Después del tratamiento de un cáncer, el paciente puede ser portador de células cancerígenas diseminadas latentes que, aunque escasas y raras, permanecen años sin multiplicarse, pero incluso después de eliminado el tumor primario pueden reactivarse y formar metástasis. Estas células permanecen ‘dormidas’ en el organismo, y el objetivo de varios ensayos presentados en el congreso CNIO Frontiers Meeting ‘Metástasis’ es “tratar de que pasen directamente del sueño a la muerte”.

En esa dirección se pronunció Julio Aguirre-Ghiso, investigador del Albert Einstein College of Medicine y uno de los descubridores de la metástasis ‘dormida’. En su opinión, hoy día, “seguimos tratando tarde, el cáncer va un paso por delante”. Los nuevos estudios sobre cómo se origina la metástasis ponen a prueba estrategias para erradicar este proceso antes de que se manifieste, porque tratar la metástasis una vez desarrollada sigue siendo muy complejo. “Entender la nos permite actuar cuando aún está dormido”, explicó Aguirre-Ghiso.

Uno de los cambios de paradigma recientes en cuanto a la metástasis es que se trata de “una enfermedad en sí misma”, expuso Eva González-Suarez, jefa del Grupo de Transformación y Metástasis del CNIO, de modo que combatirla implica estrategias distintas de las que se usan para tratar el tumor primario.

El primer reto es, entonces, identificar las células que tienen la capacidad de hacer metástasis, porque solo “una parte pequeña de todas las células que integran un tumor tienen esta capacidad”, aclaró Héctor Peinado, jefe del grupo de Microambiente y Metástasis del CNIO. Aunque actualmente se conocen unos pocos marcadores de diseminación, “no existe un marcador universal de la metástasis”, concretó Peinado.

Estudios innovadores

El siguiente paso es dirigir la terapia contra las células metastásicas. Cyrus Ghajar, del Fred Hutchinson Cancer Center, ensaya una estrategia basada en la activación de células del sistema inmunitario (linfocitos T). “Inicialmente, investigamos varios mecanismos por los que estas células durmientes evaden las defensas del organismo. Pero nos quedamos con la solución más obvia, que es que son raras, una célula metastásica en un millón, y las células T específicas para el tumor también son muy escasas. Para fomentar su interacción hay que aumentar el número de células T”, explicó Ghajar.

Su estrategia se basa, por tanto, en engrosar la población de células defensivas para aumentar así la probabilidad de interacción: “Es cuestión de números”. Se ha probado en modelos experimentales de cáncer de mama, y comenzará a ensayarse en personas, según adelantó Ghajar.

Pero Aguirre-Ghiso cree que las células metastásicas también tienen mecanismos activos para escapar a las defensas. Su grupo ha descubierto varias de las señales químicas que controlan la proliferación de las células. Acaban de terminar “un ensayo clínico donde reprogramamos las células tumorales [su epigenética] para hacer que activen esos mecanismos [que evitan el crecimiento desmedido]”.

Estos son algunos de los resultados “realmente fascinantes que estamos viendo”, destacó Manuel Valiente, jefe del grupo de Metástasis Cerebral del CNIO y uno de los organizadores del congreso CNIO Frontiers Meeting ‘Metástasis’, que se celebra hasta el 8 de noviembre y que reúne a una veintena de especialistas que encabezan la investigación mundial en metástasis.


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