Florentino Pérez Raya
Florentino Pérez Raya

Decía el célebre tango que “20 años no es nada”. Depende de la perspectiva. Quizá por el cambio de milenio todos tenemos la sensación, tan subjetiva como equivocada, de que todo lo acontecido del 2000 hasta hoy sucedió hace muy poco, que 2004 o 2005 es casi anteayer. Pero el tiempo ha pasado, las decisiones políticas han tenido consecuencias, la vida cotidiana, los usos y costumbres, todo eso ha cambiado mucho por culpa o gracias a la tecnología y en los últimos años vivimos una apocalíptica pandemia propia de un relato de ciencia ficción. La enfermería como profesión ha experimentado un crecimiento importante en el plano académico y científico, con un volumen de publicaciones y un nivel en la práctica clínica que nos sitúa a la vanguardia de la enfermería mundial. Es para estar orgullosos. También es reseñable la percepción benévola y cada vez más realista en cuanto a lo que hace una enfermera o enfermero que tiene la sociedad española. Una consecuencia positiva de la emergencia sanitaria más importante a la que nos hemos enfrentado en mucho tiempo.

Sin embargo, en otros aspectos, mucho más relacionados con la voluntad y capacidad de nuestros políticos -nacionales y autonómicos-, resulta decepcionante comprobar que la evolución de las competencias, el reconocimiento profesional avanza con pasos lentos e inseguros. Pensemos en la consolidación de las especialidades de Enfermería, aprobadas hace más de tres lustros y apenas desarrolladas ni vinculadas al puesto de trabajo. No es sino un auténtico fraude de ley el formar especialistas con dinero público para luego ejerzan en cualquier servicio, sean un versátil comodín intercambiable en distintos turnos y distintos servicios clínicos. La desidia de las administraciones en este terreno es bochornosa y sonrojante. Por otra parte, la prescripción enfermera ha vivido un calvario en su desarrollo y sólo parece que ya por fin ve la luz, una medida que redunda en un ahorro para el sistema en tiempo y dinero, seguridad jurídica para las enfermeras y garantías para los pacientes.

Tampoco a lo largo de estos veinte años se ha subsanado el déficit crónico de enfermeras en España -hacen falta más de 90.000 siendo conservadores-, algo que compromete la atención sanitaria a una sociedad necesitada de cuidados, cada vez con mayor longevidad y mayor prevalencia de patologías crónicas. El sistema sanitario, antaño un ejemplo entre los países desarrollados, cada vez evidencia mayores flaquezas. Exige un giro copernicano para dejar de centrarse en los pacientes agudos y en el entorno hospitalario y medicalizado para centrarse en la cronicidad, la prevención y el autocuidado. En resumen, pasar del “curar” al “cuidar”.