La inmunización antigripal está adquiriendo gran protagonismo fruto de que los expertos en la materia pronostican que la siguiente pandemia que pondrá a prueba la capacidad de respuesta del Sistema Nacional de Salud (SNS) vendrá de la mano de la influenza. Motivo de ello, GM se ha puesto en contacto con Pepe Martínez Olmos, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP), para profundizar en el punto de vista que tiene sobre diferentes aspectos ligados a la inmunización frente a esta enfermedad epidémica.

Según el especialista, el abordaje que se hace desde España de la gripe es óptimo. “Desde hace mucho tiempo tenemos una estrategia de prevención con una aplicación de la vacuna bastante adecuada y bastante exitosa, en general”, valora. Siguiendo esta línea, hace alusión a las coberturas vacunales de las que goza nuestro país. “Hemos tenido, aunque con diferencias de un año a otro, siempre buenas coberturas vacunales“, asegura. No obstante, incide en que se han de mejorar. Además, hace referencia a que, como país, tenemos tradición en los grupos de riesgo y en la disponibilidad de vacunas, no obstante, alega que “queda camino por recorrer”.

Fortalezas y puntos a mejorar de la estrategia vacunal española

Profundizando en la estrategia de vacunación española y sus puntos fuertes y débiles, indica que ésta cuenta con un planteamiento global del conjunto del sistema sanitario, que adquiere las vacunas a los diferentes proveedores y que las pone a disposición en la red, especialmente en las redes de atención primaria. “Son un punto fuerte, hay tradición, hay recursos, hay vacunas, hay centros de salud que administran la vacuna y profesionales, sobre todo los de enfermería, que están ahí al pie del cañón”, subraya.

Asimismo, destaca como otra de las fortalezas que, en general, sobre todo la población de riesgo mayor de 65 años y los que padecen patologías crónicas, tienen la costumbre de acceder al programa de vacunación.

En la otra cara de la moneda se encuentran los aspectos a mejorar, entre los que destaca la concienciación y la adherencia vacunal. Al respecto, Martínez Olmos se refiere a que la pandemia ha influido en la percepción social de la influenza. “Durante la pandemia ha habido un momento determinado donde la gripe ha tenido menos presencia, la preocupación ha estado fundamentalmente centrada, como era lógico, en la COVID-19”, sostiene. Así, se ha producido una subestimación de la enfermedad, “parece que no tiene trascendencia cuando sí que la tiene”, alerta.

Motivo de ello, reivindica que se incida en dos mensajes concretos. Por un lado, la relevancia de la gripe como enfermedad, aludiendo a sus consecuencias para las poblaciones vulnerables y, por otro, a la calidad de las vacunas disponibles. “Se debe hacer énfasis en que una de las fortalezas que tienen las vacunas estacionales es que se adaptan a los virus circulantes, por lo tanto, tenemos gran tradición de elaboración de vacunas con gran calidad”, asegura Martínez Olmos.

Desafección por la inmunización frente a la gripe

Como consecuencia directa de esto, también se ha incrementado la desafección por la inmunización frente a la gripe. En este sentido, explica que se deberían analizar las razones por las que los ciudadanos no se vacunan, ya sea por falta de voluntad o porque tienen barreras ligadas a la accesibilidad. “En función de ese análisis, habría que establecer estrategias de información y educación que permitan conseguir mejores coberturas vacunales”, garantiza.

Por otro lado, también ha mencionado que, basándose en los datos de la temporada pasada, una de las áreas de mejora está estrechamente ligada a aumentar y mejorar la adherencia a la vacunación en la población, en especial en la franja de edad de 65 a 75 años. En este aspecto, también ha hecho hincapié en lo esencial que es fomentarla en el colectivo conformado por los profesionales sanitarios. “Es muy llamativo lo insatisfactorias que son las coberturas de este colectivo”, lamenta Martínez Olmos. Motivo de ello, insiste en que “tienen que dar un paso más con su ejemplo”.

Además, ha remarcado que lo que hay que hacer es “un llamamiento a la responsabilidad y a la ética, es decir, proteger a un profesional que está atendiendo a población de riesgo es proteger no solamente a ese profesional, sino también proteger a la población de riesgo”. Para lograr esto, el especialista garantiza que “tenemos tiempo”, “podemos trabajarlo antes de que empiece la siguiente campaña”.

Lograr la homogeneidad autonómica a través del análisis cualitativo

En la actualidad, hay notables variaciones en función de la comunidad autónoma en cuanto a las coberturas vacunales. Esto refleja que hay un amplio margen de mejora para lograr una unificación a nivel nacional. “Cuando hacemos un esfuerzo por inmunizar a la población con alguna vacuna, queremos coberturas que estén en torno al 90 por ciento, cuanto más amplia sea, más garantía de protección tenemos”, enfatiza. En esta línea, remarca que estas diferencias poblacionales y territoriales están ligadas a la valoración que hacen los que están llamados a ser vacunados sobre la vacuna.

De hecho, hace hincapié en que no se puede hacer una “interpretación patriarcal” de por qué la población no se vacuna, “es un error”, garantiza. Martínez Olmos apuesta por hacer un análisis con estudios cualitativos que se acerquen a las poblaciones para entender qué motiva a vacunarse o qué motiva a no vacunarse. Y, en función de eso, establecer estrategias. Disponiendo de esta información indica que se puede establecer una intervención educativa tratando de explicar, de informar y de formar en relación a esa creencia o esas valoraciones.

Incidiendo en este último aspecto, hace alusión a que se debe hacer este análisis anualmente, dado que los patrones de comportamiento y de valoración pueden cambiar de una temporada a otra. “Anualmente, hay que analizar cualitativamente dónde están las ‘bolsas de población’ en las que no se consigue esa cobertura ideal e intervenir”, informa. “Hay que estudiarlo constantemente porque es algo dinámico”, añade. Así, sostiene que se realizaría una “intervención caso a caso a través de grupos focales y de discusión“. Asimismo, relata que, “aunque haya creencias o actitudes que pueden ser generales o compartidas por muchos territorios, también hay situaciones específicas de cada autonomía”.

Un sistema sanitario preparado

Según los expertos en la materia, hay previsiones de que la siguiente pandemia sea de gripe. Ante este horizonte, una de las preguntas que sobrevuela es si el SNS está preparado para afrontarla con las máximas garantías o no. Respecto a ello, Martínez Olmos confirma que sí, “estamos más preparados, siempre que se trate de una infección respiratoria aguda que tenga consecuencias similares a las de la COVID-19 desde el punto de vista clínico”. Asimismo, hace referencia a la importancia de hacer previsiones de mascarillas, sistemas de protección para los profesionales o aparatos de respiración automática para la UCI.

Por otra parte, señala que tanto el mundo desarrollado, en general, como España, en particular, están más preparados a la hora de producir vacunas. “Tanto Europa como España han hecho previsión de disponer de reservas estratégicas de este tipo de productos, de materiales e incluso de tratamientos comunes”, explica. Además, afirma que el objetivo es que, teniendo esa reserva estratégica, no pase lo que sucedió con la COVID-19, “que gran parte del mundo se encontró sin mascarilla, no había protección para los profesionales, etcétera”.

La importancia de monitorizar las cepas circulantes con tiempo

En la actualidad, según indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), se desconoce si los virus de la gripe aviar, porcina y de otro tipo que circulan actualmente darán lugar a una futura pandemia. Sin embargo, se está trabajando en el desarrollo de una vacuna universal que proteja a la ciudadanía frente a diferentes cepas de la gripe para poder hacer frente a una posible pandemia de esta índole. Sin embargo, para Martínez Olmos lograr su desarrollo no es lo más esencial. “Nosotros podemos tener una vacuna de la cepa circulante en el año 2024, en el 2023 y en el 2022, pero si la de 2023 y la de 2022 no circulan en el 2024, no sirve de poco”, relata.

De hecho, indica que lo más fundamental, bajo su punto de vista, es que se siga teniendo la capacidad de monitorizar cuáles son las cepas circulantes con tiempo suficiente para la preparación, a nivel de laboratorio, de la vacuna con esa cepa y que ésta esté a disposición de la población”. Asegura que este sistema, en general, “funciona bien”.

Retos y futuro de la vacunación antigripal

Poniendo el foco sobre los retos a los que se enfrenta la vacunación antigripal y el futuro que le espera, el profesor de la EASP destaca lograr buenas coberturas y resolver qué relación va a tener la COVID-19 con la gripe, tanto en términos epidemiológicos como en términos de estrategia de vacunación. “Hay que resolver aspectos como si la COVID-19 es una enfermedad estacional como la gripe o si se tiene que poner la vacuna conjunta o no”, menciona. No obstante, alega que “todo apunta a que van a ser patologías diferentes y a que la COVID-19 no va a ser estacional”.

También recalca la necesidad de tener una estrategia más dinámica de análisis de las bajas coberturas para incidir sobre ellas y que todas las profesiones sanitarias se vacunen mucho más de lo que están haciendo. “Los profesionales sanitarios tenemos una responsabilidad, tenemos que ser más conscientes, si cabe, de la responsabilidad social que tenemos”, reivindica.

Con respecto a cómo ve el futuro de la vacunación frente a la influenza sostiene que es optimista. “Hay conciencia, hay interés por parte de todos los actores, las propias compañías farmacéuticas y la administración sanitaria, en que las coberturas sean las adecuadas y en que el programa siempre esté disponible con la última cepa y las mejores vacunas disponibles”, concluye Martínez Olmos.


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