La llegada de tirzepatida (Mounjaro), de Lilly, a España tiene un papel más allá del terapéutico: poner en el foco la obesidad y avanzar para que esta gane entidad como la enfermedad que representa. Durante la presentación del fármaco, indicado tanto para el control de la diabetes tipo 2 como para el control de peso en obesidad, los expertos en la materia recordaron que la obesidad es una enfermedad grave, crónica, y que no es una mera cuestión de voluntad de aquellos que la padecen.

En los pacientes con obesidad, como avala la evidencia científica, los sistemas de recompensa del cerebro se ven alterados, interpretando de manera incorrecta las necesidades en cuanto a calorías para controlar la saciedad, entre otros. Por ello, los nuevos fármacos como semaglutida, y ahora tirzepatida –competidores, aunque con mecanismos de acción que presentan variaciones–, pueden ser una oportunidad para aumentar el conocimiento y concienciación sobre una enfermedad con implicación en diferentes ámbitos como es la obesidad.

Así, la llegada de estas nuevas alternativas para la obesidad supone una doble oportunidad. En primera instancia, para los pacientes que conviven con la patología, aportándoles una herramienta que ha demostrado una gran eficacia, sumada a la adquisición de hábitos saludables como la actividad física y una pauta nutricional adecuada. La segunda, para trasladar a la sociedad la realidad de una patología crónica y multifactorial.

De hecho, en cada caso puede desencadenarse por diversos motivos. Mar Malagón, presidenta la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), incidía durante la presentación de tirzepatida en que “se debería hablar de obesidades, ya que son muchos los motivos que hacen que se produzca una acumulación anómala de tejido adiposo”. Y es que a la obesidad también llega la personalización de la medicina. Durante el desarrollo de tirzepatida, precisamente, también se ha tenido esto en cuenta, con el foco en las diferentes dosis, para poder escalar el tratamiento minimizando los efectos adversos para los pacientes. Y, aunque por el momento se establece como un tratamiento a largo plazo con dosis de mantenimiento para evitar el conocido como ‘efecto rebote’, estas también se reducen para adaptarse al momento de la patología en que se encuentre el paciente.

En definitiva, como exponía en el ‘Anuario de la Salud y el Medicamento 2024’ Nuria Vilarrasa, vocal de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y miembro del Área de Conocimiento de Obesidad en la misma entidad, 2023 fue el año de la revolución en obesidad, ya que fue el año en que se presentaron las principales investigaciones al respecto. La disponibilidad de estos fármacos será el gran hito en este 2024, aunque siempre bajo prescripción y supervisión médica, condición bajo la que se autorizan, y evitando posibles usos indebidos.

Clásicamente, la disfunción eréctil, la anticoncepción y la obesidad quedaban en un segundo plano en cuanto a aprobaciones de medicamentos por no considerarse, quizá, problemas de primer nivel. Pero cifras sobre la mesa como la de que se estima que en 2035 un 37 por ciento de la población tenga obesidad, ponen de relieve una realidad tozuda: es urgente educar en salud e inculcar hábitos saludables como la nutrición adecuada y el ejercicio físico como parte de las rutinas para evitar llegar a estas alarmantes cifras de prevalencia. Sumando el control terapéutico cuando sea necesario, se podrá atajar en muchos casos una enfermedad con un impacto que atraviesa diferentes aspectos de la salud, desde las enfermedades cardiovasculares hasta el cáncer, sin dejar de lado la salud mental.

Por este motivo, es necesario contar con planes y estrategias bien definidas que utilicen todos los recursos disponibles para solventar un problema que no es el futuro, sino que forma parte ya del presente.