Curar la COVID-19 con medicamentos vivos. Esta es la apuesta de la Unidad CRIS de Investigación y Terapias Avanzadas de La Paz, con un abordaje pionero en el mundo. Se trata de una terapia experimental, que se encuentra en fase II, para pacientes graves de COVID-19. Se trata de pacientes en ingreso hospitalario, con insuficiencia respiratoria aguda por neumonía y con necesidades de ventilación.

La reactivación de virus

Pero para explicar esta investigación hay que empezar por el principio. Las reactivaciones de los virus -citomegalovirus, adenovirus, influenza o coronavirus- en niños que han pasado por un trasplante de médula es una de las complicaciones que pueden surgir tras la intervención. Hasta que el paciente no recupera en plenitud el sistema inmunitario se considera vulnerable a las infecciones virales. De hecho, se calcula que estas infecciones en el trasplante de médula generan aproximadamente entre un 20-25 por ciento de muertes por trasplante.

Para evitarlas existen pocas alternativas. Hay que tener en cuenta que para que un antiviral sea efectivo, el virus se debe replicar. “Solamente en fase de replicación los virus son sensibles a cualquier actividad”, apunta Antonio Pérez-Martínez, jefe de Oncohematología del Hospital Universitario La Paz.

Los donantes inmunocompetentes

Tras varios años de investigación, la terapia celular se ha convertido en una buena alternativa. Es el mundo de los medicamentos vivos frente a las infecciones virales.

“Los donantes inmunocompetentes tienen una inmunidad celular que protege de estas infecciones virales, que son muy comunes, porque sobre todo los adultos, hemos tenido exposición a virus”, explica Pérez-Martínez. De este modo, los linfocitos de los donantes y su administración en los pacientes durante el periodo vulnerable pueden protegerles del desarrollo de infecciones virales. “Ese 20 por ciento de mortalidad relacionada con los virus ha empezado a disminuir drásticamente y hemos mejorado la supervivencia”, asegura.

Con esta experiencia y sus resultados, hace unos meses los expertos pensaron en extrapolarla fuera del trasplante… Al paciente COVID. Este es el ensayo clínico que se desarrolla la Unidad CRIS de La Paz. La cuestión es simple: los linfocitos T que hacen memoria frente al virus pueden actuar de la misma manera que los linfocitos T con memoria en otras infecciones en el contexto del trasplante.

La extrapolación a la COVID

La COVID-19, dice Pérez-Martínez, a pesar de ser una infección con una vía de entrada nasofáringea, genera una enfermedad sistémica, que se caracteriza por producir linfopenia. “La linfopemia genera en los pacientes un estado de inmunidad celular muy parecido a los niños que trasplantamos. Por lo tanto, la primera situación para que nuestro tratamiento pueda llevarse a cabo ya lo tenemos: nuestros pacientes con COVID-19 tienen linfopenia, y además cuanto más acentuada es, el paciente está más grave”.

En segundo lugar, estos candidatos tienen que contar con linfocitos que reaccionan frente a los péptidos de la COVID, es decir, linfocitos memoria, que tengan inmunidad celular y que compartan, al menos, un antígeno humano leucocitario (HLA). De momento se desconoce si esa memoria es duradera, apunta el experto, pero lo que se sabe es que quien la tiene elimina la enfermedad.

La tormenta de citoquinas

La terapia celular genera en algunas ocasiones una tormenta de citoquinas o un cuadro inflamatorio, al principio existía el miedo por parte de la comunidad científica de que pudiese agravarse. Sin embargo, con esta terapia celular era improbable al no utilizar un linfocito convencional. El linfocito memoria, que tiene un marcador que se llama 45RO o 45RA-, biológicamente no tiene capacidad de proliferación.

El ensayo clínico

Servicio Hemato-Oncología infantil del Hospital La Paz_Terapias celulares avanzadas
Antonio Pérez-Martínez, jefe de Oncohematología del Hospital Universitario La Paz.

Con todo, se hizo la primera fase del ensayo clínico para conocer si es posible obtener linfocitos de un donante convaleciente; ver si es posible generar una linfoteca que cubra los HLA  de la población española; y conocer qué dosis hay que administrar y cuáles son los posibles efectos adversos de esas dosis. “Hemos visto que hemos sido capaces de identificar a esta población celular en donantes. Además, hemos sido capaces de hacer el biobanco o linfoteca que estamos generando. Y hemos administrado a pacientes sin encontrar ni un solo efecto adverso”.

Además, se ha hecho un diseño de escalada de dosis con tres cohortes: baja, media y alta. “En ninguna de las tres hemos encontrado ningún efecto adverso relacionado con el tratamiento”.

En la fase II, que es donde actualmente se encuentran, han empezado la dosis de la cohorte máxima. Ya hay un brazo de standar of care,y otro de standar of care más la terapia. “Para demostrar efectividad tenemos que reclutar alrededor de 80-85 pacientes por brazo. Actualmente llevamos 15 pacientes en dos semanas”, acota Pérez-Martínez.


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