José Miguel Láinez.

En nuestra especialidad, en las últimas décadas, se han producido avances muy significativos en el diagnóstico, el conocimiento y el tratamiento de las enfermedades neurológicas.

En la actualidad, mediante la resonancia magnética y otras técnicas de imagen funcional como el PET, no solo somos capaces de ver la estructura del cerebro con resolución milimétrica, sino que somos capaces de ver cómo funciona cuando realiza una tarea concreta e incluso disponemos de marcadores que nos permiten diagnosticar el Alzheimer varios años de su debut clínico. Los avances en las “ómicas” (genómica, proteómica, metabolómica, epigenómica) nos han permitido no sólo conocer la causa de muchas enfermedades de origen genético, sino también conocer los mecanismos íntimos de muchas enfermedades y buscar terapias específicas.

En la parcela terapéutica, la Neurología ha pasado de ser una especialidad que realizaba diagnósticos brillantes sin ofrecer (en muchos casos) una alternativa terapéutica, a ser una disciplina que ofrece excelentes alternativas de tratamiento en la mayoría de las patologías. El ejemplo más paradigmático es la atención al ictus, donde hemos pasado de realizar cuidados para evitar complicaciones a ser capaces de eliminar el trombo mediante fibrinolisis o trombectomía mecánica y, con ello, evitar en muchos casos las graves secuelas del infarto cerebral. Pero ha habido avances muy sustanciales en todas las disciplinas de la Neurología. En enfermedades invalidantes, como por ejemplo el Parkinson, ya somos capaces de controlarlas farmacológicamente durante muchos años e incluso podemos utilizar la cirugía o terapias de infusión en casos avanzados. Los nuevos fármacos antiepilépticos permiten obtener un buen control de las crisis con mucha mejor tolerancia y también hemos progresado en el manejo quirúrgico de los casos en que esta opción es la indicada.

El abanico de fármacos disponibles para tratar la esclerosis múltiple es amplísimo y ha incorporado muchos biológicos que permiten reducir la progresión de la enfermedad y la discapacidad en este grupo de pacientes. Los biológicos también se han incorporado a áreas como la migraña, en la que ha habido avances significativos tanto en la farmacoterapia preventiva como en la que utilizamos para el manejo de las crisis.

La introducción de la terapia génica en el tratamiento de la atrofia muscular espinal ha supuesto un cambio de paradigma en el manejo de esta patología y estamos seguros que en breve plazo será factible para otras enfermedades neuromusculares. En la demencia de tipo Alzheimer ya se han aprobado por parte de la FDA dos fármacos que actúan sobre la base patológica de la enfermedad y es previsible que en un breve período se incorporen otros similares. En los próximos años es también esperable que dispongamos de tecnologías que nos permitan “comunicarnos” con el cerebro y resolver problemas que en la actualidad todavía no somos capaces de solventar.

No obstante, nuestro objetivo prioritario es prevenir la aparición de las enfermedades neurológicas y sabemos que hasta un 80 por ciento de los casos de ictus, o más del 40 por ciento de los casos de Alzheimer, se podrían evitar si prescindiésemos de realizar prácticas perjudiciales para nuestro cerebro y si lleváramos a cabo hábitos cerebro-saludables. 

Por ello nos hemos propuesto que en los próximos años la Sociedad Española de Neurología no sólo de ocupe de tratar cada vez mejor a los pacientes que sufren dolencias neurológicas. Para nosotros es un objetivo prioritario llegar a todos los estamentos de la sociedad y conseguir formar y educar a nuestros conciudadanos para desarrollar comportamientos que lleven a mantener un cerebro saludable durante muchos años y reduzcan la incidencia de las enfermedades neurológicas.