La Farmacia debe evolucionar y acabar con el miedo al cambio

Por Jaime Espolita, presidente de la Sociedad Española de Farmacia Rural (SEFAR)

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Pues, entre unas cosas y otras, nos hemos presentado ya en el año 2024. Los que peinamos canas, aún tenemos en la memoria aquel famoso “Efecto 2000” que tantos problemas iba a crearnos. Las generaciones actuales, las de la IA, las que han crecido entre dispositivos electrónicos y cuya vida, en parte, transcurre en la “nube” ni siquiera sabrán lo que significó y nos tacharán, seguramente, de analfabetos tecnológicos. Lo cierto es que, casi un cuarto de siglo, es mucho tiempo.
Y, a colación de lo anterior, se me ha ocurrido reflexionar sobre cómo era la Farmacia en aquel año y cómo es, o hacia dónde se dirige, en la actualidad. Y, siendo sinceros, el paisaje que se me presenta es bastante desolador. Y no, no me repetiré; no me refiero, en este caso, a la Farmacia Rural sino al conjunto de la Farmacia Comunitaria.

No es necesario hacer un examen de conciencia demasiado profundo, pero sí sincero, para darnos cuenta de que la realidad de la Farmacia es muy similar, demasiado similar, a la de entonces. Los mismos roles, la misma burocracia, la misma forma de hacer las cosas, el mismo aislamiento respecto a nuestro sistema público de salud… Algunos pensarán que este hecho es positivo, que mantenerse inmutables durante 24 años es una muestra de lo sólido de nuestro sistema; pero, la triste realidad, es que esta circunstancia es, precisamente, la definición de ausencia de evolución. Y ya sabemos lo que decía Darwin al respecto.

“Algunos pensarán que mantenerse inmutables durante 24 años es un hecho positivo y una muestra de lo sólido de nuestro sistema, pero la triste realidad es que es la definición de ausencia de evolución; y ya sabemos lo que decía Darwin al respecto”

¿Nos puede parecer normal y no indignante que tengamos que seguir recortando un pedazo de cartón para justificar nuestra labor ante la Administración? ¿Nos puede parecer normal y no indignante que los expertos del medicamento no estemos autorizados a intercambiar una forma farmacéutica en determinadas circunstancias? ¿Nos puede parecer normal y no indignante que, ante una situación de alerta sanitaria como la que padecimos no hace mucho, se dudara de nuestro carácter sanitario? ¿Nos puede parecer normal y no indignante no disponer aún de canales de comunicación con otros profesionales sanitarios? ¿Nos puede parecer normal y no indignante contemplar cómo han evolucionado otras ramas de la profesión mientras nosotros nos estancamos en la “custodia y conservación”? ¿Nos puede parecer normal y no indignante observar las funciones que está asumiendo la Farmacia Comunitaria en otros países mientras aquí vivimos en un eterno terror al cambio? ¿Nos puede parecer normal y no indignante vivir exclusivamente de un margen comercial y no de nuestros conocimientos? ¿Nos puede parecer normal y no indignante que no exista ni el más mínimo incentivo a la excelencia sino que se nos valore, únicamente, por la localización de nuestros establecimientos? ¿Nos puede parecer normal y no indignante no tener acceso a un historial farmacológico completo de nuestros pacientes? ¿Nos puede parecer normal y no indignante que se nos hayan arrebatado parcelas radicalmente nuestras, como el medicamento de uso animal, sin la más mínima oposición?

Y, mientras todo esto sucede, no hacen más que ofrecernos para hacer casi cualquier cosa, de cualquier manera, en cualquier campo y en cualquier lugar siempre, eso sí, que sea de forma altruista. Nos mostramos serviles y complacientes para que no nos desenfoquen en una foto en la que tenemos que estar, sí, pero por méritos propios. Y sí, podemos seguir culpando a la Administración de todos nuestros males. Creer que lo que ocurre es que “nos tienen manía” o que no confían en nuestra profesionalidad pero, tal vez, y siguiendo con el examen de conciencia, deberíamos mirar hacia dentro e intentar descubrir qué es lo que ocurre para que a día de hoy estemos igual (o peor) que hace 24 años (ó 50).

Necesitamos, y deberíamos exigir, que nuestras instituciones representativas confíen de verdad en el potencial de la Farmacia Comunitaria. Necesitamos que se ponga en valor nuestra capacidad frente a la Administración. Necesitamos asumir nuevos roles en el actual sistema sanitario que nos hagan imprescindibles. Necesitamos desprendernos de complejos frente a otras profesiones. Necesitamos más labor de despachos y menos foros y eventos endogámicos. Necesitamos que nos defiendan y necesitamos liderazgos fuertes en la profesión que nos guíen en el camino del cambio. Porque el mundo avanza muy rápido y no podemos permitirnos (y no nos permitirán) otros 25 años de inmovilismo.