Julio Zarco, Presidente de la Fundación Humans

En alguna ocasión he referido que la sanidad está plagada de términos y conceptos paradigmáticos que a fuerza de su repetición incansable, se convierten en modas recurrentes en los foros sanitarios. A esta categoría pertenecen conceptos como coordinación sociosanitaria, cronicidad o el mito de la atención primaria como puerta de entrada al sistema sanitario. Desde hace cinco años otro concepto ha entrado con fuerza para quedarse durante unas décadas y luego diluirse sin estridencias ni debate: humanización del sistema sanitario.

En primer lugar la aparición de estos conceptos afloran cuando el sistema sanitario se encuentra en una vía muerta de estancamiento y desarrollo y desde la política sanitaria se necesita generar debate interno sobre la viabilidad y sostenibilidad del sistema sanitario. Casi siempre el estandarte de estos debates los sostienen organizaciones profesionales que se enganchan a la propuesta de los servicios de salud. Estas propuestas son utilizadas por la empresa privada y los proveedores de servicios como fórmula de acercamiento a las administraciones sanitarias y de buscar alineamientos entre los decisores políticos, los profesionales, los pacientes y los proveedores. No entro en el análisis y juicio de la pertinencia y justificación de tal proceder, tan solo analizo una situación, que se nos plantea de una manera cíclica y regular. Lo efímero de estas situaciones, viene condicionado básicamente por el tiempo que dura en consumirse el debate y los recursos económicos que se emplean para generarlo.

“No puede darse humanización sin humanismo, ni humanismo sin humanización, aunque la acción con la cual se expresa el humanismo, es la humanización”

Teniendo en cuenta las premisas anteriores y dejando claro que mi interés de los últimos treinta años se centra en lo que hoy se denomina humanización, voy a tratar de argumentar porque este debate actual sobre la humanización del sistema sanitario no debe ser pasajero.

En primer lugar el término humanización es un término inadecuado para definir una aptitud, dimensión y rasgo que deben de presentar los profesionales que trabajan para el cuidado de las personas y una característica del propio sistema sanitario en el acogimiento de la persona enferma. Cuando hablamos de la relación de la persona enferma con los profesionales que la atienden y cuando hablamos del sistema sanitario al que acude la persona enferma, tenemos que abordar desde una perspectiva sistémica y ecológica esta relación. Los cuidados que depositamos en la persona enferma y su familia y cuidadores están influidos por múltiples variables. Quizás la que más influye sea la relación médico-paciente o mejor dicho profesional-paciente, dado que en los equipos multidisciplinares son muchos los profesionales que pueden y deben de atender a los pacientes, como enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales, farmacéuticos, etc.

Es evidente que una adecuada relación interpersonal condiciona de una manera muy decisoria la percepción de los cuidados que recibe una persona enferma o un familiar. Ello requiere desarrollar la dimensión humana de las profesiones sanitarias y centrarnos en el desarrollo de las capacidades y actitudes psicoafectivas y comunicacionales de los profesionales. Esto es “Humanismo”, entendido como los conocimientos, actitudes y desempeños de la dimensión humana que debe de poseer todo profesional dedicado al trato y tratamiento de las personas. Es por ello que hay que ser muy cuidadoso cara a definir de manera concisa que entendemos por humanización y que entendemos por humanismo. Humanización es hacer más humana una realidad, focalizarse más en los aspectos personales y des-cosificar a las personas, para que sean eso, personas.
No puede darse humanización sin humanismo, ni humanismo sin humanización, aunque la acción con la cual se expresa el humanismo, es la humanización, siendo el humanismo no tanto la acción, sino el rasgo o la dimensión.

Por ello siguiendo los criterios de Laín Entralgo, deberíamos hablar de “Humanismo” y yo añadiría “Humanismo sociosanitario”, puesto que nuestra aproximación debe de ser por igual social que sanitaria.
Esta redefinición conceptual, nos lleva a un replanteamiento de nuestros focos de interés, pues el trabajo desde las administraciones, organizaciones profesionales y mundo académico, debe de centrarse en potenciar los rasgos humanísticos de los profesionales y del sistema sanitario, es decir básicamente, la ética, la justicia, la información, la comunicación, el respeto, la dignidad, la compasión, etc.
Al concepto “Humanismo sociosanitario” debemos añadir otro concepto que enmarca nuestro foco de interés, que es el concepto “Homosfera sociosanitaria”.

Este es un concepto que procede del filósofo soviético Vladimir Vernadki, que a principios del siglo XX hablaba de “noosfera” para definir la tercera etapa evolutiva del planeta tierra. En un primer momento y cuando aún no existía la vida en la tierra, podría hablarse de geosfera. Al aparecer la vida sobre nuestro planeta podríamos hablar de biosfera y cuando apareció el pensamiento lógico-racional, hablamos de noosfera. Este pensamiento evolutivo fue recogido por el paleontólogo suizo Teihard de Chardin, para avanzar que en el continuo dinamismo del cosmos, la evolución es continua y que habrá otros pasos evolutivos después de la noosfera. Desde mi punto de vista, el siguiente paso evolutivo después de la noosfera es la “homosfera”, la profundización en la consciencia del ser humano. La homosfera se entiende como todas aquellas interrelaciones entre los distintos actores del escenario sociosanitario presididas por los valores humanísticos. Este es un concepto sistémico donde lo que más nos interesa es la interrelación entre profesionales-pacientes, pacientes-gestores, gestores-administraciones y ciudadanos-administraciones.

Si queremos abordar la “humanización” del sistema sanitario, tenemos que velar por hacer pedagogía y fomentar los valores humanísticos de los profesionales y del sistema sanitario en un marco de la homosfera sociosanitaria, solo así recuperaremos el tiempo perdido.n