Avanzando hacia el sistema sanitario que necesitamos

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Por Verónica Casado, Consejera de Sanidad de Castilla y León.

Iniciamos este 2021 de lleno con la plena gestión de la pandemia. Sin solución de continuidad, hemos comenzado el año intensificando las acciones sanitarias y no sanitarias para conseguir minimizar las consecuencias de la tercera ola que nos azota; entre las sanitarias, la ineludible estrategia de detección de casos y contactos mediante los cribados asistenciales, los cribados oportunistas y los cribados selectivos, además de la permanente adaptación de los dispositivos a la atención de los pacientes afectos o no de COVID-19; de manera concomitante, nuestra insistencia en la aplicación de las medidas no sanitarias que se ha demostrado que evitan o disminuyen el contacto social y, por tanto, la transmisión de los contagios.

Los sistemas sanitarios, los gobiernos y la sociedad en su conjunto nos encontramos inmersos en una gestión que, prácticamente un año después de haberse iniciado la propagación de la enfermedad por el SARS-CoV-2, nos obliga a mantener una exigente y permanente planificación de la actividad preventiva, sanitaria y social de cara al futuro. Y es que, a día de hoy, el conocimiento científico que tenemos del comportamiento del SARS-CoV-2 es todavía limitado y, si bien el camino para frenar su avance ya está trazado con el reciente despliegue de las vacunas, aun tardaremos en ver los efectos positivos de dicha vacunación. Nos ocupa la gestión epidemiológica, sanitaria, social y política de una pandemia que, inesperada e insólita en su comienzo, se está convirtiendo en costumbre y modus vivendi para cada uno de nosotros.

Los meses difíciles y duros por los que vamos transitando están aportando algunos aprendizajes comunes, entre los cuales aparece destacado el convencimiento, cada vez más extendido y evidente, de que la salud de unos influye en la salud de los otros. La pandemia está colocando en primer plano esta realidad de la interdependencia en términos de salud y nos está haciendo ver y sentir que ninguno de nosotros está a salvo si no trabajamos juntos para estar a salvo todos. A la vez, reconocemos fácilmente cómo ningún sistema sanitario se encuentra verdaderamente preparado para hacer frente a una pandemia y cómo esta COVID-19 está poniendo de relieve algunas debilidades de nuestros sistemas sanitarios, debilidades que podremos aprovechar para que tornen en oportunidades de mejora que nos permitan avanzar decididamente en pos del sistema sanitario que necesitamos.

En España partimos de una sólida base, un sistema construido bajo el principio de la universalidad, que conlleva accesibilidad y equidad en la atención aunque estas constituyan todavía hoy, -treinta y cinco años después de su diseño-, más que una realidad incontestable, un horizonte a alcanzar. Partimos también de una excelente capacitación de nuestros profesionales sanitarios, reconocida nacional e internacionalmente de forma repetida, que está siendo demostrada sobradamente en esta pandemia con las respuestas que, por parte de las distintas categorías profesionales y desde los diferentes ámbitos asistenciales y de salud pública, se están dando a través de una absoluta dedicación y entrega al trabajo colaborativo así como de un enorme compromiso con la salud de la población. Son estos importantes mimbres los que especialmente nos han de permitir acometer sin demora las transformaciones que actualicen el ordenamiento de nuestro sistema de manera más acorde a las necesidades actuales y futuras.

La COVID-19 está poniendo de relieve algunas debilidades de nuestros sistemas sanitarios, que podremos aprovechar para que tornen en oportunidades de mejora que nos permitan avanzar decididamente en pos del sistema sanitario que necesitamos

En la comunidad de Castilla y León estamos apostando por que así sea. Es en nuestro territorio, debido a sus características geográficas y de envejecimiento y dispersión de su población, donde adquieren especificidad algunas de las debilidades puestas de manifiesto en el sistema, como son el insuficiente número de profesionales y el mejorable alcance de la atención. En primer término, consideramos que es tan necesario como urgente ajustar la formación especializada incrementando el número de aquellas especialidades que han resultado más deficitarias y buscando la polivalencia en la formación; estos ajustes derivarán en una atención más integral a las personas además de continuar facilitando la plasticidad del sistema cuando esto sea requerido. En segundo término, sabemos que resulta inaplazable la reordenación de los recursos humanos y de infraestruturas; el plan de ordenación sanitaria diseñado en los años ochenta nos exige poner en marcha la actualización que garantice la calidad de la atención atendiendo a las realidades poblacionales actuales. En tercer lugar, estamos convencidos que es preciso adaptar los nuevos avances en tecnologías de la información y de la comunicación para que sean herramientas que verdaderamente contribuyan a mejorar la calidad asistencial. Y, por último, sabemos que es imprescindible dotar de una financiación suficiente al sistema; en este sentido, los presupuestos de la Consejería de Sanidad de cara al ejercicio 2021 suponen una mejora sustancial de la inversión por tarjeta sanitaria, pasando de 1.523 a 1.882 euros, y van a sentar los cimientos de las reformas así como consolidar los recursos suficientes para implementar carteras de servicios asistenciales de calidad, las retribuciones del personal, mejorar infraestructuras sanitarias, renovar y adquirir nuevos equipos de alta tecnología, y adquirir medicamentos de última generación y vacunas. Todo ello con el objetivo de garantizar la efectividad, la eficiencia macro y micro-ecónomica, la equidad, la viabilidad y la calidad en el medio y largo plazo.