l El Hospital de Parapléjicos de Toledo es pionero en emplearlo en pacientes con incontinencia urinaria secundaria a lesiones medulares
l También se han ampliado sus usos en Rehabilitación y se utiliza contra el dolor en la artrosis de rodilla o la fascitis plantar
E. Sainz Corada
Madrid
La primera vez que la toxina botulínica tuvo una aplicación médica fue en el año 1977 como tratamiento corrector del estrabismo. Desde entonces su uso se ha extendido no sólo en el ámbito médico sino también en otras áreas —especialmente la estética que es la que le ha dotado de la popularidad de la que hoy goza— ofreciendo un amplio abanico de posibilidades, descubriéndose nuevas aplicaciones en patologías muy diversas.
Una prueba de ello es la llevada a cabo por el Hospital de Parapléjicos de Toledo, pionero en España en utilizarla en pacientes con incontinencia secundaria a lesiones medulares. En él se está realizando un estudio que pretende reunir la mayor cantidad de datos posibles que sirvan de base científica para que este medicamento obtenga la indicación para tratar la incontinencia de orina en estos pacientes. “Hasta ahora —señala Miguel Virseda, del Servicio de Urología de dicho hospital— se hacía a través del uso compasivo. Con este ensayo pretendemos recopilar información sólida que justifique esta nueva indicación”.
“Los datos recogidos hasta el momento apuntan que es un medicamento muy eficaz en hasta el 60 por ciento de los pacientes con una capacidad vesical muy reducida. Asimismo lo estamos usando para evitar la contracción del esfínter, que a veces se contrae con la vejiga, lo que supone un riesgo para el riñón. Hasta ahora en estos casos, si no funcionaba el tratamiento con anticolinérgicos se recurría a la cirugía, por lo que con la toxina además de lograr la misma eficacia terapéutica se evita la intervención y sus posibles riesgos”, continúa.
No es la primera vez que la toxina botulínica se usa en pacientes con lesiones medulares pues también se emplea en este centro contra el dolor en esos pacientes.
La Neurología es otra de las especialidades en la que ha demostrado aportar mayores beneficios, sobre todo en ciertas enfermedades caracterizadas por movimientos involuntarios. Así, los especialistas en Medicina Física y Rehabilitación por su parte la han empleado hasta ahora con éxito en casos de espasticidad y distonía.
Sin embargo, como muestra un estudio llevado a cabo durante cuatro años en 28 pacientes por Enrique Viosca, jefe del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital La Fe de Valencia, “la toxina botulínica mejora la espasticidad y facilita subjetivamente las funciones motoras, pero en un grado insuficiente como para notar una mejoría funcional en los niveles, al menos en el corto plazo”. La duda que plantea “está en saber lo que ocurre a largo plazo”.
Además recuerda que “el estudio y el análisis de la función es más complejo que otros aspectos clínicos. Para estudiarla, además de los métodos tradicionales, se deben usar escalas de valoración funcional específicas y sensibles de la función, medidas objetivas (velocidad de la marcha, medidas cinéticas y cinemáticas del movimiento, fuerza de prensión manual, estabilometría, etc.) y también la opinión subjetiva del paciente, la familia, el médico y el terapeuta”.
Contra el dolor de la artrosis
Por otra parte, como señala Cristina Roda, especialista del mismo centro, “se está empezando a utilizar en este campo en patologías tan frecuentes como la artrosis de rodilla, la fascitis plantar, los síndromes del dolor miofascial y el espasmo facial tras la parálisis de dicho nervio”. En estos casos, el mecanismo de acción por el que la toxina es eficaz parece ser la inhibición selectiva que esta hace de algunos componentes neuroquímicos no colinérgicos envueltos en la respuesta dolorosa.
“Todos estos procesos cursan con dolor en ocasiones resistentes a las terapias habituales, y se pueden beneficiar de los efectos analgésicos y relajantes que ofrece este fármaco, mejorando con ello la calidad de vida de los pacientes” concluye la experta.
Clostridium botulinum, nombre científico de la toxina botulínica, puede servir también para tratar las cefaleas o migrañas. Según Pedro Jaén, jefe de Servicio de Dermatología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, existen múltiples ensayos clínicos que dan evidencia científica a esta afirmación al haber demostrado una reducción de los episodios de migraña y, de hecho, asegura, en España “hay muchos neurólogos que lo utilizan” en pacientes que presentan una agudización de esta enfermedad con fuertes jaquecas.
En estos casos, explica, el bótox se inyecta en determinadas zonas musculares del cuero cabelludo donde se desencadenan las migrañas y su eficacia está “ampliamente demostrada” a pesar que, de momento, en nuestro país no hay una indicación específica para ello. En estos casos, cuenta el experto, se aplica mediante uso compasivo con el consentimiento por parte del paciente y el profesional.