Por Margarita Alfonsel, Secretaria general de Fenin

A menudo vemos artículos en prensa que llaman nuestra atención, ya que hablan sobre Tecnología Sanitaria más propia de una película futurista. Robots que asisten a los cirujanos en intervenciones quirúrgicas, operaciones realizadas a fetos dentro del vientre materno, monitorizaciones de pacientes que están a miles de kilómetros de distancia de su médico, predecir y evitar un infarto semanas antes de que ocurra… y un largo etcétera. Pero nada de esto es ciencia ficción, es real y está ocurriendo hoy.

Mientras lees estas líneas, esas y muchas otras innovaciones están presentes y son clave en miles de quirófanos, de centros hospitalarios y en los propios domicilios de los pacientes, que constituyen hoy día una extensión del hospital, donde el sistema sanitario también es capaz de ofrecer cuidados en salud. Para ello, disponemos de alrededor de 500.000 referencias de Tecnología Sanitaria al servicio de nuestra salud, a lo largo de todas las etapas de nuestra vida, incluso desde antes del nacimiento.

Y es que este tipo de tecnología, siempre de la mano y experiencia de los magníficos profesionales sanitarios, es una fuente constante de innovación, en permanente evolución para dar respuesta a las necesidades médicas de una población como la actual, caracterizada por el envejecimiento, la mayor prevalencia de enfermedades crónicas y el aumento del número de pacientes pluripatológicos y dependientes. Y en este contexto, el sector que representa Fenin es el aliado tecnológico que proporciona buena parte de esa innovación a un sistema sanitario excelente pero que, al mismo tiempo, debe afrontar y dar una respuesta contundente a sus retos, especialmente a aquellos que afectan a su sostenibilidad.

“Para que la innovación esté presente en cada centro hospitalario necesitamos contar con el compromiso de la administración y con una financiación finalista y suficiente”

Muchos son los debates e iniciativas de diversa índole en los que se trata de encontrar solución a estos importantes desafíos. Y aunque efectivamente no es fácil dar con la fórmula magistral, es preciso poner el acento en algunos aspectos en los que seguro estaremos de acuerdo, eliminando del debate todo lo superfluo y centrándonos en lo esencial. Así coincidiremos en que la innovación —en todos los ámbitos, desde la prevención, hasta los tratamientos y terapias punteros, pasando por los aspectos de gestión—, constituye la verdadera punta de lanza para “mejorar la salud” de nuestro sistema sanitario de modo que este, a su vez, pueda continuar ocupándose del cuidado de la población con los máximos estándares de excelencia y calidad. Y para que la innovación esté presente en cada hospital y en cada centro hospitalario de nuestra geografía necesitamos contar no sólo con la implicación y el compromiso de las administraciones, sino también con una financiación realista y suficiente que garantice el acceso de la población a dicha innovación, con independencia de su lugar de residencia.

Pensemos, por ejemplo, en el equipamiento tecnológico de los quirófanos o en el presente en áreas tan críticas para nuestra salud como las UCIS, pero también en la tecnología necesaria para prevenir, diagnosticar y tratar enfermedades de vital importancia para nuestra salud y supervivencia, como son los TACS, los ecógrafos, los equipos de radioterapia, etc. Y sin olvidarnos de esa otra tecnología que ayuda a hacer frente con calidad de vida al siempre difícil día a día de miles de enfermos crónicos.

Frente a esto, lo cierto es que en nuestro país el gasto en Tecnología Sanitaria representa el 7 por ciento del total del presupuesto sanitario. Y esto nos lleva a pensar si en pleno siglo XXI no es hora ya de desechar ese concepto tan anacrónico como es el de “gasto” y de reemplazarlo por el de “inversión social”. Porque en el ámbito de la salud existe una delgada línea, a menudo invisible incluso para los propios gestores sanitarios, entre ambos conceptos y este es, indudablemente, un cambio de mentalidad necesario en el que deberemos continuar ahondando.

Parafraseando al brillante biólogo William Haseltine, “la salud de tu gente es la salud de tu economía” y ciertamente no existe mejor inversión, más rentable y con mayor nivel de retorno social que aquella que se destina al cuidado de los ciudadanos, que son el verdadero motor y los cimientos en los que se asienta nuestra sociedad.
¿Y ustedes, qué opinan?n