| viernes, 12 de febrero de 2010 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Patricio Martínez, el líder sindical que inauguró la era post Amaya en la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM), triunfó de pleno en su anterior etapa catalana al ganarle el pulso a la consejera Marina Geli y al institucionalizar en la comunidad autónoma un foro, el de la Profesión Médica, cuyo objetivo era unir a todos los colectivos al margen de sus rencillas, diferencias, intereses e ideales, con el ánimo de lograr un bien común. Lamentablemente, Cataluña no es Madrid. Al menos, no lo ha sido en Sanidad. Y las dosis de romanticismo que son válidas para la primera autonomía suelen chocar con el crudo realismo de la capital. Ya se ha hablado aquí del gravísimo riesgo de instrumentalización que sufre el foro que con tan hondos ideales como tan poca malicia ha trasladado Martínez a Madrid. En atención primaria, puede suceder otro tanto. Hace dos semanas, la CESM acogió a todas las organizaciones médicas y profesionales relacionadas de alguna forma con el primer nivel asistencial para construir con ellas lo que se ha dado en llamar la Casa de la Atención Primaria. Mejores salarios, una mayor dignidad profesional, presupuestos coherentes, humanización de la asistencia… Reivindicaciones todas ellas justas, coherentes y lógicas, que merecerían un hondo aplauso de no ser por los negros precedentes que existen en torno a su instrumentalización política.

El último ejemplo de esta aseveración es la Plataforma 10 Minutos, un conglomerado convenientemente jaleado por deseosos de cargo, anhelantes de subvenciones y afiliados políticos que partiendo de tan hondos ideales acabó deviniendo en un arma defectuosa al servicio de Rafael Simancas para atacar con ella al Gobierno de la Comunidad de Madrid. Se trataba, en definitiva, de un instrumento dirigido única y exclusivamente contra el PP para hurtarle votos desde los centros de salud. Instrumento, por cierto, fallido. La nula destreza de sus miembros en tan burda maniobra, un cruce de correos electrónicos destapado convenientemente y la propia impericia de varios prebostes sanitarios socialistas reventaron la plataforma y destaparon a todos los que la habían impulsado o alentado, entre ellos una Organización Médica Colegial (OMC) que ya daba muestras con Isacio Siguero de lo que, desgraciadamente, está siendo ahora. Hoy, parte de aquellos actores de la opereta han vuelto a reunirse, esta vez con la participación de la CESM, para unificarse “desde la unidad y la independencia”, según promete el líder de la confederación sindical. Y Martínez, de los pocos románticos y honestos defensores de la profesión médica que aún quedan en esta España convulsa salpicada por la crisis y el juego de las prebendas, intentará que así sea, pero tendrá que abrir mucho los ojos para que las organizaciones que forman parte de la casa que promete construir no terminen derribándola por los cimientos, lo que es fácil que ocurra.

En este mundo de utopía que pretende construir el secretario general de la CESM, conciliar los intereses de Semergen, Semfyc y la minoritaria SEMG es, posiblemente, la mayor de ellas. También lo es encaminar los fines del conglomerado hacia intereses asépticos y cristalinos contra cualesquiera autoridades sanitarias. Porque, al final, las que gestionan son las comunidades y en estos tiempos electorales que se avecina, Madrid, gobernada por el PP, tiene todas las papeletas para convertirse en blanco de los ataques del nuevo ente. En las manos de Patricio Martínez está, pues, que la nueva Casa de la Atención Primaria no se convierta en la Plataforma 11 Minutos, con ataques exclusivos al Gobierno de Aguirre, pero los invitados a la unificación no invitan al optimismo.