de Clínica López Ibor, señalan a que el cambio del perfil de estos pacientes puede deberse, entre otras causas, a una mayor exposición a las redes sociales. Donde la crítica y el culto a un cuerpo delgado son dos de los factores de riesgo más frecuentes.

“Hay que tener en cuenta que la adolescencia es el momento en el que las personas están desarrollando su personalidad, siendo una de las épocas de mayor vulnerabilidad para nuestros jóvenes“, detalla Rodríguez.

Junto a las redes sociales, las marcas de moda también juegan un papel importante y significativo para los más jóvenes. Estas, adjudican tallas de ropa que pueden causar un gran impacto en esta población.

“Acaba de salir una línea para adolescentes de una marca conocida donde la talla L es una 36. Esto es una barbaridad. Las tallas tienen que ser las mismas que la población adulta”, denuncia Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB).

“La adolescencia es el momento en el que las personas están desarrollando su personalidad, siendo una de las épocas de mayor vulnerabilidad para nuestros jóvenes”

Paola Rodríguez Rodríguez, psicóloga de la Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria de Clínica López Ibor

Sensación de control en un entorno de caos

Por si no fuera poco, la llegada de la COVID-19 también ha sido un agravante de estos trastornos, encerrando a la población y propiciando el “enganche” a cualquier dispositivo que tuviesen cerca.

Paola Rodríguez Rodríguez, psicóloga de la Clínica López Ibor.

Asimismo, el estrés que ha generado la pandemia ha supuesto un incremento en el número de casos TCA. Y no sólo nuevos, sino que, además, los antiguos pacientes que padecieron este trastorno han vuelto a presentar sintomatología a raíz de la situación pandémica.

“El aumento de los niveles de estrés genera elevados niveles de malestar emocional, por lo que la persona que lo está sufriendo buscará la forma de poder gestionar esto. La sintomatología propia del TCA es utilizada como una herramienta de gestión emocional y como una forma de asumir el control, a pesar de que acaba provocando graves repercusiones para aquel que lo padece”, explica Rodríguez.

En otras palabras, en un entorno de caos y descontrol, los pacientes buscan una parte de su vida en la que sientan que pueden tener el control. Y esta parte es la comida. De esta forma, pretenden paliar el estrés y el malestar emocional que les genera esta situación.

Sólo la punta del iceberg

Los TCA son trastornos mentales graves que afectan a la manera de relacionarse con la comida, ya sea a través de restricciones, purgas, y atracones, entre otros síntomas. Asimismo, las personas afectadas pueden presentar fuertes preocupaciones en cuanto al peso y la forma corporal, entre las que se encuentran, sobre todo, mujeres entre 12 y 25 años. Según las expertas, debido a estas alteraciones en la alimentación, la persona puede sufrir graves repercusiones físicas.

“La sintomatología propia del TCA es utilizada como una herramienta de gestión emocional y como una forma de asumir el control, a pesar de que acaba provocando graves repercusiones para aquel que lo padece”

Paola Rodríguez Rodríguez, psicóloga de la Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria de Clínica López Ibor

Pero todo esto es “sólo la punta del iceberg” de determinadas dificultades personales que intentan compensar mediante el control de la alimentación. Marsá advierte de que no se trata de un simple capricho de adolescentes que quieren adelgazar.

Es una enfermedad mental que, en algunas ocasiones, se pueden llegar a cronificar y tener consecuencias orgánicas y metabólicas muy importante“, añade la experta.

Debajo de cada una de estas alteraciones existen diferentes situaciones. En palabras de la vicepresidenta de la SEPB, muchos tienen conflictos familiares, otros conflictos personales. También pueden tener baja autoestima, demasiada exigencia o se encuentran en situaciones de abusos, de abandono o de carencias emocionales.

Además, estas alteraciones se suelen acompañar de alteraciones del estado de ánimo -más depresivo, irritable, mayor aislamiento y, fracaso en el ámbito laboral y social-.

“No se trata de un simple capricho de adolescentes que quieren adelgazar. Es una enfermedad mental que, en muchas ocasiones, se puede llegar a cronificar y tener consecuencias orgánicas y metabólicas muy importantes”

Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica

Herramientas para afrontar estas dificultades

Desde el punto de vista psiquiátrico, el tratamiento farmacológico se constituye como “una herramienta para afrontar todas estas dificultades”, tal y como asegura Marsá.

Aunque depende del grado del trastorno, la vicepresidenta de la SEPB detalla que, ya para empezar, los fármacos permiten que el paciente se pueda sentar delante del psicólogo que lo va a tratar.

Al considerarse personas con una gran compatibilidad con trastornos depresivos, inestabilidad emocional, impulsividad y, obsesión en torno al peso y a la alimentación, el tratamiento se basa en antidepresivos, ansiolíticos y antipsicóticos atípicos a dosis bajas.

“Todo ello para controlar la impulsividad, el malestar que conlleva la rehabilitación y para que, de alguna manera, se reduzcan esas ideas rígidas en torno al peso y entorno alimentación”, enumera Marsá.

Escasez de recursos humanos, medios y tiempo

A pesar de que el tratamiento del TCA es multidisciplinar (psicólogos, psiquiatras y endocrinos), las expertas evidencian que existe una falta de profesionales.

Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica.

En opinión de Marsá, faltan profesionales de todo tipo. Sobre todo expertos que se quieran -y les guste- dedicar a este tipo de trastornos, puesto que conllevan un largo recorrido y, para ello, se debe acompañar al enfermo con paciencia. Se estima que la duración del tratamiento en el TCA es de al menos cinco años.

“Debemos entender que, cambiar la percepción que se tiene sobre uno mismo, cambiar su relación con los demás y con el entorno, digerir hechos traumáticos y entender que la alimentación no es la forma de controlar todo eso, no es un proceso fácil ni rápido“, argumenta la vicepresidenta.

Ante la falta de este personal, las terapias -en las que deben participar también los familiares- se ven afectadas en su intensidad.

Marsá también recuerda que escasean plazas en hospitales de día, en los que se hace un tratamiento psicoterapéutico intensivo, asociado a un comedor terapéutico, para ayudar a estos pacientes a relacionarse con la alimentación de otra manera.

“Cambiar la percepción que se tiene sobre uno mismo, cambiar su relación con los demás y con el entorno, digerir hechos traumáticos y entender que la alimentación no es la forma de controlar todo eso, no es un proceso fácil ni rápido”

Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica

Ante este aumento de casos -en los que también se están incrementando entre los varones-, ambas expertas reclaman una mayor prevención del TCA mediante campañas y una mayor psicoeducación a edades tempranas.


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