r.c.
Madrid
| viernes, 14 de febrero de 2014 h |

La utilización de una técnica cerrada, en lugar de abierta, es lo que distingue al Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (y también al Hospital Universitario de Ciudad Real) del resto de centros del territorio español, que prefieren practicar la técnica del Coliseum.

Así, tras finalizar la primera fase de citoreducción del tumor (igual tanto en la técnica abierta como en la cerrada), se procede a la colocación de unos tubos para la circulación de líquido desde el abdomen hasta la máquina de quimioterapia hipertérmica encargada del calentamiento de los fluidos y viceversa. Y es precisamente en el manejo de este sistema de circulación donde se aprecia la diferencia entre una y otra técnica ya que, si bien el objetivo es el mismo (la introducción del quimioterápico de acuerdo a los tiempos que marcan los protocolos), no ocurre así con el modus operandi. Mientras que en la técnica abierta la administración del quimioterápico se realiza con el abdomen abierto, en la técnica cerrada, tras la colocación de los catéteres, se procede a cerrara la cavidad abdominal antes de continuar.

Además, este hospital también utiliza un circuito de infusión de gas que permite una mejor difusión del quimioterápico. Este novedoso sistema, explica este cirujano, utiliza el mismo gas que se usa en la laparoscopia, el cual es introducido por una de las vías del sistema de circulación, logrando un “efecto jacuzzi” que facilita la difusión del tratamiento.

Esta técnica cerrada tiene además dos importantes ventajas, destaca Gutiérrez, con respecto a la técnica abierta. En primer lugar, mantiene mejor la temperatura ideal para la administración del quimioterápico (unos 42 grados centígrados), ya que evita la pérdida de calor. En segundo lugar, es más seguro para los profesionales sanitarios, que así no se ven afectados por la posible evaporación de los gases utilizados.

En cuanto a los datos de supervivencia, van a depender del origen de la neoplasia. Pero, en términos generales, Gutiérrez asegura que este tratamiento puede incluso doblar la supervivencia (de seis meses a uno o dos años) e incluso, en ciertos casos, “conseguir curaciones”.