SII

El síndrome del intestino irritable (SII), que se manifiesta a través de dolor abdominal y alteraciones en la frecuencia o consistencia de las deposiciones, afecta entre el 5% y el 10% de la población mundial. Esta condición impacta de forma notable en la calidad de vida de quienes la padecen y supone una carga económica importante, tanto por el incremento en el uso de servicios sanitarios como por la disminución en la productividad laboral.

El abordaje del SII se basa principalmente en la educación del paciente, modificaciones en la alimentación, el consumo de fibra soluble y el uso de fármacos antiespasmódicos. En casos más severos, pueden considerarse otras alternativas terapéuticas, como los neuromoduladores gastrointestinales o las intervenciones psicológicas. En este contexto y coincidiendo con el Mes de la Concientización sobre el SII, la revista especializada The Lancet ha publicado un conjunto de artículos analizando los últimos avances en este campo.

Por un lado, el primero de los estudios que destacan se centra en las intervenciones dietéticas, confirmando que una dieta baja en FODMAP resulta eficaz para mejorar todos los parámetros sintomáticos evaluados, y señala nuevas estrategias prometedoras que requieren una investigación más profunda.

Por otro lado, la otra investigación analiza los neuromoduladores gastrointestinales, avalando las recomendaciones actuales sobre el uso de antidepresivos tricíclicos en pacientes con síntomas persistentes o dolor abdominal, al tiempo que subraya la necesidad de explorar más a fondo otras clases de neuromoduladores.

Aunque ambos estudios contribuyen a optimizar el manejo del SII, también ponen de relieve la limitada disponibilidad de nuevas terapias en desarrollo, ya que buena parte de los estudios recientes se enfocan en perfeccionar dietas ya existentes o en reutilizar medicamentos tradicionales, en lugar de apostar por enfoques realmente innovadores.

Análisis de 11 intervenciones dietéticas diferentes

En el estudio que analizó el impacto de las intervenciones dietéticas se identificaron 28 ensayos controlados aleatorizados (con un total de 2.338 pacientes) que evaluaban 11 tipos distintos de intervenciones dietéticas frente a cuatro dietas de control. De estas, seis dietas —la baja en FODMAP, la recomendada por la Asociación Dietética Británica/Instituto Nacional para la Excelencia en Salud y Atención (BDA/NICE), la reducida en lactosa, la baja en almidón y sacarosa, una dieta personalizada y la dieta mediterránea— fueron analizadas en más de un estudio.

Respecto a los síntomas globales del SII, analizados en los 28 ensayos y considerando únicamente las dietas evaluadas en más de un estudio, la dieta reducida en almidón y sacarosa ocupó el primer lugar; la baja en FODMAP, el cuarto; y la BDA/NICE, el décimo, todas frente a una dieta habitual.

En cuanto al dolor abdominal, evaluado en 26 ensayos bajo los mismos criterios, la dieta baja en almidón y sacarosa se situó en segundo lugar, mientras que la dieta baja en FODMAP alcanzó el quinto puesto. Para la distensión o hinchazón abdominal, también valorada en 26 estudios, solo la dieta baja en FODMAP mostró una mejora significativa frente a la dieta habitual, situándose en cuarta posición.

Respecto al hábito intestinal, evaluado en 23 ensayos, ninguna intervención dietética fue claramente superior a las dietas de control. Sin embargo, la dieta baja en FODMAP mostró mejores resultados que la dieta BDA/NICE.

Cabe destacar que la mayoría de las comparaciones realizadas en esta red de ensayos se calificaron con un nivel de confianza bajo o muy bajo, a excepción de las comparaciones directas entre la dieta habitual y la dieta baja en FODMAP o la reducida en almidón y sacarosa, que presentaron una confianza moderada, aseguraron en el estudio.

Neuromoduladores intestino-cerebro

Los neuromoduladores gastrointestinales podrían ser útiles en el tratamiento del síndrome del intestino irritable, aunque hasta ahora no se había reunido de forma sistemática evidencia procedente de ensayos controlados aleatorizados para algunas clases específicas de estos fármacos, ni se había aclarado completamente su efecto analgésico en esta patología. Para abordar estas cuestiones, se actualizó una revisión sistemática y un metanálisis previos.

Tras aplicar la estrategia de búsqueda, se identificaron 3.625 referencias, de las cuales 28 ensayos cumplieron los criterios de inclusión, con un total de 2.475 pacientes y, además, 10 de estos estudios (que incluían a 1.348 participantes) eran nuevos respecto al metanálisis anterior. El riesgo relativo (RR) de persistencia de los síntomas globales del SII con neuromoduladores comparado con placebo, en 22 ensayos (2.222 pacientes), fue de 0,77. La evidencia más sólida correspondió al uso de antidepresivos tricíclicos (ATC), evaluados en 11 ensayos con 1.144 pacientes.

En cuanto al dolor abdominal, analizado en 19 ensayos con 1.792 pacientes, el RR fue de 0,72 a favor de los neuromoduladores. Los ATC mostraron nuevamente la mejor evidencia (siete estudios, 708 pacientes), aunque también se observaron beneficios con los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), evaluados en siete ensayos (324 pacientes), y con los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina, en dos estudios (94 pacientes).

Aunque no se detectó un aumento significativo en los eventos adversos globales con el uso de neuromoduladores, sí se observó una mayor tasa de abandonos del tratamiento debido a estos efectos. En el caso de los ATC para el alivio de los síntomas globales del SII se mostró de forma moderada, mientras que de manera baja o muy baja para el resto de los desenlaces y clases de fármacos analizadas.

Desarrollar nuevas opciones terapéuticas

Los expertos de The Lancet acentúan que la necesidad de impulsar avances relevantes en el síndrome del intestino irritable (SII) exige un enfoque integral. Es clave seguir sensibilizando sobre la enfermedad y reducir el estigma, además de cuantificar mejor su impacto para justificar la inversión en investigación, tanto ante entidades públicas como ante el sector privado.

Plantear el estudio del SII dentro del marco del eje intestino-cerebro podría atraer mayor atención, recursos y colaboración desde otros campos afines, indican los expertos. Para avanzar, se necesita una perspectiva interdisciplinaria y un diálogo activo con financiadores públicos, así como el apoyo de fundaciones filantrópicas.

La inversión pública y filantrópica podría enfocarse en la investigación básica y traslacional, allanando el camino para colaboraciones con la industria farmacéutica en el desarrollo de tratamientos prometedores, reduciendo riesgos iniciales. Solo mediante la cooperación entre pacientes, profesionales de la salud, investigadores, financiadores y empresas se podrá romper el ciclo de baja financiación y escaso progreso, mejorando así la calidad de vida de quienes padecen SII.


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