Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la diferencia en años de esperanza de vida al nacimiento a favor de la mujer creció o se mantuvo estable en España hasta mediados de los años 90, como consecuencia de una mortalidad masculina más elevada debida a factores biológicos, estilos de vida y conductas de riesgo. Pero se ha ido reduciendo en las dos últimas décadas, pasando de 6,8 años de diferencia a favor de la mujer en el año 2022, a 5,7 años en 2012 y a 5,4 años en 2022. Además, se espera que el aumento de la esperanza de vida acelere el envejecimiento poblacional a partir de 2030, pues como ha afirmado el responsable del Grupo de Trabajo en Neurología de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Alberto Freire Pérez, “es la fecha en la que superarán los 65 años los nacidos en el “baby boom” de mediados de los años 50 a mediados de los 70”.

Enfermedades en personas mayores

El aumento de la esperanza de vida no ha ido acompañado de los ajustes necesarios en el sistema de salud y de cuidados requeridos. Esto ha tenido como consecuencia que muchas personas mayores lleguen a esta etapa con multitud de enfermedades, predominantemente crónicas, lo cual está directamente relacionado con una alta prevalencia de limitaciones funcionales. Entre esas enfermedades podemos encontrar “aquellas que tienen que ver con el desgaste lógico de los tejidos como las osteomusculares, del sistema nervioso y órganos de los sentidos (pérdida de agudeza visual y auditiva). También las que tienen que ver con los factores de riesgo metabólicos (diabetes, enfermedades cardiovasculares), con los estilos de vida y de conducta y ambientales (contaminación del aire y agua)” ha señalado Freire Pérez.

Aunque es parte del proceso de envejecimiento, la pérdida de funcionalidad se ve incrementada por la presencia de patologías concomitantes, lo que contribuye al aumento de la cantidad de personas mayores en situación de dependencia. Esta situación genera una carga significativa tanto para los sistemas de salud como para las familias y cuidadores, quienes a menudo carecen del apoyo necesario para manejar adecuadamente estas demandas.

Adaptar los sistemas de salud

En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha querido solicitar a todos los países que adapten sus sistemas de salud a las necesidades de las personas mayores. Esto implica entender la salud no solo como un medio para aumentar la esperanza de vida, sino también para mejorar la calidad de vida de estos años adicionales, reduciendo o ralentizando la aparición de dependencia y, por consecuencia, de la discapacidad.

Según ha asegurado Alberto Freire Pérez, las medidas que tendrían que tomar los sistemas de salud para adaptarse a esta situación serían “intervenciones políticas destinadas a prevenir y disminuir los factores de riesgo metabólicos y conductuales, y control de los contaminantes ambientales”, además de un “aumento de los recursos sociosanitarios y políticas que favorezcan la permanencia de las personas mayores en su entorno”.

Funcionalidad

En cuanto a la funcionalidad, en los últimos años ha habido un cambio significativo en su comprensión. Mientras que en los años 80 se veía como un proceso lineal que iba de la enfermedad a la discapacidad y, por lo tanto, a la necesidad de asistencia, hoy en día esta perspectiva ha evolucionado. Actualmente, la funcionalidad se entiende como “el conjunto de funciones tanto mentales como físicas que nos permiten realizar actividades para poder vivir de manera independiente dentro de la sociedad”, ha señalado Freire Pérez. Esto implica que, con las intervenciones adecuadas, sea posible mejorar o mantener la funcionalidad, incluso cuando se tienen enfermedades crónicas.

Test Mongil

En el contexto actual, se combinan todos estos factores, y la idea del “envejecimiento saludable” cobra mayor importancia. Es por ello por lo que la especialista en Geriatría, Rosa López Mongil, ha desarrollado el test Mongil de funcionalidad. Se trata de tres test jerarquizados que “permiten evaluar las actividades avanzadas de la vida diaria que habitualmente son las primeras que se pierden cuando comienza un deterioro cognitivo” ha asegurado Freire Pérez.

Con la valoración de las actividades avanzadas de la vida diaria, lo que se pretende es “reducir la puntuación fomentando las actividades que mejoran las funciones cognitivas, afectivas y de aumento de calidad de vida”, para así detectarlas, lo que “nos permite a los médicos ayudar al paciente fomentando que retome o potencie esas actividades, que recupere su vida social, sus hobbies, salir, relacionarse, realizar actividades culturales”, ha concluido Freire Pérez.

Con el objetivo de que este test se encuentre disponible para todos los profesionales interesados relacionados con la valoración de la funcionalidad, SEMG ha elaborado un modelo para cumplimentar online, a modo de calculadora, accesible de manera gratuita por todos los profesionales interesados.


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