BARTOLOMÉ BELTRÁN,
Jefe de los servicios
médicos de A3media
| viernes, 23 de octubre de 2015 h |

El oncólogo clínico precisa saber el estado del biomarcador antes de poder administrar un fármaco

Cada año son diagnosticadas de cáncer catorce millones de personas en todo el mundo y ocho millones mueren a causa de esta enfermedad que se debe a una combinación de factores tanto genéticos como ambientales. En España, concretamente se detectan doscientos mil nuevos casos cada año, siendo la principal causa de muerte entre los hombres por delante de otras patologías tan importantes como las enfermedades cardíacas o vasculares. No hay duda de que la prevención y el diagnóstico precoz del cáncer son claves para ganar la batalla a la enfermedad y en ese escenario juegan un papel decisivo los biomarcadores.

El desarrollo de la oncología se ha basado fundamentalmente en la aplicación de los resultados obtenidos en ensayos clínicos. Tradicionalmente, en estos ensayos se evaluaban fármacos siguiendo modelos clásicos de investigación, focalizados en detectar sus efectos según criterios de pruebas de imagen. Esta manera de proceder no constituía siempre el mejor indicador, por lo que se ha ido dando progresivamente más relevancia a la supervivencia libre de enfermedad por encima de la respuesta evaluada. Con la llegada de los nuevos fármacos biológicos dirigidos, se ha producido un cambio relevante tanto a nivel de desarrollo de fármacos como de identificación de posibles pacientes que se puedan beneficiar del tratamiento.

Según explica el Prof. Jesús García Foncillas, director de Oncohealht-Instituto Oncológico de la Fundación Jiménez Díaz, “hasta ahora, el objetivo a perseguir con la quimioterapia clásica había sido siempre conseguir la muerte de las células tumorales aunque se desconociera por completo el mecanismo responsable de este proceso, recurriendo casi siempre a ensayos de ‘prueba y error’. Por otra parte, muchos fármacos que no mostraban respuesta objetiva fueron rechazados sin tener en cuenta el tiempo de supervivencia libre de enfermedad”.

El desarrollo de la investigación biológica permitió empezar a comprender los procesos responsables del cáncer y abrió el camino para la identificación de posibles dianas terapéuticas. Así, se han empezado a detectar algunos factores derivados de la presencia de un tumor, llamados biomarcadores, frente a los que se pueden asociar fármacos capaces de actuar de forma más específica. Es decir, un biomarcador tumoral equivaldría a poner apellidos a un tumor para así conseguir una mayor personalización del tipo de enfermedad y de la estrategia de tratamiento a seguir.

“Ahora, el oncólogo clínico se enfrenta a una situación en la que precisa saber el estado del biomarcador antes de poder administrar un fármaco; necesita incorporar en la práctica clínica diaria una determinación genética hasta ahora no contemplada. La vieja línea de la investigación farmacológica ha evolucionado hacia un panorama en el que es posible buscar al paciente que más se beneficia de cada fármaco en base al análisis en su tumor del biomarcador relacionado con su máxima eficacia”, matiza el Prof. García Foncillas.

Hoy en día, matiza el también vicepresidente de la Fundación de Excelencia y Calidad en la Oncología ECO, ya se dispone de biomarcadores para la mayoría de los principales tipos de cáncer, como los de pulmón, mama, colon, o el melanoma, lo que ha constituido una verdadera revolución de su tratamiento. Sin embargo, aún hay muchos tumores para los que todavía no se ha conseguido encontrar el biomarcador adecuado, por lo que el impulso investigador en este campo es crucial. Es lo que hay. Seguro.