Por José Mª Frade, socio fundador y director científico de Tetraneuron

Cada año son muchos los nuevos diagnósticos relacionados con el deterioro cognitivo y la pérdida de memoria irreversible, la mayoría provocados por la enfermedad de Alzheimer. Esta patología, caracterizada por la degeneración neuronal progresiva en varias regiones cerebrales, afecta a 50 millones de personas en todo el mundo y genera un gasto global de más de 700.000 millones de euros.

Sin una cura ni tratamientos eficaces, es previsible que estas cifras vayan en aumento vinculadas al envejecimiento progresivo de la población. De hecho, en 2050 se prevé que el número de pacientes se incremente hasta los 150 millones. Hablamos de una dolencia neurodegenerativa incapacitante que afecta principalmente a personas de edad avanzada, y con etiología compleja basada en múltiples procesos que actúan de manera sinérgica. Entre ellos podemos citar la activación de mecanismos de proliferación celular en las neuronas, que repercuten en la duplicación de su material genético; el estrés provocado por la oxidación de las moléculas que componen el cerebro; y también la neuroinflamación, entre otros muchos aspectos.

Todo ello tiene como consecuencia la producción de acúmulos de conocidas proteínas en el interior y el exterior de las neuronas, algo considerado como el principal signo patológico característico del alzhéimer. Un síntoma que, según diferentes investigaciones, es bastante tardío y cuya eliminación no es suficiente como terapia.

Cada vez son más las investigaciones que apuestan por centrarse en los procesos tempranos de la enfermedad con un abordaje multifactorial, y entre ellas está la de Tetraneuron. Nuestro trabajo ha permitido identificar una única diana terapéutica multifactorial que aborda la etiopatología del alzhéimer de una manera holística. Nos hemos centrado en la molécula E2F4, una proteína con capacidad reguladora de la homeostasis cerebral que en situaciones de estrés se modifica químicamente, perdiendo esta función.

Según los estudios que hemos realizado en ratones modelo de la enfermedad, la presencia en las neuronas de una forma de E2F4 que no responde a esta modificación, que hemos denominado E2F4DN, es capaz de mantener esa homeostasis cerebral y prevenir el desarrollo de la enfermedad. Más adelante, aplicando terapia génica con el vector adenoasociado AAV-E2F4DN, hemos podido demostrar la reversión de la patología en un modelo murino de alzhéimer.

Es más, el carácter multifactorial de esta terapia génica podría aprovecharse en otros procesos neurodegenerativos causados por alteraciones en la homeostasis neuronal, como la enfermedad de Parkinson, e incluso para tratar el glaucoma y otras patologías asociadas al envejecimiento. Hasta el momento hemos conseguido resultados muy prometedores en modelos animales y, si todo va bien, podremos empezar a probar esta terapia en pacientes de Alzheimer a partir de 2024. Siempre con la vista puesta en conseguir una potencial cura para esos 50 millones de personas afectadas.