
Por José Mª Martín-Moreno, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia & ex-director de Programas de la OMS para Europa.
En este año 2023 la Organización Mundial de la Salud (OMS) cumple 75 años. Nació poco después de que concluyera la guerra más destructiva de la historia de la humanidad, cuando las naciones del mundo decidieron colaborar para conseguir hacer realidad el sueño de reconocer que la protección de la salud no solo era un derecho humano fundamental, sino también trascendental para la paz y la seguridad. Eso se expresó en la propia Constitución de la OMS. No se trata de asegurar la misma salud para todas las personas, sino de garantizar el cuidado que sea preciso para que cada persona pueda desarrollar su potencial como ser humano. Y es que una frase trascendental de la Constitución de la OMS deja explícito que “el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social”.
En los 75 años transcurridos ha habido luces y sombras, pero no cabe duda de que la OMS ha contribuido al avance en la protección de las personas frente a enfermedades y problemas de salud. Son un ejemplo de ello la erradicación de la viruela, la reducción de la incidencia de la poliomielitis en un 99 por ciento desde la década de 1980, la práctica eliminación de cinco enfermedades tropicales, la vacunación infantil (que ha permitido salvar millones de vidas), los programas de salud materno-infantil, y el establecimiento de normas mundiales para el agua potable.
De forma complementaria, la OMS ha prestado apoyo a los países en la adopción de un tratado histórico sobre el control del tabaco, en la regulación de la comercialización agresiva de los sucedáneos de la leche materna y en la notificación de emergencias sanitarias que podrían propagarse por todo el mundo, además de reclamar la necesidad de hacer frente a las desigualdades estructurales en el acceso a los servicios de salud por parte de la población
Pero no es momento de complacencias, dado que los retos actuales siguen siendo enormes. No hay más que recordar las preocupaciones de nuestros días, como el impacto y devastación generada por la pandemia de COVID-19, y la propia pandemia silenciosa de enfermedades crónicas no transmisibles (incluyendo cáncer, diabetes y enfermedades cardiovasculares y respiratorias), en un contexto de falta de equidad en el acceso a los servicios de salud. Junto a ello los conflictos armados, los efectos de la crisis climática (que ponen a millones de personas en peligro por las inundaciones y la sequía), la contaminación atmosférica descontrolada y… las noticias falsas, desinformación o información errónea que se expande por las redes frecuentemente obstaculizando que se tomen las decisiones más acertadas en materia de salud.
Y qué decir de la intensa transformación digital generada a partir de los desarrollos tecnológicos y la inteligencia artificial en los tiempos que estamos viviendo. Desde luego que esos desarrollos pueden ofrece muchas ventajas, como la teleasistencia efectiva. Pero es esencial que su acceso esté disponible para todos y que las personas sepan cómo utilizarla. La accesibilidad es crucial para garantizar la cercanía y un uso efectivo de los servicios de salud. Para algunas generaciones, el uso de herramientas informáticas en la atención primaria debe ser opcional y nunca debe reemplazar el contacto personal, que es más accesible para muchas personas.
La inversión pública en salud debe abordar estos aspectos, asegurando que toda la población pueda utilizar el sistema de manera fácil y voluntaria, y sin eliminar la necesaria interacción directa de las personas. Y finalmente no podemos dejar de mencionar otras amenazas para el bienestar de las personas, como las generadas por factores que van más allá de la salud, como las crisis económicas y comerciales.
Para combatir este tipo de desafíos, la OMS ha ido cambiando y deberá adaptarse para prestar mejores servicios hoy y en los años venideros. Esperemos haber aprendido de la peor pandemia de la historia reciente, y promover un tratado sobre pandemias, la revisión del Reglamento Sanitario Internacional y otras iniciativas financieras, de gobernanza y operacionales que permitan al mundo estar preparado frente a futuras pandemias y emergencias sanitarias.
Precisamente este año, bajo el lema Salud para todos, la OMS exhorta a los poderes públicos y a la sociedad a garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades, recordando que la salud es un derecho básico y que todas las personas deben tener acceso a los servicios de salud esenciales. El derecho a la salud forma parte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y, de forma más reciente, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Es necesario que toda la sociedad se involucre en la creación de condiciones que permitan una vida saludable y plena de bienestar. Esto implica participar en la construcción de entornos saludables y en el diseño de los servicios de salud esenciales.
Y para hacer operativo lo anterior, es preciso contar con una organización supranacional con legitimidad y capacidad de acción. En otras palabras, la OMS es, por su naturaleza, esencial. De hecho, si no existiera habría que crearla. Y es que proteger la salud es fundamental para nuestras economías, sociedades, seguridad y estabilidad. Nos jugamos mucho. Nos jugamos la propia vida.