PREGRADO/ Aunque Europa marca la pauta, los expertos destacan el rol del profesor

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La solución al título sería un máster integrado de Medicina, según Rafaela Pagani

García Barreno califica de “perverso” un sistema enfocado a aprobar el MIR

| 2009-11-10T09:50:00+01:00 h |

M.RASPAL

Madrid

El cambio de modelo en la enseñanza de la Medicina siempre ha creado tensiones, pues aunque parece obvio que el propósito de la educación médica es transmitir conocimientos, impartir habilidades e inculcar valores con un modelo integrado, la clave está en ver qué son y cómo se interpretan éstos en el mundo contemporáneo.

Pedro García Barreno, catedrático de Fisiopatología Quirúrgica de la Universidad Complutense de Madrid, interpreta así, con cierto escepticismo, la adaptación española del proceso de Bolonia ya que, pese a existir un acuerdo unánime en la necesidad de llevar a cabo un rediseño completo de contenidos, ninguna reforma del currículo ha sido sencilla, pues los conflictos de intereses y las disputas son “inevitables”.

Durante un seminario de formación organizado por la Cátedra de Innovación y Gestión Sanitaria de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Barreno apeló a su amplio conocimiento del sistema de enseñanza estadounidense para criticar la excesiva tutela del Estado que existe en nuestro país, con la Unión Europea siempre “tirando del carro” con el Plan Bolonia. “Debemos pensar en grande pero nos caracterizamos por pensamientos canijos. Hay que dejar las tutelas aparte. En EEUU hay comisiones no tuteladas creadas por ciudadanos responsables”, apuntó.

Como ejemplo, citó una de las conclusiones del currículo de Medicina publicado en 1986 por la Universidad americana Johns Hopkins —elaborado por un comité de política organizativa y a la venta en centros comerciales— según la cual la base filosófica de la educación médica debe estar dirigida no a crear a un neurólogo o un cardiólogo sino a “un médico tipo célula troncal” que sea capaz de resolver los problemas que la sociedad le exige.

El catedrático explicó cómo los estudiantes de este centro ven enfermos desde su primera semana de facultad en consultas privadas y en el hospital sólo durante el último año de carrera. Por el contrario, consideró que en España no se trata a los alumnos como adultos y los hospitales son universitarios de nueve a una y media de la tarde —y no todos—. Además, calificó el sistema de enseñanza de “perverso”, pues sólo está enfocado para que el estudiante apruebe el MIR —única cifra que mide el nivel de cada facultad—, las clases son de 150 alumnos y los docentes disponen de “pocas herramientas”.

Manteniendo este tono crítico, Juan Martínez López de Letona, catedrático de Patología Médica de la Universidad San Pablo CEU de Madrid, explicó que la paradoja de nuestro sistema radica en que se ha lapidado mucho dinero creando universidades de Medicina sin atender a la calidad, que a su juicio habría aumentado si se hubiera concentrado en lugares concretos, pues la “igualación de salarios” actual hace difícil que todos los hospitales provinciales atraigan a suficientes profesionales. “¿Estamos preparados entonces para dar el salto de Bolonia?”, planteó.

Más optimista, Rafaela Pagani, consejera CTS/DS European University Association, aseguró que los estudiantes de nuestro país tienen una buena base teórica, aunque deben mejorar aspectos prácticos. Así, aunque estamos muy lejos de alcanzar los puntos comprometidos en 2010 —ya se habla de 2015—, señaló que sí hemos ido avanzando hacia una reforma cuyos aspectos esenciales son el aprendizaje interactivo, el diálogo profesor-alumno y la evaluación basada en la evidencia frente al tradicional dictado de las clases magistrales y la actitud pasiva del estudiante.

Por un máster integrado

Sin embargo, reconoció que el crédito es lo que trae de cabeza a la hora de planificar las titulaciones y lo que ha provocado que los médicos españoles hayan perdido la licenciatura por el camino gracias a una directiva específica según la cual este grado consta de 360 créditos. Para Pagani, se debería haber hablado de un máster integrado —con tres años de ciclo y dos de máster—, aunque espera que finalmente sea ésta la opción por la que opte el Ministerio de Educación.

La cuestión es que, tal y como resaltó el director de la cátedra, Ángel Gil de Miguel, en España aún está todo por hacer y, pese a que el Espacio Europeo de Educación Superior marca ciertas pautas y las autoridades académicas están ahí, en última instancia, la reforma de la enseñanza dependerá de los profesores.