| lunes, 02 de noviembre de 2009 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

El Gobierno ha cometido dos errores de bulto en su política sanitaria, y ahora empiezan a percibirse las consecuencias. El primero fue el tantas veces comentado traspaso del Plan Nacional de Drogas desde el Ministerio del Interior hasta el de Sanidad. Años después de su materialización, los resultados no pueden calificarse precisamente de ejemplares: lejos de atajar el consumo de sustancias prohibidas, la apuesta preventiva que el Ejecutivo prometía desplegar desde el ámbito sanitario arroja malas estadísticas, sobre todo en el colectivo de adolescentes, en donde la ingesta de sustancias como la cocaína y el cannabis se ha disparado, como pone de manifiesto, por ejemplo, la última Encuesta Escolar sobre Drogas de 2008. El otro gazapo monumental en el que han incurrido José Luis Rodríguez Zapatero y sus colaboradores consiste en la transferencia del Instituto de Salud Carlos III al Ministerio de Ciencia de Cristina Garmendia, con lo que Sanidad apenas retiene competencias investigadoras salvo la anacrónica Dirección General que encabeza Augusto Silva. El error es mayúsculo, toda vez que uno de los principales agentes de la investigación biomédica en España, los hospitales, permanecen ligados al Sistema Nacional de Salud (SNS). Como era previsible, además, la investigación ha sido una de las primeras áreas en pagar los platos rotos de la crisis económica, al sufrir unos recortes que han enervado a sociedades científicas de prácticamente todas las especialidades.

Aunque el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) no se ha visto especialmente afectado por el tijeretazo de dinero público que Elena Salgado le ha metido a los presupuestos de Ciencia, algo ha tenido que percibir Mariano Barbacid para anunciar su salida de la dirección del mismo, sin renunciar, eso sí, a los vínculos que le ligan a él. No olvidemos que el prestigioso científico y José Antonio Gutiérrez Fuentes fueron los padres de la criatura. Sea como fuere, lo cierto es que a río revuelto, ganancia de pescadores, y Juan José Güemes, espabilado como pocos, ha sabido ver en la impericia de Ciencia a la hora de manejar los recursos investigadores y en los movimientos personalistas que a resultas de la misma se han producido en el CNIO la ocasión perfecta para apuntar un tanto a la Comunidad de Madrid y a Esperanza Aguirre.

Con toda probabilidad, en el segundo semestre de 2010 el prestigioso científico desarrollará investigación clínica en la espectacular área Oncológica del Hospital de Fuenlabrada, centro que acaba de cumplir cinco años de vida. Se tratará, si nada lo tuerce, de un fichaje de relumbrón, fruto de un acuerdo genérico alcanzado antes del verano entre el Ejecutivo regional y el propio Ministerio de Ciencia, que servirá también como polo de atracción futura para otros investigadores de relieve mundial que se avengan a dar el paso. El objetivo, en definitiva, es que Madrid se convierta en un referente en la investigación biomédica en España y Europa, lo que contrasta con el rápido olvido del Gobierno Central a la hora de primar un área cuya relevancia iba a ser máxima, según prometió en su día el propio Zapatero. Con habilidad, con mesura y a paso lento pero firme, el consejero de Salud de Madrid ha empezado a robarle la cartera de la Ciencia al Ejecutivo del PSOE, que ya no parece apostar tanto por este sector como base del modelo productivo alternativo que propugna frente al ladrillo. No descarte nadie que, detrás de Barbacid, y de la Oncología, lleguen otros nombres y otras especialidades. Güemes ya ha empezado a quitarle la cartera a la antaño potenciada y hoy relegada Cristina Garmendia.