Sandra Pulido Madrid | viernes, 16 de noviembre de 2018 h |

Los avance en medicina genómica están resaltando la importancia que tiene la bioinformática como herramienta metodológica fundamental pero a su vez están destapando la desestructuración existente en la captación de datos de la información médica.

La Jornada ‘Cruce de caminos en terapia génica, ¿dónde confluyen la ciencia y la tecnología?’ de la Fundación Pfizer y la Fundación Ramón Areces, ha evidenciado los esfuerzos necesarios de ambos campos para poder aplicar las terapias más innovadoras como las CRISPR y las células CART.

Julián Isla Gómez, ingeniero de software experto en inteligencia artificial y presidente de Fundación 29, aseguró que el momento actual es “apasionante” en el sentido de que hay datos de forma masiva que podemos utilizar. Sin embargo, también puntualizó que el tratamiento de los datos en el mundo médico comparado con otras “ingenierías” es muy diferente. “El médico no sabe si el antibiótico que me ha recetado me ha funcionado, si lo he probado otra vez, si he ido otro médico y si me muero, mi médico de atención primaria no se entera. Pero ahora que la gestión de datos es accesible y barata hay que avanzar en ello”, indicó, para añadir que “no puede ser que el paciente llegue con la bolsa de los informes. Eso tiene que estar en el sistema”.

En esta misma línea, Juan Antonio García Ranea, científico del departamento de Biología Molecular y Bioquímica de la Universidad de Málaga, declaró que “es realmente una pena que no se puedan aprovechar los datos del historial médico porque hay muchas legislaciones y aquí hay una problemática que yo trasladaría a nivel europeo” continuó para aclarar que está responsabilidad no tienen que caer en el médico de familia “Está claro que no podemos exigir que el médico meta datos. Habría que hacer un marco a nivel nacional que permita la comparativa de datos y, además, necesitemos perfiles profesionales para ello”.

Asimismo, otro cuello de botella al que se enfrenta el big data es “que la información que se deposita hable el mismo lenguaje en todas partes del mundo porque esta es la materia prima que nos permite ver todos los fenotipos”, reclamó el biólogo molecular.

La importancia del mismo lenguaje radica en “poder encontrar otros pacientes con el mismo problema. Pero primero los médicos se tienen que poner de acuerdo en la denominación de los síntomas”, explicaba Isla Gómez quien expuso que encontrar comunidades de pacientes permite descubrir las mutaciones de la comunidad y llegar a identificar las causas genéticas de su enfermedad.

Inteligencia artificial

Durante la jornada los expertos insistieron en que la capacidad para extraer información biomédica en la última década es inmensa. Sin embargo, las redes de asociaciones emergentes entre dichos datos son “astronómicamente complejas” y por tanto, intratables para el cerebro humano.

“De ahí que necesitemos inteligencia artificial (IA) y este es el camino que están siguiendo los proyectos más punteros a nivel mundial”, continuó Isla, “porque va a dar superpoderes a los médicos”, añadió.

“Nosotros estamos intentando resolver a nivel computacional el problema de la descripción de los síntomas de la enfermedad y si unimos la capacidad de IA con la capacidad ontológica generaremos redes de datos”, insistió el ingeniero de software.

Finamente, el experto reflexionó sobre la diversidad de los organismos. “Es fascinante pero esta diversidad es muy difícil de manejar con las herramientas que tenemos y no vamos a gestionar esa complejidad con las manos. Necesitemos las maquinas”, concluyó.

Los avance en medicina genómica están resaltando la importancia que tiene la bioinformática como herramienta metodológica fundamental pero a su vez están destapando la desestructuración existente en la captación de datos de la información médica.

La Jornada ‘Cruce de caminos en terapia génica, ¿dónde confluyen la ciencia y la tecnología?’ de la Fundación Pfizer y la Fundación Ramón Areces, ha evidenciado los esfuerzos necesarios de ambos campos para poder aplicar las terapias más innovadoras como las CRISPR y las células CART.

Julián Isla Gómez, ingeniero de software experto en inteligencia artificial y presidente de Fundación 29, aseguró que el momento actual es “apasionante” en el sentido de que hay datos de forma masiva que podemos utilizar. Sin embargo, también puntualizó que el tratamiento de los datos en el mundo médico comparado con otras “ingenierías” es muy diferente. “El médico no sabe si el antibiótico que me ha recetado me ha funcionado, si lo he probado otra vez, si he ido otro médico y si me muero, mi médico de atención primaria no se entera. Pero ahora que la gestión de datos es accesible y barata hay que avanzar en ello”, indicó, para añadir que “no puede ser que el paciente llegue con la bolsa de los informes. Eso tiene que estar en el sistema”.

En esta misma línea, Juan Antonio García Ranea, científico del departamento de Biología Molecular y Bioquímica de la Universidad de Málaga, declaró que “es realmente una pena que no se puedan aprovechar los datos del historial médico porque hay muchas legislaciones y aquí hay una problemática que yo trasladaría a nivel europeo” continuó para aclarar que está responsabilidad no tienen que caer en el médico de familia “Está claro que no podemos exigir que el médico meta datos. Habría que hacer un marco a nivel nacional que permita la comparativa de datos y, además, necesitemos perfiles profesionales para ello”.

Asimismo, otro cuello de botella al que se enfrenta el big data es “que la información que se deposita hable el mismo lenguaje en todas partes del mundo porque esta es la materia prima que nos permite ver todos los fenotipos”, reclamó el biólogo molecular.

La importancia del mismo lenguaje radica en “poder encontrar otros pacientes con el mismo problema. Pero primero los médicos se tienen que poner de acuerdo en la denominación de los síntomas”, explicaba Isla Gómez quien expuso que encontrar comunidades de pacientes permite descubrir las mutaciones de la comunidad y llegar a identificar las causas genéticas de su enfermedad.

Inteligencia artificial

Durante la jornada los expertos insistieron en que la capacidad para extraer información biomédica en la última década es inmensa. Sin embargo, las redes de asociaciones emergentes entre dichos datos son “astronómicamente complejas” y por tanto, intratables para el cerebro humano.

“De ahí que necesitemos inteligencia artificial (IA) y este es el camino que están siguiendo los proyectos más punteros a nivel mundial”, continuó Isla, “porque va a dar superpoderes a los médicos”, añadió.

“Nosotros estamos intentando resolver a nivel computacional el problema de la descripción de los síntomas de la enfermedad y si unimos la capacidad de IA con la capacidad ontológica generaremos redes de datos”, insistió el ingeniero de software.

Finamente, el experto reflexionó sobre la diversidad de los organismos. “Es fascinante pero esta diversidad es muy difícil de manejar con las herramientas que tenemos y no vamos a gestionar esa complejidad con las manos. Necesitemos las maquinas”, concluyó.