Por Ricardo Campos. Médico y ex secretario general de Sanidad

Hace ya tiempo que el consumo, aunque más concretamente el Ministerio de Consumo, está en boca de todo el mundo. No me parece mal, excepto porque se está tratando de desmerecer, cuando no de poner en entredicho, que exista un Ministerio y la importancia que tiene éste, que es mucha, sobre el conjunto de la ciudadanía.

No voy a entrar en las declaraciones del ministro Garzón a lo largo del tiempo, porque no es el asunto que quiero trasladar en estas líneas, sino la preocupación que me produce que debido a la reyerta política alrededor de las mismas, se produzcan declaraciones del estilo de que antes era una simple Dirección General y que sobra el Ministerio de Consumo.

Cuando ocupé la Secretaría General del Ministerio de Sanidad tuve, entre otras responsabilidades, las de Consumo, y ya entonces pensé, como presidente de la AECOSAN (Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición), que una agencia era un organismo insuficiente para algo tan importante en la vida de todos los ciudadanos y ciudadanas como es el consumo.

Al igual que todas las políticas afectan de forma transversal a la Salud Pública, también de la misma forma afectan al consumo. Y es ahí, precisamente, donde cobra toda su importancia que el Estado, a través del gobierno y de los organismos que éste considere pertinentes, controle con todos los medios a su alcance que los consumidores tengan sus derechos asegurados.

El consumo afecta a toda la ciudadanía. Desde que una persona nace hasta que fallece, es un consumidor y como tal tiene unos derechos, tan básicos como que los productos que consume cumplan con todas las garantías para que, por ejemplo, su integridad física no se vea alterada, o que lo que adquiera se atenga realmente a lo que asegura el fabricante.

Pero también tiene la responsabilidad, además de lanzar alertas acerca de las alteraciones que detecta, de hacer recomendaciones para hacer un consumo responsable. Si el organismo responsable advierte que tal o cual producto es nocivo para la salud, o que conviene reducir su consumo para evitar males mayores, hay que respetar que no se hace con intención de perjudicar a nadie, sino de beneficiar a todos y todas.

Como médico en ejercicio, cuando a un paciente le recomiendo que no consuma un producto, o reduzca el consumo de algún otro que claramente le está perjudicando, puedo asegurar que no lo hago con la intención de fastidiar el negocio de nadie, sino que mi paciente evite el consumo excesivo de algo que le está perjudicando seriamente su salud.

El interés general debe estar por encima del interés del individuo, de lo contrario olvidemos lo que de bueno tiene la civilización

Eso mismo es lo que se pretende desde el organismo administrativo responsable del consumo en cada momento con sus recomendaciones, proteger y mejorar la vida y la salud de las personas y no atacar a los que fabrican dicho producto. El interés general debe estar por encima del interés del individuo, de lo contrario olvidemos lo que de bueno tiene la civilización con el riesgo de volver a la ley de la selva y del más fuerte.

Yo quiero que me aconsejen acerca de un consumo responsable en libertad.