El pasado 1 de marzo se celebraba la primera jornada ‘Cáncer y la mujer’, impulsada por la Fundación ECO. Durante el transcurso de la misma, se abordó que especificidades de la especialidad tienen un mayor impacto en la mujer desde varias perspectivas, tanto a nivel de investigación y desarrollo, como analizando la brecha de género que hay entre profesionales.

Oncólogas con dilatada experiencia reflexionaron sobre las desigualdades todavía existentes entre hombres y mujeres a nivel profesional. Así, Encarnación González (Hospital Virgen de las Nieves, Granada) explicaba que el objetivo de esta mesa redonda era “conocer cuáles son los problemas todavía existentes y ver qué soluciones se pueden aportar”.

Valores y género

Uno de los temas abordado en este debate fue el relativo a los valores que se suelen atribuir a cada género. Para Lucía González Cortijo (Hospital Quirónsalud, Madrid), sí puede haber valores generalmente asociados a la mujer relacionados con la medicina. “La oncología es una especialidad que cuadra mucho con el temperamento de la mujer, dicho esto con todas las excepciones”, señalaba. Aquí, se refería a casos concretos como por ejemplo “puede que en muchas ocasiones tengamos más paciencia a la hora de informar a los pacientes o podamos sentirnos más identificadas en el caso de las pacientes que tienen hijos; este punto de compasión o ternura puede ser relevante en muchas ocasiones”.

Como contrapunto, Yolanda Escobar (Hospital Gregorio Marañón, Madrid), lanzaba una afirmación tajante: “cuando analizo los valores que se asignan a los géneros, no me identifico”. Aquí, planteaba lo enriquecedor que es “contar con equipos mixtos; en una especialidad con predominancia de hombres, he tenido que ejercer como sargento para los pacientes, prescindiendo del género”. “En definitiva, soy una profesional y creo que la inteligencia emocional depende de la persona, no del género”, aseveraba.

Elena Elez (Hospital Vall d’Hebron, Barcelona) completaba la intervención de las panelistas anteriores agregando que más allá de las diferencias entre hombres y mujeres “habría que analizar cómo se forma a los médicos”.  

Barreras en docencia

Por otra parte, Elez aludía a las diferencias entre hombres y mujeres en docencia. “Ahora hay más mujeres que estudian medicina y que la ejercen, pero en el sistema académico, lo que no se traslada al sistema académico por la manera en que se entra a dar clases en la universidad:  hay que acreditarse, dirigir un número de tesis… es un camino largo”. Carlos Camps (Hospital General, Valencia), apuntaba que como consecuencia de este sistema “la universidad funciona como una gerontocracia, porque al pedirse tantos requisitos, la edad media del profesorado, se eleva”.

Por su parte, Escobar planteaba que a esto se suma que cuando ella empezó su trayectoria “las mujeres trabajábamos hasta el aprto, las bajas eran ridículas… y por una cuestión generacional, las que teníamos que apartarnos, éramos nosotras”.

Durante este debate intervino también Ana Lluch, reforzando la idea expuesta por las panelistas. “De 33 rectores de universidad, solo nueve son mujeres”, detallaba. Por ello, incidía en ver qué medidas aplicar para hacer más accesible ocupar puestos dentro de la docencia.

Aquí, refiriéndose en concreto a la situación de la mujer, González Cortijo señalaba que “aunque ahora concilian mucho tanto hombres como mujeres, en el caso de las mujeres al decidir de qué parte de la carrera puedes prescindir más, todavía se sigue apuntando a la parte investigadora y docente”.

Puestos de liderazgo

Sobre las cuestiones planteadas anteriormente la principal duda que se planteaba es si estas diferencias actualmente son un tema generacional o de género. Para Escobar, a la hora de aplicar el cambio “este debe darse de arriba hacia abajo y de abajo a arriba”. Siguiendo este hilo, opinaba que “las sociedades científicas tienen que participar, dando pasos y desde las jefaturas de servicio revisando una serie de factores que han frenado este cambio”.

En palabras de Elez “el objetivo es lograr que no se tenga que renunciar a estos puestos”. Aquí explicaba que aunque puede haber más mujeres con tesis, por ejemplo, estas diferencias no se traducen en puestos de profesorado o cargos de liderazgo. “Existe la percepción de que la mujer cree que tiene que escoger y dejar su trayectoria académica, sobre todo entre los 3 y 40 años, que es cuando se despega”.

Otra idea en la que hay que insistir, según González Cortijo, es en que “las mujeres tienen que saber que son capaces de llegar a donde quieran”. En esta misma línea se expresaba Escobar, apuntando que hablando de maternidad, “las mujeres deben saber que pueden tener hijos cuando quieran; muchas retrasan el embarazo por miedo a que se detenga su carrera y hay que acabar con ello”.

Con todo esto como base, las ponentes coincidían en que, independientemente del género, este liderazgo debe ofrecerse a quienes quieran asumirlo, puesto que hay profesionales que no quieren asumirlo o a los que hay que formar para que se sientan capaces en determinadas posiciones.

Compromiso en el cambio

“En el mundo académico está documentado que debemos rendir con mayores estándares que los varones para para recibir un reconocimiento salarial, reciben menos dinero para investigar, menos cartas de investigación… la cultura actual ha cuestionado estos roles de género”, explicaba María Die Trill (Servicio de Oncologia Médica, Clínica Universidad de Navarra, Madrid). A este respecto agregaba que “lo que antes se consideraba como naturaleza y por tanto destino universal, ahora se ve más como un cosntructo a cambiar o moldear”. Sin embargo, señalaba que todavía hay medidas que deben impulsarse como “implementar programas para impulsar la carrera de las mujeres y sus comportamientos; hacen falta cambios más profundos y además es muy importante implicar a los hombres”.

Volviendo al tema de los valores y el género, que se abordaba al inicio de la mesa, Die Trill desarrollaba que “el cuidado generalmente se ha definido como un valor femenino y la división de roles asume que la mujer es cuidadora, esto ha existido históricamente”. “Es necesario avanzar en que la ética del cuidado implica que este sea compartido por todos”, afirmaba.

“La lucha por la igualdad no acaba con la igualdad social”, sostenía la experta. “Necesitamos liderazgo, mayor concienciación y, quizá más que otra cosa, un gran coraje; nuestro compromiso estriba en potenciar los principios que han sido identificados como femeninos y potenciarlos, haciendo partícipes a los hombres”, concluía.