Este invierno la gripe y otras enfermedades que se extienden con el frío han provocado una intensa crisis sanitaria. Son muchas las personas que se han visto obligadas a acudir a hospitales y centros de salud aquejadas de fiebres altas, de falta de oxígeno o de malestar estomacal. Y a todas les gusta pensar que se las ha tratado con las mismas garantías de éxito que en otros centros.

João Marques-Gomes.

Pero lo cierto es que no es así. Comparar los indicadores que arroja cada uno de ellos nos hace ver que hay mejores y peores opciones. Ya sea por falta de recursos materiales o humanos, porque se utilizan diferentes protocolos o porque no se están dando los incentivos adecuados. Nos faltan datos para tomar la mejor decisión.

Ese es el motor que mueve a la European Association of Value-Based Health Care, o Asociación Europea de Salud Basada en Valor, que el próximo mes de marzo estará en Madrid tratando la importancia de este tema, esencial para la mejora de la eficacia y la eficiencia en el entorno sanitario.

Así lo explicamos en Bruselas hace unos meses ante el Parlamento Europeo, porque esta es una situación que se da en todos los países de la UE. Por ejemplo, en Alemania nos encontramos que la tasa de recuperación tras una cirugía de cadera es 18 veces menor entre el mejor hospital y el peor en esta especialidad, según el International Consortium of Health Outcomes Measurement (ICHOM). Y en Suecia hay una diferencia 36 veces mayor en cuanto a operaciones de cataratas.
Es decir, se están financiando prácticas clínicas que no son todo lo buenas que podrían ser. Y eso es algo que repercute directamente sobre la salud del ciudadano. Porque un mal diagnóstico o un mal tratamiento significa también una mala o mismo nula recuperación y una persona que estará enferma durante más tiempo y que podrá ver su condición clínica empeorar.

Esto conlleva una peor situación social, por la falta de salud y la desigualdad en el acceso, una falta de confianza del ciudadano hacia el entorno sanitario y la administración pública. Y, lógicamente, un mayor gasto sanitario en un momento en el que la combinación de coste y eficiencia es esencial.

Hemos de ser capaces de recoger este tipo de datos útiles y de trasladárselos de forma transparente y comprensible a la ciudadanía. Gracias a las comparativas los sanitarios tendrían más herramientas para avanzar desde el punto de vista profesional. Los gestores contarían con más información para negociar con sus proveedores, diseñando sistemas de pagos por resultados obtenidos. Y los pacientes no solo entenderían mejor cómo podrían adherirse a las terapias, sino que también sabrían qué proveedores obtienen los mejores resultados.


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