La carrera de fondo hacia la detección del Alzheimer ha acelerado el ritmo en los tiempos de los diferentes actores involucrados en ella. Los últimos avances han llegado desde la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Allí se ha llevado a cabo un estudio, realizado a partir de modelos informáticos y cultivos de células humanas, que demuestra que la dinorfina grande -un péptido opiáceo endógeno- protege a las neuronas de los efectos citotóxicos de la acumulación de β-amiloide (esencial para la transmisión de la información entre neuronas). Acumulación detrás de la cual se cree que estaría el desarrollo del Alzheimer.

Es característico de esta enfermedad que el péptido beta-amiloide -una molécula que se encuentra en el interior de las neuronas y que tiene funciones muy diversas- se pliegue mal y empiece a acumularse. Este proceso, que acaba provocando la muerte de las neuronas, va ligado otras alteraciones celulares.

Las dinorfinas son péptidos opiáceos del propio cuerpo que juegan un papel clave en muchas vías cerebrales. Se localizan en diferentes áreas del cerebro: el hipocampo, la amígdala o el hipotálamo, y participan en procesos de memoria, control de las emociones, estrés y dolor, entre otros. Asimismo, se ha demostrado su implicación en la epilepsia, el ictus, las adicciones, la depresión o la esquizofrenia.

Repercusión internacional

En el estudio, publicado en la revista Computational and Structural Biotechnology Journal, un grupo de investigación liderado por Àlex Perálvarez-Marín, investigador en el Departamento de Bioquímica y Biología Molecular y en el Institut de Neurociències de la Universidad Autónoma de Barcelona, se detalla qué interacciones puede haber entre el péptido β-amiloide y la dinorfina grande, para determinar su papel en la acumulación de β-amiloide.


“El péptido β-amiloide está cargado negativamente y, en cambio, las dinorfinas lo están positivamente. Puesto que lo positivo interacciona con lo negativo y sabíamos que ambos péptidos están localizados en el mismo sitio, pensamos que podía ser interesante estudiar las dos moléculas conjuntamente”, explica Perálvarez-Marín.

Un futuro más claro

Los resultados demuestran que, por las características fisicoquímicas de la dinorfina grande, su presencia dificulta la interacción amiloide y la formación de agregados de péptido β-amiloide, aparte de promover un efecto neuroprotector. Además, gracias al modelado computacional, se han obtenido pistas de qué regiones de la dinorfina grande interactúan con el péptido β-amiloide. “Desde una perspectiva de investigación básica, se abre una ventana de intervención terapéutica contra la enfermedad de Alzheimer, donde el diseño de péptidos terapéuticos podría suponer un avance para detener fenómenos de agregación amiloide”, concluye Perálvarez-Marín.


El artículo plantea nuevos abordajes en la búsqueda de tratamientos para la enfermedad de Alzheimer, dirigidos al diseño de péptidos terapéuticos basados en la dinorfina grande, y propone explorar las ventajas propias de un neuropéptido endógeno, capaz de atravesar la barrera hematoencefálica para llegar al cerebro e imposibilitar la agregación amiloidea.

El optimismo de la mano de la industria

Los estudios sobre Iecanemab, de los laboratorios Biogen y Eisai, han arrojado recientemente unos resultados halagüeños en la ralentización del deterioro cognitivo de los pacientes con Alzheimer, tal y como publicaba EG. A ambas compañías se ha sumado Eli Lilly. Y lo ha hecho también basándose en recientes muestras de escáneres cerebrales que sugieren que las proteínas tóxicas, como el amiloide (que es la diana en la mayoría de los nuevos medicamentos), se acumulan en el cerebro hasta dos décadas antes de provocar demencia.

Este extremo ha despejado un camino alternativo. Reisa Sperling, neuróloga de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard cree que “la clave es eliminar el amiloide antes de que las personas se vean afectadas”. Si el concepto funciona, los adultos sanos de entre 50 y 60 años podrían hacerse de forma rutinaria análisis de sangre o escáneres que busquen la acumulación de amiloide o tau, otra proteína tóxica. Si el resultado fuera positivo, se podrían medicar con el objetivo de reducir las probabilidades de desarrollar demencia en el futuro.

Resultados de solanezumab

Teniendo cuenta casos reales, Eli Lilly, junto con el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de Estados Unidos, ha puesto en marcha un ensayo de casi 1.200 personas. Con ellas ha probado solanezumab, un fármaco reductor de amiloide, en personas sanas de más de 65 años con altos niveles de esta proteína en su cerebro. Debido a que el fármaco fracasó en otros tres ensayos, los investigadores han probado una dosis mucho más alta en esta nueva modalidad de prevención. La quiere observar si al menos 400 de las 3.300 personas tratadas evolucionan hacia un deterioro cognitivo leve o demencia para después contabilizar si son pocos los casos en que, después del tratamiento, desarrollan igualmente la patología.

Grandes incógnitas

Mientras los laboratorios aumentan sus capacidades en esta lucha a contrarreloj, no dejan de surgir algunas preguntas de gran calado. Entre ellas, dos son fundamentales: qué efectos secundarios tienen estos medicamentos y si será posible encontrar una fórmula económica que trate a la población de alto riesgo. “Hay potencialmente millones de personas que podrían convertirse en enfermos de Alzheimer en los próximos años”, alega Eliezer Masliah, director de la división de neurociencia del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de EE.UU. “Entonces, algo que podría retrasarlo por varios años podría tener un impacto tremendo”. 


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