Ahora que la pandemia de COVID-19 parece ir remitiendo su virulencia, la vacunación infantil ha pisado el freno. Sin embargo, que la situación pandémica sea favorable, no quiere decir que no se deba seguir insistiendo en la vacunación frente al coronavirus.

Según el último informe del Ministerio de Sanidad, a fecha del 18 de marzo de 2022, se observa un avance desigual de la vacunación frente a al COVID-19 en niños y en adolescentes. Los datos muestran una cobertura en adolescentes de 12-19 años con pauta completa del 93,2 por ciento, mientras que las tasas en los niños de 5-12 años apenas superan el 30 por ciento (en concreto, 32,2 por ciento con pauta completa).

La gran diferencia existente entre ambos grupos etarios preocupa a los pediatras. “Ahora es Ómicron la variante predominante, pero nada nos puede hacer olvidar que dentro de un mes puede ser otra cepa totalmente impredecible”, recuerda Ángel Hernández Merino, miembro del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (CAV-AEP), en una entrevista con Gaceta Médica. “Mejorar la inmunidad también en los más pequeños es importante“, añade.

Para ello, Hernández considera que deberían ser las Administraciones públicas sanitarias de cada una de las comunidades autónomas las que hicieran un “esfuerzo importante para hacer llegar el mensaje de la importancia de la vacunación y trasladarlo a la población, tanto a las familias como a los profesionales sanitarios”. Así, apuesta por realizar un “esfuerzo distribuido, extenso y mantenido en todo el sistema sanitario”.

Factores de las bajas coberturas infantiles

Las causas que justifican o explican esta abrumadora diferencia pueden son muy variopintas. Una de ellas es la elevada incidencia de infecciones COVID-19, sobre todo, en la población infantil no vacunada. “La proporción de niños infectados ha sido muy elevada, sobre todo en diciembre, enero y febrero”, asegura Hernández, quien explica que esta circunstancia “ha obligado a demorar la vacunación, bien la primera dosis o bien la segunda, como dicen las recomendaciones y protocolos que utilizamos”.

Y es que los niños que tienen infección COVID-19 confirmada antes de la primera vacuna, deben esperar 8 semanas para recibir esta primera vacuna. Asimismo, aquellos que se han infectado después de la primera dosis y antes de la segunda, también se recomienda esperar 8 semanas, lo que “puede retrasar 12 o 16 semanas la administración de la segunda dosis”.

Además, cabe destacar que la vacunación de los adolescentes en España comenzó antes (junio de 2021) que la de los niños (diciembre de 2021), por lo que ese margen de tiempo ha contribuido a aumentar el número de adolescentes vacunados.

Otro de los motivos que los pediatras creen que han influido en las bajas tasas de vacunación es la “impresión que está extendiéndose de que la pandemia está ya casi superada y que, por tanto, avanzar en la vacunación ha perdido importancia”. Esta idea, afirma con rotundidad Hernández, es “equivocada”: “La vacunación comporta beneficios importantes, también a los niños y debe completarse la vacunación en los que empezaron y empezarla los que aún no lo han hecho”.

Diferencias notables entre comunidades

Del mismo modo, se ha observado que las coberturas de vacunación entre la población pediátrica son muy dispares entre las comunidades y ciudades autónomas. Algunas regiones cuentan con tasas muy bajas, como Baleares (19,3 por ciento de los niños de 5-12 años con pauta completa) o Ceuta y Melilla (18,8 por ciento y 13 por ciento, respectivamente).

Lo más sorprendente es que comunidades como Cataluña o la Comunidad de Madrid, que entre las dos alcanzan casi los 15 millones de habitantes y, por tanto, “hay una cantidad muy importante de niños”, tienen coberturas por debajo de la media nacional. En el caso de Cataluña, el 21,2 por ciento de niños cuentan con la pauta completa y en Madrid, el 27,2 por ciento.

Por otro lado, Galicia (51,3 por ciento), Castilla y León (47,1), Asturias (44,4) o Extremadura (41,1), son las comunidades que encabezan la lista con las coberturas pediátricas más altas.

¿Las razones? El CAV-AEP pone encima de la mesa la posibilidad de que las comunidades “no hayan hecho todo lo necesario” para conseguir tasas más altas. “Probablemente no están poniendo todos los recursos que debieran ni organizándolo todo lo bien que debieran para poder facilitar la vacunación”, apunta Hernández. Sin embargo, es una mera suposición, pues el “porqué real” de esas diferencias no se puede saber.

Además, la variabilidad de los protocolos en las CC. AA. es otra de las posibles causas que han contribuido a “la desmotivación de las familias y los profesionales” en la vacunación infantil. “Es una circunstancia inexplicable. Aquellas comunidades que se han apartado del consenso no han explicado el porqué; es injustificable y una fuente de desconfianza entre profesionales y familias”, lamenta Hernández.

También se debe tener en cuenta que se han utilizado procedimientos muy distintos de vacunación: “Se han usado instalaciones masivas, tipo vacunódromos, se han utilizado atención primaria, hospitales, la vacunación escolar, etc. Y el uso de una modalidad u otra ha sido dispar, con poco acuerdo previo entre comunidades”, indica el experto. “Ahora correspondería examinar cómo ha funcionado una modalidad u otra, pero primero debería analizar los datos cada comunidad e informar de ello”, concluye.


También te puede interesar…