El párkinson es el trastorno del movimiento más prevalente y la segunda enfermedad neurodegenerativa más común del mundo después de la enfermedad de Alzheimer. Se calcula que actualmente hay en torno a ocho y nueve millones de personas en el mundo y en torno a 160.000 en España que padecen la enfermedad. Además, se estima que para 2040 superará los 12 millones a nivel global, debido en gran manera al cambio demográfico.

El origen del párkinson está causado por una congregación de múltiples factores

El origen de la enfermedad no se sabe con claridad, pero la hipótesis más en boga actualmente es un origen multifactorial en el que podrían intervenir el envejecimiento, factores ambientales y factores genéticos. En cuanto a los factores ambientales, la exposición a ciertos pesticidas, el consumo de productos lácteos frescos o beber agua de pozos son algunos de los factores favorecedores de la enfermedad. Por su parte, los factores genéticos pueden venir marcados por una mutación en diferentes genes que pueden predisponer al párkinson. Asimismo, si se han producido varios casos en una familia se incrementa notablemente el riesgo de padecer la enfermedad

No obstante, Álvaro Sánchez-Ferro, Coordinador del grupo de Estudio de Trastornos del movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN), asegura que la mayoría de los casos son una mezcla de los tres factores y presentan unos mecanismos de enfermedad similares. Además, explica que uno de los mecanismos que está más documentado es un acúmulo anormal de proteínas, que empiezan a depositarse provocando el daño neuronal en determinadas zonas vulnerables. Estas proteínas en vez de tener una forma soluble empiezan a adquirir una conformación anormal, denominada beta en hoja plegada y comienzan a acumularse provocando daños en determinadas zonas del cerebro, provocando los síntomas de la enfermedad. Sin embargo, se desconoce la razón de esta acumulación. Por ello, se está estudiando la razón que provoca este daño neuronal.

Síntomas

La enfermedad de Parkinson es una enfermedad crónica y progresiva caracterizada por una reducción gradual de la capacidad del cerebro para producir un neurotransmisor (la dopamina) en el área que controla, entre otros aspectos, el movimiento y el equilibrio. Por esa razón, los síntomas más comunes de esta enfermedad son el temblor, la rigidez muscular, la lentitud en el movimiento (bradiquinesia) y la inestabilidad postural. Pero también son muy comunes otros síntomas no motores como la pérdida del sentido del olfato, cambios en el estado de ánimo, depresión, alteraciones del sueño o incluso degeneración cognitiva por la afectación de otros sistemas y neurotransmisores.

Tratamientos

En este sentido, la mayoría de los tratamientos que hay hoy en día son tratamientos sintomáticos, entre los que se distinguen los tratamientos dopaminérgicos y los no dopaminérgicos. Entre los primeros, la levodopa es uno de los más eficaces y de los más antiguos, se desarrolló hace 60 años. Asimismo, los agonistas dopaminérgicos, los inhibidores de la MAO-B (monoamino oxidasa B) y los tratamientos ICOMT (inhibidores de la cateco-metil transferasa) son algunas de las posibilidades terapéuticas vigentes.

La mayoría de los tratamientos que hay hoy en día son tratamientos sintomáticos, entre los que se distinguen los tratamientos dopaminérgicos y los no dopaminérgicos

Por el otro lado, los tratamientos no dopaminérgicos, están indicados para el manejo de los síntomas no relacionados con el movimiento, como pueden ser los antidepresivos, ansiolíticos, inhibidores de la acetilcolinesterasa para los problemas cognitivos o el amantadine. “Tenemos un arsenal terapéutico muy extenso”, subraya Sánchez-Ferro.

Además, cuando estos fármacos empiezan a fallar emergen las terapias de segunda línea, que suelen ser infusiones de medicamentos o bombas de fármacos. Estas últimas suelen ser de apomorfina (subcutánea) o de levodopa, que pueden ser subcutánea como intraduodenal, para que su efecto sea más continuo y sostenido, sobre todo cuando la enfermedad va avanzando. Asimismo, la cirugía de estimulación cerebral profunda es una alternativa eficaz para algunos casos que no responden adecuadamente a la medicación. En especial, en pacientes menores de 70 años, sin problemas cognitivos, ni de la marcha. En este sentido, el especialista menciona la terapia con ultrasonido focal (HIFU), que aún está en fase de investigación, que tiene un efecto similar a la cirugía, aunque aún no se puede modular ni ajustar adecuadamente el tratamiento.

Investigación

Actualmente, hay muchísimas dianas terapéuticas que se están testando, “más de 50 o 60”, remarca el neurólogo, quien además destaca dos líneas por encima del resto: el ensayo fase II Padova que está investigando con un anticuerpo monoclonal contra la sinucleina y, por otro lado, la aplicación de los fármacos GLP-1, que se ha publicado recientemente en New England Journal of Medicine, que está presentando resultados positivos.

El ensayo Padova de fase II está investigando con la eficacia y seguridad de un anticuerpo monoclonal contra la sinucleina

No obstante, el especialista destaca la importancia de tratamientos no farmacológicos. Por ello, solicita a las administraciones invertir en manejos más integrales del paciente que tengan en cuenta los aspectos psicológicos y urológicos que acompañan a la enfermedad, así como tratamientos de rehabilitación y fisioterapia, los cuales tienen un impacto muy significativo en la calidad de vida del paciente. Además, añade que esta multidisciplinariedad fomentaría un mejor conocimiento por parte de los profesionales sanitarios que permitiría identificar más rápido los síntomas y, por consiguiente, de diagnosticar enfermedad

Perspectivas de futuro

A pesar de estas deficiencias, Sánchez-Ferro se muestra “moderadamente optimista” con las perspectivas de futuro de la enfermedad. “Yo creo que en un plazo de cinco o diez años podemos conseguir enlentecer la enfermedad”. El experto añade que el manejo de los pacientes cada vez es mejor y la aparición de nuevas tecnologías como el desarrollo de la inteligencia artificial o los sensores que permitan la evaluación remota están mejorando mucho la calidad de vida de los pacientes.

“En un plazo de cinco, diez años podemos conseguir enlentecer la enfermedad”

Álvaro Sánchez-Ferro, Coordinador del grupo de Estudio de Trastornos del movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN)

El reto más grande que tenemos es entender todos esos factores que intervienen para poder ser capaces desarrollar una cura científica” y asegura, que se puede ser optimista en un plazo medio y poder avanzar en el conocimiento de la trascendencia en la enfermedad de los diferentes factores involucrados, gracias a todas las líneas de investigación vigentes.


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