Julia Almagro Madrid | viernes, 24 de agosto de 2018 h |

Corría el año 2000 cuando se aprobó el Plan de eliminación del sarampión en España. El objetivo era erradicar el virus en el 2005. Mucho ha llovido desde entonces, y aunque en nuestro país el sarampión se mantiene en niveles de eliminación, la sombra de la expansión del virus por Europa es alargada y proyecta su amenaza.

Un virus de larga trayectoria

El sarampión es una enfermedad infecciosa con un alto nivel de contagio, que se transmite, bien a través del trato directo con un afectado, o bien por el aire.

Ya en el siglo IX, el médico persa Muhammad ibn Zacariya al-Razi, mencionaba en sus escritos el sarampión, describiendo la enfermedad y diferenciándola de la viruela.

En 1957, el médico escocés Francis Home, demostró que ésta era causada por un “agente” infeccioso presente en la sangre de los pacientes.

El sarampión es una enfermedad de declaración obligatoria en España desde 1900, por lo que todos los casos detectados deben ser notificados al centro de salud pública, debido a sus implicaciones para la comunidad.

La vacuna: el punto de inflexión

La aparición de una vacuna capaz de inmunizar contra el virus marca un antes y un después. A nivel global, en la etapa pre-vacunación, el sarampión constituía una de las causas más comunes de mortalidad infantil. Además, resultaba muy infrecuente encontrar a un niño que no lo hubiera pasado antes de cumplir los quince años.

En 1963, John Franklin Enders y su equipo lograron desarrollar una vacuna eficaz. Nueve años antes, Enders había conseguido aislar el virus en la sangre del adolescente David Edmonston, durante un brote que se produjo en Boston, Massachussets.

Una versión mejorada de la vacuna llega cinco años después, en 1968, gracias al trabajo del microbiólogo americano Maurice Hilleman, creador también de las vacunas para las paperas, la varicela y la meningitis, entre otras.

La investigación fraudulenta

Las altas tasas de vacunación en los países desarrollados hacían presagiar un final feliz, con la generalización de la ansiada erradicación del virus en poco tiempo.

Sin embargo, un acontecimiento inesperado pone en entredicho todo lo conseguido hasta la fecha. La reputada revista científica The Lancet publica, en el año 1998, un estudio firmado por A.J Wakefield en el que se relaciona la vacuna triple vírica, para el sarampión, la rubeola y la parotiditis, con el desarrollo de un síndrome que aúna autismo y problemas gastrointestinales.

De poco sirvió que la misma publicación terminase retirando el artículo debido a graves irregularidades en la investigación, e incluso a la falsificación de algunos datos por parte del autor. Aunque esto acabó costándole la inhabilitación a Wakefield, el daño ya estaba hecho, y la voz alarmista de los movimientos antivacunas provocó un descenso en las tasas de cobertura, que llegó a poner en peligro la inmunidad conseguida.

El sarampión ya se consideraba erradicado en regiones tan vastas como Estados Unidos y América Latina, pero la aparición de nuevos casos durante los últimos años demuestra que el reto, aún no está superado y que todavía queda mucho trabajo por hacer antes de alzar la voz y cantar victoria.

Expansión por Europa

La voz de alarma salta ahora en Europa. Un brote de sarampión de dimensiones abrumadoras obliga al Continente a plantearse en qué ha fallado.

La OMS aspiraba a eliminar la enfermedad en territorio europeo para el año 2020. La idea ahora parece una utopía.

Las cifras hablan solas: 5.237 afectados en 2016; 23.927 afectados en 2017; 41.000 afectados en la primera mitad de 2018, de los que ya hay que lamentar 37 muertes. El crecimiento es exponencial y la palabra epidemia comienza a resonar con fuerza.

Ucrania es el país que ha registrado más casos. Rusia, Georgia, Grecia, Italia y Francia le siguen. Parte de la culpa es de los antivacunas, pero también de un sistema ineficaz que no ha garantizado la cobertura del 95 por ciento necesaria para frenar la expansión.

La postura del Gobierno

El Ministerio de Sanidad recuerda que el sarampión ha sido eliminado de España gracias a las campañas de vacunación.

La ministra asegura que desde el Gobierno se va a insistir en la necesidad de vacunarse en beneficio de la salud individual de cada niño, pero sobre todo, del colectivo infantil al completo.

EL DATO

El sarampión es una enfermedad muy infecciosa y constituye una de las principales causas de muerte en niños pequeños de todo el mundo.

El contagio se da desde dos a cuatro días antes de que se presenten los síntomas, hasta cuatro días después de que éstos desaparezcan.

No estamos ante una enfermedad leve.

Su sintomatología incluye fiebre alta, sarpullido, tos, secreción nasal y conjuntivitis. Sin embargo, algunos afectados pueden sufrir complicaciones graves, como neumonía y encefalitis.

La vacuna del sarampión es la única medida de prevención eficaz que existe para evitar la enfermedad.

Para diagnosticar su aparición se realizan tests serológicos que permiten detectar los anticuerpos IgG e IgM frente al virus en sangre.

No existe un tratamiento antiviral específico para el sarampión. Al enfermo, se le administran antitérmicos para lidiar con la fiebre y antitusígenos para la tos.

La OMS recomienda inmunizar al menos al 95 por ciento de los niños con dos dosis de vacuna para impedir la circulación del virus.