Por Javier Butragueño, coordinador del Grupo de Trabajo de Obesidad y Ejercicio Físico de SEEDO.

Decía Jiddu Krishnamurti (escritor y filósofo estadounidense) que no es señal de buena salud estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma. Hablamos de una sociedad que está afectada por altos niveles de estrés que duerme poco y mal, que lleva un estilo de vida sedentario e inactivo, que ha aumentado su ingesta de energía en los últimos 40 años y que tiene a su disposición grandes cantidades de comida sin necesidad de moverse. Además, convivimos en entornos y ciudades con altos grados de contaminación, tanto acústica como de polución. Estas variables han podido influir en los datos del estudio ENPE, donde el 39,3% de la población española tiene sobrepeso y un 21,6% obesidad. Una enfermedad crónica multifactorial, con una tendencia epidémica y que se ha convertido en uno de los grandes retos de salud de los últimos años.

A pesar de los espectaculares avances en los tratamientos farmacológicos y de intervención en diferentes enfermedades (entre ellas la obesidad), los datos siguen avanzando y las enfermedades relacionadas con el exceso de peso siguen en aumento. Por eso, nos preguntamos si es ético no prescribir el tratamiento que ha mostrado tener mayor relevancia en la calidad de vida de las personas, y en la mejora de la condición física que previene todos estos factores: el ejercicio y los cambios en la actividad física diaria.

Existe una clara evidencia científica que demuestra el beneficio de la actividad física regular en la prevención primaria y secundaria de la diabetes, la hipertensión, el cáncer (especialmente el cáncer de mama y de colon), la depresión, la osteoporosis y la demencia. Asimismo, se ha confirmado que el ejercicio y la actividad física regular es esencial para lograr y mantener el control del peso. Sin embargo, hoy en día, los licenciados/graduados en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte siguen sin pertenecer a los denominados “profesionales de la salud”.

Con todo el conocimiento generado en los últimos años de diferentes grupos de investigación, nos preguntamos ¿por qué la medicina actual no ha declarado una guerra total contra la inactividad física? Si tuviéramos una píldora que confiriera todos los beneficios para la salud confirmados por el ejercicio, ¿no haríamos todo lo humanamente posible para asegurarnos de que todos tuvieran acceso a este maravilloso fármaco? ¿No sería la píldora más prescrita en la historia de la humanidad? Posiblemente, todos conocemos la respuesta, pero el grupo de trabajo de ejercicio de la SEEDO ha mostrado las evidencias y las forma de actuar en las I Jornadas Online de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) sobre Ejercicio Físico y Salud en personas con Obesidad.  

Entre otras muchas conclusiones, se ha puesto de relieve que a mayor actividad física, menor riesgo de enfermedad; todas las intensidades de ejercicio cuentan; si conseguimos reducir la inactividad física un 10%, podríamos reducir las muertes en 500.000 muertes al año; las nuevas pautas recomiendan al menos 150 a 300 minutos de actividad aeróbica moderada a vigorosa por semana para todos los adultos y un promedio de 60 minutos por día para niños y adolescentes; la obesidad aumenta el riesgo de asma hasta en un 95% y un 5%-10% de reducción de peso graso favorece el control del asma; los entrenamientos online bien dirigidos por profesionales pueden ayudar a eliminar las principales barreras para la práctica deportiva; el exceso de peso aumenta su riesgo de contraer ciertos tipos de cáncer, así como el riesgo de que el cáncer reaparezca después del tratamiento. Sin duda, muchas evidencias y argumentos que justifican la apuesta decidida por la práctica de ejercicio físico.