Carmen Beato, coordinadora del grupo de trabajo de Telemedicina de SEOM y oncóloga médico del Hospital Virgen Macarena de Sevilla, analiza el avance de la telemedicina en el campo de la oncología.

Pregunta. ¿Cuál es su crónica del inicio de la teleoncología en España?

Respuesta. Faltan pocas semanas para que se cumplan dos años de ese extraño día en que nuestro jefe de Servicio nos convocaba para comunicarnos que no podían ver pacientes. O al menos, no a todos ni a la mayoría.

La situación era tan real como increíble y debíamos decidir criterios para dirimir a quién recibíamos y a quién llamábamos por teléfono. Tampoco nosotros, los oncólogos, podíamos ir al hospital cada día y también debíamos decidir cómo organizarnos con sentido: la situación era impredecible, no sabíamos cuanto duraría y tampoco cuántos de nosotros caeríamos y en cuanto tiempo.

Creo que esta es la crónica de los inicios de la teleoncología en España. Estrictamente, no es cierto que en oncología no hubiese teleasistencia antes de la emergencia sanitaria, pero sí lo es que era absolutamente minoritaria, restringida a aproximaciones investigacionales, pocas; y a actos de buena voluntad para evitar desplazamientos a pacientes con dificultades.

P. ¿En qué punto está ahora?

R. En SEOM, tres meses tras el inicio de la pandemia, nos preguntamos cómo habían cambiado nuestros hábitos en este sentido. También nos preguntamos cómo lo habían recibido nuestros pacientes.

Pasado este tiempo, y a pesar de las muchas iniciativas que se han puesto en marcha para tratar de regular, normalizar y dar un marco deontológico y legal a esta nueva realidad, es cierto que no tenemos un conocimiento preciso de la situación de la teleoncología en el panorama nacional.

Carmen Beato.

Sí hemos sentado ciertas bases muy relevantes. Es el caso de la definición del marco legal de la teleoncología en España. También se trabaja en una evolución del Código Deontológico, ya que el vigente sólo contempla la recomendación de que la teleasistencia no debe ofrecerse como vía única, sino siempre como complemento de la asistencia presencial. La versión en marcha incluirá una referencia mucho más extensa y exhaustiva.

Actualmente existe un borrador de Código de Deontología Médica en tramitación, donde los servicios de telemedicina se someten a las obligaciones deontológicas generales del ejercicio de la medicina, y así dispone el Art. 104.1 en su redacción actual: En el uso de los sistemas de telecomunicación (telemedicina, internet, redes sociales, redes informáticas, telefonía móvil u otros medios telemáticos), rigen los preceptos deontológicos establecidos en este Código acerca de la relación médico-paciente, la defensa de los derechos y la seguridad del paciente, así como el respeto a los profesionales sanitarios.

En este sentido, uno de los proyectos en marcha del grupo de trabajo de Teleoncología de SEOM es la realización de un mapa nacional que nos permita conocer la situación nacional tanto en referencia a proyectos en marcha como al interés de los oncólogos médicos españoles en esta actividad pasada la emergencia sanitaria.

P. ¿Qué tipo de intervenciones llegaron para quedarse?

R. No cabe duda de que, con heterogeneidad y dificultades, la atención telemática es ya una realidad en muchos centros públicos y privados. También estamos trabajando en detectar estos centros en los que la implantación ha sido mayor, y que ya acumulan una experiencia mayor a la media, con el objetivo de poder compartir la manera en que lo han hecho y conocer su grado de satisfacción con los objetivos conseguidos.

Algunas intervenciones han llegado definitivamente para quedarse: telefarmacia, segundas opiniones, apoyo al seguimiento del largo superviviente son ya realidades más que oportunidades.

P. ¿Cómo valoran los pacientes oncológicos este tipo de atención? ¿Creen que se ha avanzado en cuanto a accesibilidad o no terminan de adaptarse? ¿Hay algún perfil de paciente que se sienta especialmente cómodo en este entorno a distancia?

R. Mi experiencia, y la de mi entorno, es que los pacientes han sabido valorar el enorme esfuerzo realizado durante la emergencia sanitaria y desde entonces. En las entrevistas que se desde SEOM se hicieron en el primer periodo, la excelente valoración de nuestra rudimentaria adaptación digital lo demuestran.

Es cierto que, en mi opinión, quizá valorasen más nuestra buena voluntad de seguir atendiéndoles contra toda dificultad, que los medios en sí desde los que se realizó este cambio. Creo que en los servicios de Oncología se ha deseado en todo momento la vuelta a la presencialidad, tanto por parte del paciente como del oncólogo. Deseábamos lo mismo y en ese sentido, no ha habido ninguna fricción.

“Tenemos un proyecto para crear un mapa nacional que nos permita conocer la situación en teleoncología”

A la vez, los pacientes han descubierto nuevas prestaciones que, sin parecerles deseables inicialmente, les han sorprendido gratamente. En mi día a día, a menudo recibo notas de mis pacientes en que me avisan de que no pueden venir al hospital por algún motivo, y me piden que les llame. No les cuesta cambiar una cita presencial por una telefónica, incluso de manera espontánea.

Sobre los perfiles, a mí me han sorprendido. Siempre tuve claro que el paciente o futuro paciente que hoy tiene 20-30 años, usará sin ninguna duda la teleoncología llegado el momento. Lo que me sorprende es la utilidad que ha supuesto a una franja de edad avanzada para la que no es siempre fácil venir (o que les traigan, como me dicen…) al hospital. También sorprende que en estas franjas de edad, y en entornos donde aun solo disponemos de la telefonía, nos pregunten por qué no usamos la videoconsulta.

P. ¿Qué dificultades plantea la telemedicina en un área médica como la oncología? ¿Se pueden superar esas barreras de algún modo con algún entrenamiento específico para médicos o pacientes?

R. Dificultades hay muchas, culturales, de infrestructura…Una de las principales que la digitalización exige redefinir los equipos sanitarios y esto no cabe duda de que no es fácil. Las dificultades clínicas, a los médicos, siempre nos parecen más salvables, creo. Es decir, sabemos que hay pacientes que no son ideales, por barrera idiomática, por hipoacusia, por ejemplo.

Sabemos que no todas las consultas son aptas para hacerse a distancia: las primeras consultas, la transmisión de malas noticias, no son aceptables a distancia. Pero esto ocurre cada día en nuestra profesión: tenemos muchas herramientas, muchos tipos de pacientes y de problemas y en cada caso hay que elegir la idónea.

P. La tecnología de la información ha transformado también por completo la formación continuada, ¿qué experiencia tiene SEOM en este sentido? ¿Qué volumen de cursos, etc., se desarrollan hoy en día de forma virtual? ¿Consideran que este tipo de formación es más accesible e igual de efectiva?

R. Este cambio sí ha sido dramático e incontestable. Hace dos años, hacíamos las reuniones de nuestra propia sociedad en Madrid. Un día normal de trabajo, en mi caso, acababa mi consulta, tomaba un AVE, nos reuníamos, otro AVE y de nuevo a casa. Si alguna vez no era posible, sabía que la conexión terminaría por no permitirme atender de la mejor manera. Esto hoy es impensable.

Otro dato llamativo ha sido la capacidad de llegar a muchos compañeros. Ya hacíamos mucha formación on line antes de la pandemia. Pero tras la misma, hemos comprobado cómo compañeros de otros países se nos unían sin que lo hubiésemos previsto.

Sin embargo, creo que igual que en la asistencia; en la formación y en el intercambio, nos hace falta un sistema mixto. Necesitamos hablar, estar cerca e inspirarnos los unos a los otros para que el conocimiento y las ideas fluyan y se potencien. Tampoco en este escenario nos sirve una digitalización completa, en mi opinión.