RSC/ 70.000 personas mueren cada año por la enfermedad en Tanzania

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Lucía Barrera Tanzania | viernes, 09 de noviembre de 2012 h |

El 80 por ciento de los casos de malaria se producen en África. Esta enfermedad, que afecta a cerca de 500 millones de personas al año, causa un millón de muertes anuales. Las mujeres embarazadas y los niños siguen siendo los más afectados. Además, la patología es un lastre para el desarrollo económico de los países donde es endémica —se calcula que solo las pérdidas anuales en las economías africanas son de 12.000 millones de dólares—. Es el caso de Tanzania, un país donde el VIH y la malaria son los principales problemas de salud pública. No obstante, para abordar el problema que supone la malaria, es necesario hacer un diagnóstico de la situación desde todos los puntos de vista.

Esto es en lo que lleva trabajando desde 2003 el proyecto Access, desarrollado por el Instituto de Salud de Ifakara en colaboración con el Instituto Suizo de Salud Pública (IHI) y Enfermedades Tropicales (Swiss TPH) y la Fundación Novartis para el Desarrollo Sostenible (NFSD), en cinco distritos rurales del país. “El proyecto trata de detectar los obstáculos que impiden a la gente el acceso a los medicamentos, aunque sean baratos o gratis”, detalla el doctor Klaus Leisinger, presidente de la NFSD, en una entrevista concedida a esta publicación, al tiempo que añade que se trata de un problema muy complejo en el que intervienen factores sociales, culturales, geográficos y de mentalidad. Se trata por tanto de un “gran puzle” que hay que abordar desde diferentes perspectivas.

Por ello el programa actúa sobre la demanda, con acciones de marketing social en diferentes colectivos para concienciar sobre los síntomas y la necesidad de acudir a la consulta médica ante los mismos, y también sobre el suministro. Un aspecto este último fundamental en vista de los datos: en 2004 alrededor del 87,5 por ciento de los niños y un 80,7 por ciento de los adultos recibían uno de los tratamientos antimalaria recomendado por las guías de práctica clínica, pero solo el 72,5 por ciento de los niños y el 65,1 de los adultos tenían el fármaco el día del comienzo de los síntomas o el día después. En cerca de un 42,5 por ciento de los niños y un 36,8 de los adultos no solo fallaba el suministro del antimalárico a tiempo, sino que también la dosis dada era errónea. Si además se tienen en cuenta los síntomas referidos (por ejemplo, convulsiones en los casos graves) solo el 22,5 por ciento de los niños y un 10,5 por ciento de los adultos accedían al tratamiento a tiempo con una correcta dosis. Algo que genera otro problema asociado, y es que la resistencia farmacológica es el mayor problema individual en el abordaje de la malaria y la causa del 60-70 por ciento de los fracasos terapéuticos.

Teniendo en cuenta que muchas familias de las zonas afectadas se quedan más de una tercera parte del año en los campos que cultivan, alejados de cualquier núcleo urbano y que el 29 por ciento de los hogares se encuentra a dos kilómetros o más de la farmacia o centro de dispensación de medicamentos más próximos, está claro que la distribución de los fármacos es uno de los puntos esenciales para que los antimaláricos consigan llegar a la población que los necesita. “Existe un problema en la cadena de distribución. Desde el departamento médico no hay un responsable de los medicamentos. Muchas veces estos se acaban y por eso la cadena se rompe desde arriba, porque no hay fármacos disponibles”, apunta Flora Kessy, directora del proyecto Access. La cuestión no acaba aquí, ya que los proveedores también se retrasan en los pedidos, hay fallos en el sistema logístico y otras veces las dificultades se dan en el momento de acudir a por los medicamentos. Por ello, el programa ha apoyado, junto con el Gobierno y otras entidades como la Fundación Bill y Melinda Gates, la transformación de las tiendas de medicamentos en outlets acreditados de dispensación de fármacos, los llamados ADDO. De este modo, desde 2007 se han creado 270 de estos establecimientos en las zonas donde no hay farmacias para facilitar la compra de fármacos a la población y se les han implicado en el manejo de las enfermedades infantiles, el acceso a la terapia combinada a base de artemisina y mosquiteras con insecticida, la información sobre VIH/sida y sus cuidados paliativos y la planificación familiar, especificó el doctor Angel Dillip, del Swiss TPH.

Otra de las iniciativas por la que ha apostado Access ha sido el acceso a la prueba de diagnóstico rápido de la malaria (PDR). De esta manera, se ha implantado un proyecto piloto en el Hospital del Distrito de Ifakara y en seis centros de salud.

Medir la calidad

Para el profesor Leisinger está claro que un punto fundamental para que los pacientes acudan a las consultas es la calidad en la atención sanitaria. Para evaluar y analizar este aspecto se introdujo, en el entorno de Access, un proyecto piloto con el objetivo de monitorizar y mejorar la calidad de la atención primaria. La herramienta e-TIQH, desarrollada en colaboración con Vodafone, evalúa seis áreas: lugar y equipación, expectativas de trabajo, conocimiento profesional y habilidades, administración del centro, motivación del equipo y satisfacción de los usuarios. Todas cuentan con diferentes cuestionarios que se cumplimentan por dos equipos de seis personas por distrito; por ejemplo, se examina si los centros cuentan con baños para los pacientes con agua y jabón para lavarse las manos, si tienen depósitos de residuos o pozos para almacenar las placentas.

Después de que los datos estén incluidos en el dispositivo (una tablet), se suben a la base de datos vía internet, sino fuera posible la conexión, estos se almacenan automáticamente. De este modo, e-TIQH proporciona una instantánea realista, estructurada y fundamentada de la situación de la atención sanitaria en salud infantil y maternal, malaria, sida y tuberculosis, poniendo en contacto directo a los gestores con los profesionales. Así, desde el Gobierno se evalúan los resultados de los centros adscritos una vez al año. Pasar el examen implica tener un certificado de calidad, así como una compensación económica para mejorar el centro.

Resultados

El conjunto de todas estas iniciativas ya comienza a dar sus frutos. Para Flora Kessy los resultados hasta el momento “son prometedores”. De hecho, de 2004 a 2008 la mortalidad global de niños menores de cinco años ha disminuido de 28,4 a 18,9 casos por cada 1.000 niños en el área donde se está desarrollando. “Es difícil atribuir los logros a un solo proyecto porque mucha gente está trabajando en esto pero sí sabemos que Access es parte de ellos, sobretodo en términos de conseguir que se una la comunidad”, puntualizó.

El proyecto detectó en una primera fase los problemas de acceso a los tratamientos para después abordarlos

De 2004 a 2008 la mortalidad global de los niños menores de cinco años ha disminuido de 28,4 a 18,9 en la zona

El otro lado de la lucha contra la malaria es el control del vector para impedir que se produzca la picadura del mosquito Anopheles. Esta es una de las líneas que se investigan en el IHI. De este modo, las investigaciones se centran en evitar que los mosquitos macho fertilicen a las hembras, algo que solo se produce una vez en el ciclo vital de estas. Los machos son atraídos a través de las feromonas, por eso las investigaciones se centran en producir esas sustancias químicas y diseminarlas, confundiendo a los insectos y evitando el encuentro. Así el centro es un lugar cerrado que imita las condiciones que se dan en el medio rural. En él, se prueba a qué distancia pueden los mosquitos detectar las feromonas. “Se trata de una investigación muy sofisticada, con una parte básica y otra traslacional. En tres años aproximadamente es posible que haya resultados y se puedan sacar productos al mercado porque hay prototipos muy avanzados que pueden desarrollarse mucho más rápido que las vacunas o los medicamentos”, señaló el profesor Cristian Lengeler, jefe de la Unidad de Epidemiología y Salud Pública del Swiss TPH.

No obstante, mientras que estos productos salen al mercado, se investiga para detectar qué olores son los que atraen a los insectos hacia los humanos, de manera que se consiga atraerlos a un lugar donde exterminarlos.