La Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúa a las enfermedades cardiovasculares como la principal causa de muerte en el mundo. De hecho, según las estimaciones, se cobran la vida de casi 18 millones de personas al año. Así, se han posicionado como todo un problema de salud pública, un auténtico desafío global. Hoy continúan siendo la primera causa de muerte en nuestro país, representando casi el 30 por ciento del total de fallecimientos. Según los datos que maneja la Sociedad Española de Cardiología (SEC), la tasa media estandarizada de mortalidad cardiovascular en 2020 fue de 219,4 fallecimientos por cada 100.000 habitantes.

Importancia de la prevención

Las estrategias de prevención continúan siendo el arma más eficiente para evitar la aparición de estas enfermedades o disminuir su impacto negativo sobre la salud. Con motivo del Día Mundial del Corazón, el presidente de honor de la Sociedad Española de Cardiología, Manuel Anguita, explica en Gaceta Médica algunas claves sobre salud cardiovascular. En este aspecto, desarrolla ciertos hábitos cardiosaludables. En primer lugar, recomienda la dieta mediterránea. A continuación, como otro de los pilares esenciales destaca el ejercicio físico moderado y regular, adaptado a las características de cada persona. “Hay que andar como mínimo unos 4.000 pasos al día. Diversos estudios han demostrado que cuanto más se anda, disminuye más la mortalidad cardiovascular”, resalta Anguita. Como tercer pilar señala la ausencia de tóxicos como el tabaco, las drogas y el exceso de bebidas alcohólicas. “Si respetásemos estos tres pilares, se evitaría el 90 por ciento de las enfermedades cardiovasculares”.

Las comorbilidades

En la actualidad, en personas por encima de los 60-65 años, los problemas cardiovasculares son la causa más frecuente de ingreso hospitalario en España. De hecho, la incidencia de ictus e infartos está volviendo a aumentar en los últimos años. “Según los datos de hace un par de años había entre 80.000 y 90.000 ictus anuales, una cifra que continúa creciendo”. Aquí el papel de las comorbilidades asociadas es clave. “Muchas de las enfermedades comparten factores de riesgo y, por lo tanto, se asocian. Además, influyen en el pronóstico y en la mortalidad. “Las personas con problemas cardíacos que tienen esas comorbilidades multiplican por dos, tres o cinco el riesgo de muerte”.

Entre las comorbilidades más frecuentes se encuentran la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), la insuficiencia renal crónica y la anemia. Aquí también entran en juego los propios factores del riesgo cardiovascular, es decir, la diabetes, la hipertensión arterial o la obesidad, entre otros. El presidente de la SEC indica que esta última “aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardíacas de cualquier tipo. También empeora el pronóstico de la mortalidad y las descompensaciones de la mayoría de las enfermedades cardiovasculares”.

La influencia de la edad y del perfil de riesgo cardiovascular

La edad es un factor clave en el desarrollo de una gran cantidad de enfermedades, también en las cardíacas. Por ello, hay que prestar especial atención a cualquier tipo de síntoma sospechoso. “El ahogo, la falta de aire al hacer esfuerzo, el dolor en el pecho, el dolor opresivo en el pecho, la pérdida de conocimiento y la arritmia o la palpitación, son los cuatro grandes síntomas de prácticamente de todas las enfermedades cardíacas”, indica Anguita. De hecho, recalca que, si se presenta cualquiera de estos, hay que acudir a la consulta del especialista independientemente de la edad, ya que hay cardiopatías congénitas que aparecen más temprano. 

El presidente de honor de la SEC resalta que siempre hay que tener en cuenta el perfil de riesgo cardiovascular del paciente además de la edad. “Una persona que no fuma, que tiene una buena forma física, que hace ejercicio y que come bien tiene mucha menos probabilidad, incluso con 60, 70 años u 80 años, de tener un evento cardíaco”. No obstante, incide en que los cardiólogos recomiendan que se hagan revisiones rutinarias a partir de los 50 años en la población general. Si la persona tiene un perfil de riesgo adverso, la edad recomendada desciende a los 45 o 50 años.

El sexo como factor de riesgo cardiovascular

En mujeres, las condiciones cardíacas más frecuentes, como la enfermedad coronaria y la insuficiencia cardíaca, retrasan su aparición. Según estima Anguita, aparecen en torno a diez años más tarde que en los varones. “Esto es debido al efecto protector que tienen los estrógenos ante la aparición y el desarrollo de enfermedad aterosclerótica y de enfermedad coronaria”.

Como consecuencia de conocer este “efecto protector”, tanto el profesional sanitario como las propias mujeres, asocian ciertos síntomas como el dolor de pecho con, por ejemplo, la ansiedad.  “Había un retraso en el diagnóstico de los problemas cardíacos en la mujer y, por tanto, también un peor tratamiento por la percepción de que tienen menos riesgo de desarrollar este tipo de enfermedades cardíacas”. No obstante, incide en que, en los últimos 10-15 años, esto ha mejorado y se ha tomado conciencia.

Si ponemos el foco en la insuficiencia cardíaca, el problema cardíaco más grave, las mujeres tienen menor mortalidad que los varones, a igualdad de situación clínica y funcional. “Esto se da incluso aunque reciban un tratamiento menos adecuado que los varones”, recalca Anguita. “Puede ser por las características fisiológicas distintas del corazón de la mujer y su forma de responder a los distintos problemas”. En el caso de los ictus, el panorama es totalmente diferente, dado que es más frecuente en mujeres y tiene una repercusión notablemente mayor. Por ello, insiste en que conocer las diferencias que hay entre ambos géneros en la enfermedad cardiovascular es clave de cara a dar con dianas terapéuticas más eficientes.


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