Difícil ser optimista, por Florentino Pérez Raya

Por Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería de España.

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Resulta complicado vaticinar cómo se va a desarrollar este 2023 en el plano sanitario. ¿Quién iba a intuir, por ejemplo, la pandemia a principios de 2020?. Pero al menos sí es posible plantear un escenario aproximado, con pinceladas de color que permiten ser optimista y otros aspectos —los más— que invitan a la decepción. Si hablamos del liderazgo político, de la valentía y capacidad para aportar soluciones de los problemas de la sanidad en general y de la enfermería en particular, sería ingenuo hablar de grandes medidas y decisiones acertadas. Estamos a las puertas de elecciones autonómicas y locales en gran parte del país. Así que se abre la mano a las promesas electorales, los planes con tintes populistas y la sanidad empleada como arma arrojadiza para desgastar al oponente político. Poco se va a hablar de los problemas de fondo de un sistema sanitario que no puede atender como se merece a una población envejecida y aquejada de dolencias crónicas.


Para empezar, y son datos y no retórica como la de los gobernantes y los que aspiran a serlo, en España hacen falta al menos 95.000 enfermeras más -en España hay 330.000- sólo para alcanzar la media europea, ya no digamos para igualarnos a otros países de nuestro entorno. La situación en algunas CC. AA. como Comunidad Valenciana, Galicia, Baleares, Andalucía o Murcia es acuciante. No es que estén en el paro y no las quieran contratar, sino que no hay suficientes plazas universitarias para elevar el número de egresados anuales, a lo que se suma que muchas emigran a otros países en busca de unas condiciones laborales más dignas. Incluso se está produciendo un éxodo de unas regiones a otras que debería preocupar a los responsables sanitarios de las CC.AA. que pierden profesionales. Pero tampoco valdría de nada elevar las plazas para estudiar enfermería si luego el sistema no piensa contratar a esas nuevas enfermeras.


Desde el Ministerio de Sanidad tampoco cabe esperar grandes medidas si pronto quedará descabezado con la actual ministra Darias haciendo campaña local en Canarias. Resulta evidente que la Sanidad no es una prioridad para los Gobiernos de toda índole, salvo cuando se le incendia el sistema público con huelgas y protestas. Todas las palabras elogiosas hacia los profesionales que escuchamos hasta la saciedad en la pandemia se quedaron en anhelos, un agradecimiento efímero pero insustancial. En el fondo, no hay dilema. Es todo más sencillo. Sólo hay que contestar a unas simples preguntas: ¿Están dispuestos a hacer la inversión que requiere el sistema?, ¿están dispuestos a rediseñarlo para centrarlo en la cronicidad, cambiar el enfoque?, ¿a pasar de los discursos a los presupuestos? Sí, hay guerra en Europa y otros problemas esenciales de la sociedad como la energía, la vivienda o el empleo, pero deben darse cuenta de que no hay nada más prioritario que la salud, que sin salud la economía se para, que sin salud tampoco puedes trabajar, que morirse joven o por una causa evitable causa mucho dolor y rabia, etc… Todo ello son preocupaciones que ya no están en la mente de los políticos, siempre más interesados en su propia supervivencia.


No obstante, no todo puede ser negativo. En este año esperamos que la prescripción enfermera se consolide como una rutina habitual en todos los servicios regionales de salud. Que se publiquen más guías de prescripción colaborativa en otros ámbitos más allá de las actuales de diabetes, hipertensión, ostomías, heridas o quemaduras y también esperamos que se imponga un clima de pacto y consenso entre las distintas profesiones implicadas tras las pequeñas diferencias surgidas sobre este tema. El conflicto no beneficia a los pacientes en absoluto y ellos son nuestra prioridad.