l Los expertos reclaman programas preventivos, en especial en AP, y la combinación de estrategias para impulsar los estudios multicéntricos

l Exigen también la necesidad de crear un protocolo hospitalario de recogida de información y una red centinela en los servicios de Urgencias

| 2010-03-18T19:19:00+01:00 h |

El factor de riesgo más importante de suicidio consumado es la historia de intentos de suicidio previos. Las cifras de antecedentes de conducta suicida en suicidas están entre un 30 y un 50 por ciento, según Lucas Giner, del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Sevilla. De ahí la importancia de la autopsia psicológica, considerado internacionalmente como el mejor método de estudio del suicidio consumado, tal y como indican el creciente número de trabajos que siguen esta metodología y la gran cantidad de información que se obtiene, señaló. Con este método, consistente en una entrevista diagnóstica con familiares y personas del entorno del individuo que se ha suicidado un tiempo después de su muerte, “se pueden obtener datos clínicos que pueden ser interesantes estudiar en la conducta suicida”, dijo. El análisis de la conducta suicida es complejo, puesto que es el resultado de factores psicológicos, sociales, culturales y biológicos, tal y como indicó. Por tanto, el acercamiento debe ser lo más exhaustivo posible. Además, con esta autopsia se puede atender a los familiares de una forma sistemática y facilita la posibilidad de recoger muestras biológicas del cadáver, completando la visión psicobiosocial de una conducta tan compleja. Según un estudio de la Universidad de Sevilla, en la actualidad se han realizado más de 300 autopsias psicológicas y se tienen muestras genéticas en más de 400 casos.

irene fernández

Madrid

La “alerta naranja” en suicidio consumado y tentativa suicida se encendió en España en 1985. Desde entonces, nuestro país no ha conseguido retomar el “estado verde”. Es más, 25 años después, las tasas de comportamiento autolítico, algo olvidadas por las autoridades sanitarias, cobran mayor protagonismo al haber descendido el número de víctimas en los accidentes de tráfico y convertirse en la primera causa de muerte no natural en 2008 a nivel nacional, según los últimos datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE). En concreto, fueron más de 3.400 las personas que se quitaron la vida —la frecuencia de suicidio consumado en hombres fue entre dos y cuatro veces mayor que en mujeres, mientras que éstas realizaron más intentos de suicidio que ellos—.

Este panorama obliga a la reflexión. Ya en la Conferencia Ministerial Europea de Helsinki, en 2005, los gobiernos se comprometieron a frenar este problema. De la misma manera, quedó contemplado como una de las líneas prioritarias de la Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud (SNS), que nació en 2007.

Pero no ha pasado más allá de ser “mero papel escrito”, porque ni se ha puesto en práctica ni se ha implementado en las distintas autonomías. Así lo denunció Pilar Saiz, del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo-Cibersam, junto a la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), la de Psiquiatría Biológica (SEPB) y la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (Fepsm).

Estos colectivos, unidos la semana pasada en Madrid, reclamaron dos obligaciones. Por un lado, la necesidad de implementar programas preventivos dirigidos, sobre todo, a médicos de familia, además de crear un protocolo hospitalario de recogida de información y una red centinela en los servicios de Urgencia. Y, por otro, la combinación de estrategias en el marco de la investigación, impulsando la de tipo multicéntrico y coordinado.

Enfermedades psiquiátricas

Según destacaron los expertos, las enfermedades psiquiátricas más frecuentes en el suicidio son la depresión, el consumo de alcohol o drogas, los trastornos esquizofrénicos y los trastornos de personalidad. En total, estas patologías psiquiátricas representan más del 90 por ciento de los suicidios.

Partiendo de la base de que este comportamiento afecta, en especial, a personas jóvenes o de avanzada edad (donde influyen factores de vulnerabilidad y de pérdida de personas queridas), estos programas deberán estar orientados a los grupos de riesgo para lograr una mayor efectividad, según Saiz, y atendiendo a las diferencias entre comunidades. Porque, por ejemplo, se ha visto que Asturias es la que presenta una mayor tasa de suicidio consumado, mientras que Madrid se mantiene en el ecuador y Andalucía presenta los niveles más bajos. “Estas diferencias se deben a la capacidad de competir de las regiones y a la edad de la población porque, si bien es cierto que los intentos de suicidio son más altos en los jóvenes, los consumados lo son en los adultos”, se refirió Julio Bobes, presidente de la SEPB.

Siguiendo con las estrategias, las que mayor utilidad han demostrado han sido los programas dirigidos a los médicos de atención primaria (AP). “Estos médicos son la puerta de entrada a los cuidados de salud y deben tener capacidad para reconocer este problema y derivarlo de forma adecuada al especialista”, dijo Saiz. ¿El dilema? La mayoría de los pacientes no acuden a los servicios mentales tras un comportamiento autolítico, escapándose, de esa forma, al control médico.

De hecho, en Madrid sólo un 20 por ciento de las personas que intentaron suicidarse y acudieron a su médico de familia se presentaron, en el transcurso de los tres meses posteriores, en una consulta de salud mental, según un estudio llevado a cabo en cuatro centros madrileños, durante 2008, y presentado por José Luis Ayuso Mateos, de la Universidad Autónoma de Madrid y del Hospital Universitario La Princesa.

Aunque, es necesario diferenciar entre suicidio consumado y tentativa suicida. Realmente, “cuando hablamos de tentativa suicida hay un gran desconocimiento y las cifras no son exactas”, aseguró Saiz. Una red europea de trabajo intenta, por eso, hacer un seguimiento y prevención para detectar la magnitud real del problema. Y es que, como indicaron los expertos, hasta la fecha, la tentativa suicida previa es el mejor predictor de un suicidio consumado.

Factores de riesgo

Pero no es el único. Los factores hereditarios genéticos representan hasta el 40 por ciento de esta conducta, y el ambiente supone el 60 por ciento, tal y como expuso Enrique Baca, jefe del servicio de Psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz y profesor de la Universidad Columbia de Nueva York.

De momento, la literatura actual evidencia la existencia de una serie de estresantes que desencadenarán la conducta: de personalidad y biológicos. “No existen dudas de que el suicidio es un comportamiento determinado por factores bio-psico-sociales y, en los últimos años, se ha hecho un gran esfuerzo por conocer los posibles biomarcadores”, comentó Baca. Los hallazgos más sólidos provienen de la presencia de niveles bajos de ácido 5-hidroxiindolacético, principal metabolito de la serotonina. Pero, hay estudios que demuestran que la asociación entre la disfunción serotonérgica y el suicidio es independiente del diagnóstico psiquiátrico.

Además, influyen la agresividad y la impulsividad. Una persona agresiva tiene ocho veces más riesgo de conducta suicida que una que no lo sea. Una impulsiva se acerca a 10 veces, y si existen conflictos con la pareja a 30. “Lo que se ha visto es que la impulsividad sí es una característica propia de la conducta suicida pero la agresividad se modula mucho con las sociedades”, explicó. Eso sí, “conocemos mucho de los factores de riesgo de esta conducta pero aún no somos capaces de predecirla, y habrá que combinar marcadores de tipo biológico, genético y ambiental si queremos encontrar la respuesta”.

Por todo ello, la combinación de estrategias será clave en el futuro de la investigación, y la necesidad de ampliar las bases de datos obliga a que la investigación deba ser multicéntrica. Actualmente, y desde hace seis meses, está en marcha un proyecto de investigación que coordina el Cibersam y en el que participan 15 centros españoles. El objetivo: investigar los factores ambientales y genéticos.

No es el único. Saiz destacó que están trabajando en un programa específico de prevención en las escuelas comparando los datos basales de los adolescentes con los de otros de 11 países europeos. Para conocer los resultados y ver su eficacia habrá que esperar al próximo Congreso Nacional de Psiquiatría.