De la mano de la Ómicrom, la sexta ola ha batido todos los récords de contagios en estas últimas semanas. Con una población adulta protegida de la enfermedad grave por la intensa campaña de vacunación, la duda principal que surge es hasta qué punto la exposición al virus de la población infantil está pasando factura en términos de hospitalizaciones o la posibilidad de que aumente el número de niños y adolescentes con covid persistente.

Al inicio de esta última oleada, la incidencia en niños y adolescentes parecía más elevada. No obstante, las dificultades para detectar todos los casos y el hecho de que en buena parte de los niños la COVID-19 cursa sin síntomas hace que su impacto resulte difícil de cuantificar, según explica Pedro Gorrotxategui, vicepresidente de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria.

En términos generales, su impresión es que son cuadros bastante leves, que se resuelven rápido sin mayor repercusión. Considera que en ello influye, aunque el proceso de vacunación en los menores aún no está completo, la buena disposición de las familias y su interés por inmunizar a los niños en el momento en el que las autoridades sanitarias lo autorizaron, tras los ensayos clínicos pertinentes.

Ingresos por otras patologías con covid positivo

Gorrotxategui remarca que por lo general los pediatras de atención primaria no están observando cuadros graves. A la hora de valorar los casos que llegan a recibir atención hospitalaria, el especialista destaca que en muchas ocasiones los niños son tratados por patologías diversas y las familias conocen su positivo al realizarles la prueba de cara al ingreso. “Las autoridades deben ser cuidadosas con la información que proporcionan al respecto y contabilizar como ingresos o atención en UCI por covid solo de aquellos casos en los que precisa atención sanitaria por la propia enfermedad, como es el caso de una neumonía bilateral”, advierte.

Por otra parte, el vicepresidente de la AEP también destaca la escasa literatura científica sobre covid persistente en niños, y asegura que lo que sí hay es abundante información sobre el impacto del confinamiento en la salud mental de la población infantil. “Es importante preocuparse por la repercusión psicológica, más que por el covid persistente”, advierte.

En este sentido, recuerda que cuando el virus entra en la familia, las cuarentenas en los niños se alargan por completo. “La mayoría de las veces hacen la de sus padres y la suya propia, puede pasar un mes prácticamente aislado, y eso sí que tiene un impacto en la salud mental”, destaca.

En su opinión, habría que ver cómo limitar el aislamiento en los niños, sin complicar la evolución de la pandemia, pero valorando la forma de que puedan recuperar cuanto antes su vida normal. Es decir, “buscando el equilibrio entre la protección de su salud física y mental”, concluye el pediatra.

Así es el covid persistente en niños

El sentido común lleva a pensar que en un contexto masivo de contagios en la población infantil a medio plazo la COVID persistente también irá a más. Aun así, si algo nos ha enseñado este virus, es que nada se puede dar por hecho. Los expertos en la materia consultados por GACETA MÉDICA insisten en que habrá que esperar entre dos y tres meses para observar el impacto de la infección generada por la Ómicrom en los niños.

Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) sobre coronavirus, la sociedad científica que lidera la investigación en covid persistente, asegura que hasta ahora se sabe que afecta menos a la población infantil. En adultos, la tasa de covid persistente se sitúa alrededor del 10 por ciento. En el caso de los niños, su impresión es que rondará el 5 por ciento y que afecta de manera más intensa a los adolescentes.

María Méndez, responsable de la Unidad de Covid persistente pediátrico del Hospital Germans Trias, rebaja esta cifra: “Los datos más recientes que manejamos hablan de un cuatro por ciento, mientras otro estudio lo sitúa en un uno por ciento. Pensamos en esta segunda cifra y vemos que en ese uno por ciento muchos pacientes presentan cuadros leves que se solucionan solo en unos meses”, remarca.

La menor gravedad de esta variante tampoco ofrece garantías por completo. Méndez afirma que su impresión es que si la infección presenta menos gravedad, también será menor a todos los niveles, aunque no hay certezas. En ello coincide con Armenteros, que remarca que, de hecho, “el covid persistente puede aparecer con una infección aguda, leve o moderada, y también con pacientes gravemente infectados que han tenido secuelas. Nadie se libra de la posibilidad”, asegura.

120 casos desde finales de 2020

El Hospital Germans Trias inauguró su Unidad de Covid Persistente Pediátrico en diciembre de 2020. Observaron que había pacientes que se remitían a las consultas de cardiología, neumología o neurología con características similares a las que se reportaban en adultos sobre covid persistente, y comenzaba a aparecer en la literatura científica que había niños que podían padecer la enfermedad, explica María Méndez.

Desde entonces, han atendido más de 150 pacientes, de los cuales cumplían los criterios entre 120 y 130, que están en seguimiento. La edad media de los pacientes ronda los 14 años y la mayoría de ellos están por encima de los 12 años.

Aquí les atiende una unidad multidisciplinar integrada por un equipo de rehabilitación, otro de psicología y psiquiatría, pediatras con diferentes subespecialidades (cardiología, neurología y neumología), y un dietista. Colabora con el centro el Instituto Guttman, que se encarga de realizar la rehabilitación neurológica.

El cuadro clínico en los menores con covid persistente es muy similar al de los adultos. La especialista subraya que predomina la fatiga, que puede llegar a ser muy invalidante e incluso a impedir que acuda al colegio, y es bastante frecuente la niebla mental, que incluye alteraciones de la atención y de la concentración y hace que el rendimiento escolar pueda bajar mucho.

Sobre este punto, Armenteros subraya que es importante en un colectivo en el que su actividad principal, el estudio, requiere un esfuerzo intelectual, y advierte de que estos problemas de rendimiento pueden pasar factura en la salud mental.

Junto a estos síntomas, algunos niños hablan de sensación de ahogo, dolor torácico y una cefalea persistente que cuesta bastante aliviar con tratamiento convencional, además de taquicardias, palpitaciones o cambios de coloración de la piel, explica Méndez.

“La repercusión a estas edades es mucho mayor, porque están en máximo desarrollo físico, social y académico y tienen un gran impacto emocional”, coincide la especialista.

Una buena evolución como tónica general

Con respecto a la evolución, Méndez explica que han observado que hay pacientes en los que los síntomas van ya remitiendo cuando llegan a la unidad. Lo consiguen sin hacer nada especial, solo con el esfuerzo de intentar recuperar su vida normal. Otros casos más afectados, continúa, han iniciado un programa de rehabilitación física o neurocognitiva y observan que estos programas les ayudan a mejorar de forma clara y que la evolución es buena. “No sabemos si todos llegarían a recuperar sin esta ayuda”, advierte.

En la misma línea, Lorenzo Armenteros invita al optimismo. “Todos los que trabajamos con covid persistente confiamos es que sea una enfermedad olvidada en unos años, porque se pueda superar. No queremos trabajar en un futuro de cronicidad, sino de esperanza”, asegura.

El especialista confía en que las medidas farmacológicas, el nivel de vacunación, las terapias sintomáticas y el conocimiento de la enfermedad nos permitan tener luz sobre todo ello para buscar soluciones.

Desde SEMG, insta a las administraciones sanitarias a que no olviden esta parcela de la covid y se hagan trabajos específicos, que se creen unidades donde se pueda trabajar con este tipo de pacientes y se contemple un abordaje no solo sanitario, sino también de fisioterapia, psicoterapia y rehabilitación. “Grupos especializados porque la patología es heterogénea y compleja”, remarca.


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