La combinación inseparable de las tres vertientes del ser humano, biológica-psicológica-social, es un punto de unión entre los profesionales de la psiquiatría. Se han escrito tantos libros e investigaciones como personas diferentes hay en el mundo, y cabe destacar esta idea que todos tienen en común: no existe un único factor o condicionante predominante que sea el precursor de una predisposición a la violencia, sino que hay varios, que completan el esquema de la personalidad de un individuo.

A raíz de esto, es lógico, y acertado, pensar que tampoco un trastorno mental puede ser la razón por la que alguien se convierte en violento, o el motivo por el que pueda sobrepasar los límites de la conducta errática.

“La violencia es el producto de los valores del individuo y factores sociales y también psicológicos del individuo, ya que no todos somos iguales. Pero no es, en la mayoría de los casos, producto de una enfermedad”, asegura Ana González Pinto, psiquiatra y ex presidenta de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (Fepsm).

Este intento de relacionar trastorno mental con violencia no es algo nuevo. Desde el criminólogo italiano Cesare Lombroso que propuso que los criminales eran retrocesos evolutivos que podían identificarse por rasgos primitivos, hasta el dictador Benito Mussolini con sus leyes raciales, han buscado ciertas características, incluso genéticas, para explicar la violencia.

El psicólogo Adrian Raine, autor de “La anatomía de la violencia”, relaciona la enzima MAO A, que regula los niveles de neurotransmisores involucrados en el control de impulsos, con la conducta agresiva. Aun así, en una entrevista para BBC Mundo, aseguró que “si tienes la versión de alto riesgo del gen y te han maltratado en la infancia, las posibilidades de una vida criminal son mucho más altas; sin embargo, si tienes el gen, pero no fuiste maltratado, no hay un riesgo elevado. Así que el gen solo por sí mismo no afecta dramáticamente el comportamiento”.

Por su parte, González Pinto, asegura que hay un porcentaje de la población que tiene niveles más bajos de MAO A, y esas personas pueden tener algunos rasgos de personalidad, como ser más hipersensibles al ambiente, sobre todo a vivencias negativas. “Creer que se reduce a esta enzima es una simplificación porque la fisiología humana es compleja y los neurotransmisores no se regulan por un único gen”, señala.

Factores sociales

La educación y el entorno social son elementos que Luis Gutiérrez, vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm), pone en alza en casos de violencia, y enfatiza que estos cuadros de comportamiento violento “son multifactoriales”.

“Cuando una persona ha crecido en una familia donde no ha recibido afecto, tiene más propensión a sufrir problemas de autoestima y un comportamiento más psicopático. Por ejemplo, en la película de ‘El Jocker’, una serie de condicionamientos sociales y educacionales puede llegar a presentar rasgos de personalidad antisocial”, destaca Gutiérrez.

Este “miedo” a que las personas con trastornos mentales sean violentas se queda sin fundamento y base cuando se conocen las estadísticas: según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en España, según los datos de los últimos años, entre el 3 y el 5 por ciento de los asesinatos están causados por enfermos mentales graves no tratados. “Las personas con enfermedad mental habitualmente tienen sobre todo riesgo de ser víctimas de violencia”, señala González Pinto.

“Confundir violencia y enfermedad mental es producto de una falta de cultura, que contribuye al estigma”, destaca la psiquiatra.

El estigma de la psicopatía

En múltiples ocasiones se relaciona estrechamente la violencia con un término clínico: la psicopatía. Esta equivocada afirmación está fundada por las referencias de las películas o las series, que suelen vincular, de forma errónea, este desorden de la personalidad con ser un asesino. Es frecuente escuchar referirse a alguien violento con tener algún tipo de rasgo psicopático, como si esto fuera una condición intrínseca en las personas con psicopatía.

La psicopatía está clasificada como un desorden de la personalidad definido como una combinación de encanto, emociones superficiales, ausencia de arrepentimiento o remordimiento e impulsividad. El 1 por ciento de la población en general cumple con esos criterios de diagnóstico de la psicopatía, una prevalencia que es casi el doble de la esquizofrenia. Aunque las causas exactas de la psicopatía no se han identificado, la mayoría de los expertos concluyen que factores como el entorno o la educación contribuyen a ello.

Han sido numerosos los estudios que han determinado que, aunque estas personas tienen mayor dificultad para procesar las emociones, no poseen mentes violentas de por sí y, de hecho, este problema para interpretar las emociones puede desvanecerse con el tiempo. Por ejemplo, en un estudio realizado por Samuel Hawes, un psicólogo de la Universidad Internacional de Florida, en el que comprobó las personalidades y cerebros que más de 1.000 individuos desde la niñez hasta la adultez, más de la mitad de los niños que al principio tenían altos niveles de rasgos psicopáticos, tendieron a reducirlos con el tiempo y luego no los manifestaban en la adolescencia.


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