Juan Fernando García.

Ser investigador es un trabajo vocacional lleno de recompensas. La oportunidad de participar en proyectos en cáncer y desarrollar una carrera profesional en investigación traslacional puede no ser fácil, pero sumar tu esfuerzo para salvar vidas es una de las mejores cosas a las que dedicarse. Todos los desarrollos en nuevas terapias han sido posibles gracias al conocimiento previo generado. Es importante insistir en ello y mostrar a los jóvenes estudiantes y candidatos predoctorales que en España se puede hacer buena ciencia. Y debería haber oportunidades para todos.

Sin embargo, el sistema español manifiesta evidentes carencias en sus dos pilares básicos: financiación de los grupos de investigación y adecuada política de RRHH para que los jóvenes vean una oportunidad de futuro profesional.

La mejor forma de visualizar el compromiso real de un gobierno con la inversión es a través de su peso en el PIB. En 2022, según estadística del INE, I+D representó el 1,23 por ciento del PIB; en términos actualizados con la inflación, el porcentaje de la inversión actual está por debajo de 2008. Y esto gracias a sumar en los últimos años la lluvia de millones del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (= subvenciones a través de fondos europeos, que son finitos), la inversión privada y de las CC.AA. Aún estamos muy lejos del 2 por ciento soñado hace más de 20 años para acercarnos a los países serios y del 3 por ciento, objetivo perseguido por la UE.

Los PGE 2023 para I+D+i también muestran que buena parte de las partidas en realidad se destinan a asuntos que poco tiene que ver con investigación científica, desarrollo experimental e innovación, siendo la mayor parte para el sector empresarial o gastos en defensa e inversión militar. La Agencia Estatal de Investigación (que incluye el ISCIII) y Organismos Públicos de Investigación reciben menos del 15 por ciento de los fondos.

Las partidas presupuestarias para la ciencia deben partir de un compromiso estable, y no depender de situaciones coyunturales como son los fondos de recuperación europeos o el gobierno de turno. La actividad investigadora requiere estabilidad económica y temporal, y un estímulo salarial digno que posibilite el desarrollo de un proyecto de vida personal. La realidad actual de la I+D+i en este país es que se puede presentar ruinosa para quien trata de desarrollarla. Cabe preguntarse a este respecto, por qué no vienen científicos de otras nacionalidades a ocupar puestos en los centros españoles.

Pese a todo, también hay que reconocer buenas señales que alientan el optimismo, como son los recientes nombramientos como nuevos secretario de Estado de Ciencia, Innovación Universidades y directora del ISCIII a investigadores con trayectorias científicas de prestigio. Cambiando la costumbre de los últimos años de emplear gestores administrativos sin experiencia o méritos en investigación. Es exigible un compromiso para mejorar la financiación de proyectos, la atracción y retención del talento, retorno de personal investigador en el extranjero y una mejora en derechos del investigador predoctoral y postdoctoral con estabilidad de las carreas profesionales.


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