En las últimas semanas han sido muchos los expertos que están insistiendo en que el ritmo en las vacunaciones en las comunidades autónomas no acaba de alcanzar el nivel esperado. El limitado número de dosis que llegan al país, ligado al parón de la vacunación de las dosis de AstraZeneca no han hecho más que retrasar una estrategia, que ya de por sí era ajustada. ¿Se cumplirán, por tanto, las promesas del Gobierno de Pedro Sánchez, de conseguir el 70 por ciento de inmunización este verano?

La realidad es que este parón no solo puede suponer un retraso en las cifras de inmunización. El alarmismo que se ha generado por unos efectos adversos de los que aún se conocen poco, o nada y que no se han registrado aparentemente en otros países donde la vacunación masiva con estas dosis es una realidad (Reino Unido o de Israel) no puede ocurrir de nuevo.

El ritmo informativo que se ha instaurado supone un arma de doble filo. Nunca antes un medicamento o vacuna se ha enfrentado a tal escrutinio mediático. Estamos viviendo semanas en las que se observa cada porcentaje de ‘eficacia’ o se monitoriza cada posible reacción que los ciudadanos pudieran tener tras la administración de la dosis. Es indudable que la transparencia es obligada en términos de salud, pero quizás es el momento de plantearse si realmente podemos hablar de transparencia cuando se adoptan y anuncian medidas incluso antes de que el organismo regulatorio pertinente se pronuncie. ¿Es una decisión basada en la evidencia científica disponible o ha sido el efecto contagio el que ha provocado el revuelo informativo de estos días?

Lo que parece claro es que es tiempo de reflexionar, y de seguir transmitiendo un mensaje esencial: las vacunas aprobadas y revisadas por la EMA son seguras y son eficaces. No hay tiempo que perder para alcanzar la velocidad de crucero. No más pasos atrás.