C. S. Valencia | viernes, 20 de noviembre de 2015 h |

Uno de los problemas a los que se enfrentan los expertos en esclerosis múltiple (EM) en cuanto al arsenal terapéutico existente es cómo establecer un equilibrio entre la seguridad y eficacia de cada una de las opciones disponibles. Esta es una de las ideas que remarcó Francisco Javier Carod, neurólogo consultor del NHS Highland Raigmore Hospital (Inverness, Reino Unido), durante el simposio ‘Tratamiento precoz que impacta a largo plazo’, organizado por Merck, en el marco LXVII Reunión Anual de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

“En algunas formas más agresivas de EM, tendemos a utilizar fármacos más eficaces; lo que ocurre es que los inmunosupresores parece que guardan relación con mayores índices de efectos secundarios”, explicó a GM.

Y, aunque no en todas las regiones ni países de Europa se cumplen las directrices de igual forma, la tendencia es establecer criterios de monitorización fundamentados en las normas de la Agencia Europea del Medicamento (EMA). En este sentido, añadió que hoy en día, se está produciendo una adaptación a programas terapéuticos que exigen una monitorización de seguridad cada vez más prolongada. “Obviamente, esto no lo puede hacer solo el neurólogo, sino que es necesario contar con un equipo multidisciplinar”.

Interferón beta-1a

Asimismo, durante el simposio se habló de que después de 15 años utilizando interferón beta-1a —comercializado por Merck como Rebif—, este sigue demostrado seguridad y eficacia a largo plazo.

Demuestra porcentajes altos de ‘No evidencia de la actividad de la enfermedad (NEDA)’ a los dos primeros años del tratamiento, como dijo Albert Sáiz, del Hospital Clinic (Barcelona), además de tener “una acción rápida y un efecto en la reducción de la discapacidad”, como puntualizó el jefe de la Unidad de EM del Hospital de Bellvitge (Barcelona), Sergio Martínez Yélamos.

Al respecto, Carod resaltó que es eficaz para prevenir recaídas y que ha demostrado la prevención de la progresión de discapacidad en torno a un 35 por ciento frente placebo a los dos años. Aparte, “en relación a los efectos adversos no se ha detectado ningún riesgo significativo de infecciones oportunistas, de neoplasias o de leucopatía multifocal progresiva (LMP)”, apostilló.

Finalmente, el jefe del Servicio de Neurología del Complejo Carlos Haya (Málaga), Óscar Fernández, hizo un apunte sobre la importancia de mantener una buena adherencia. En este sentido, comentó que cada vez más, los neurólogos apuestan por tratamientos personalizados, cuyo fin es que “se mantenga un alto grado de adherencia y, en consecuencia, aumentan la eficacia y la seguridad, al tiempo que se mejora el perfil riesgo-beneficio del fármaco”, concluyó.