La obesidad se ha convertido en una auténtica pandemia a nivel mundial en el último siglo, así como un reto sanitario y social de primera magnitud, alcanzando en el momento actual a más de 1500 millones de personas en todo el mundo; las predicciones del ‘Atlas Mundial de Obesidad’ son de 2.000 millones en el año 2035. En España, se estima que 1 de cada dos personas adultas y cerca del 40% de la población infantojuvenil tienen sobrepeso u obesidad, con el consiguiente impacto en la calidad de vida y en el gasto sanitario (derivado en gran parte de las complicaciones asociadas a la obesidad).

Junta Directiva de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO)
Junta Directiva de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO)

Sin embargo, los avances experimentados en los últimos años en el conocimiento de la etiopatogenia de la obesidad, en la influencia de la adiposidad, los cambios introducidos en los métodos diagnósticos, así como las innovaciones terapéuticas, han marcado un nuevo camino en el manejo de esta enfermedad.

Investigación traslacional

El mantenimiento del peso corporal está estrechamente regulado a nivel del sistema nervioso central y su comunicación con hormonas que se liberan a nivel intestinal en respuesta a la ingesta de los alimentos. Las investigaciones llevadas a cabo a lo largo de los años han evidenciado que las personas que viven con obesidad presentan una desregulación de estos mecanismos de señalización que controlan el equilibrio energético en el organismo, que conlleva un incremento en el almacenamiento del exceso de energía en forma de grasa corporal. Cuando la cantidad de grasa supera la capacidad de almacenamiento periférico del tejido adiposo, esta grasa se acumula a nivel visceral y se vuelve disfuncional, liberando sustancias inflamatorias y creando un estado de inflamación crónica de bajo grado que es el principal nexo entre la obesidad y sus patologías asociadas como la diabetes tipo 2, la enfermedad cardiovascular e incluso varios tipos de cáncer.

Aunque los factores de estilo de vida (como el tipo y la cantidad de alimentos consumidos, o la actividad física realizada), condicionan la energía que se consume y se almacena en el organismo, se ha observado que estrategias basadas en cambios de estilo de vida no son eficaces para controlar a largo plazo la obesidad. En este sentido, las investigaciones en la obesidad se han centrado en los mecanismos de señalización de la homeostasis energética.

Nuevos fármacos: un cambio de paradigma

Entre los principales hallazgos, destaca el descubrimiento de las incretinas como el GLP-1 (una hormona que regula los niveles de glucosa, el apetito y el metabolismo) en los años 80, por parte de Svetlana Mojsov, Daniel J. Drucker, Joel Habener y Jens J. Holst (que les ha hecho merecedores del premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2024). Así, se han ido desarrollando los nuevos fármacos basados en moléculas que se asemejan al GLP-1, y las opciones terapéuticas han ido evolucionando desde la modalidad de una única molécula hasta la combinación de tres moléculas que simulan hormonas reguladoras del peso corporal, como GIP y glucagón (que actúan sinérgicamente transmitiendo las señales adecuadas al cerebro para restaurar el control del peso corporal).

La llegada de estos nuevos fármacos para el tratamiento de la obesidad representa un cambio fundamental, una nueva era en la que las personas que viven con obesidad pueden recibir un tratamiento adecuado, basado en la biología de su enfermedad, pero a la vez un gran reto para la comunidad científica. Para comenzar, nos obliga a tener en cuenta que se trata de fármacos para tratar una enfermedad crónica, y no para “perder peso”. Tenemos la responsabilidad de hacer un uso adecuado, bajo prescripción médica, dentro de un equipo multidisciplinar y tras una evaluación del paciente, desde el punto de vista de la enfermedad y sus complicaciones. No todas las personas que viven con obesidad son iguales y la individualización del abordaje es fundamental.

Debido a la importancia del tejido muscular en la mejora de esta patología, la valoración funcional o de la condición física debe ser el primer paso en una intervención de actividad y ejercicio físico en personas que viven con obesidad. Es aconsejable el tipo de ejercicio físico que el/la paciente pueda realizar en su propio domicilio, siendo el entrenamiento de fuerza el objetivo prioritario, complementándose con sesiones de ejercicio cardiovascular o sesiones multicomponente.

Y es que estos últimos avances farmacológicos han mostrado una gran eficacia en la obesidad, pero en algunos estudios se constata pérdida de masa muscular asociada a la misma (sarcopenia).  Datos recientes, publicados en la revista JAMA por Caterina Contes y cols., explican que la preocupación de que la pérdida de masa muscular cause fragilidad física no está respaldada por datos dado que, aunque puede haber una reducción en la masa libre de grasa y la masa muscular esquelética, la mejora en la función física y la movilidad generalmente compensa esta pérdida. Además, investigaciones recientes indican que los agonistas de GLP-1 pueden reducir la infiltración de grasa en el músculo esquelético, mejorando la salud muscular y metabólica.

Por el otro lado, el uso de estos nuevos fármacos para la obesidad nos obliga a reconsiderar el criterio de “una buena respuesta” al tratamiento. Hasta ahora pedíamos a los tratamientos pérdidas de un 5 por ciento del peso inicial del/la paciente. Sin embargo, las actuales opciones terapéuticas alcanzan con facilidad el 15 por ciento, llegando incluso hasta 22 por ciento, con lo que la definición inicial queda ya totalmente desfasada. Además, estos resultados, han despertado grandes esperanzas en el tratamiento de la obesidad, porque pueden alcanzar una eficacia similar a la cirugía bariátrica.

Nuevos retos, nuevas oportunidades

Bajo estas grandes esperanzas en el tratamiento de la obesidad, ahora se necesita más investigación para poder personalizar las dosis necesarias para cada paciente y  dilucidar si estos tratamientos farmacológicos deben ser crónicos (como ocurre con otras patologías) o es posible avanzar más en estos fármacos, de manera que reprogramen los mecanismos reguladores del metabolismo en las personas con obesidad durante un tiempo de tratamiento, permitiendo el cese de dicho tratamiento farmacológico, y manteniendo la salud de las personas con obesidad mediante su acompañamiento en el seguimiento de estrategias de estilos de vida saludables. 

Por otra parte, estos fármacos han contribuido a situar a la obesidad y a los/as pacientes que viven con obesidad en el centro de la conversación, avanzando hacia una mejor comprensión de la enfermedad y ayudando, poco a poco, a doblegar el estigma y la discriminación asociados con el exceso de peso. Es muy importante destacar que se trata de fármacos aprobados como tratamiento de la obesidad complementario a cambios de dieta y ejercicio físico adecuado.  Combinar cambios en la dieta, ejercicio físico y los nuevos fármacos para el tratamiento de la obesidad crea una alianza metabólica que optimiza los beneficios de cada intervención, pudiendo lograr resultados superiores a los obtenidos por separado.

Abordaje personalizado y holístico

Debido al gran impacto de la obesidad en la salud individual y colectiva y en los sistemas de salud, se necesitan estrategias efectivas, pragmáticas y sostenibles para su manejo crónico, durante todas las etapas de la vida. Además, dado el impacto de la obesidad en la calidad de vida de las personas que viven con esta patología es importante diseñar estrategias centradas en la persona, que contemplen sus preferencias, valores y los objetivos individuales, así como crear un vínculo de confianza, respeto y relación bidireccional entre el/la paciente y los profesionales de salud. El origen multifactorial de la obesidad obliga a un abordaje holístico para personalizar el tratamiento y aumentar la probabilidad de éxito.

Sin duda, gracias a los resultados obtenidos de las novedades farmacológicas disponibles actualmente, y en un futuro no muy lejano, el horizonte de las personas con obesidad es mucho más esperanzador.