| viernes, 28 de junio de 2019 h |

Vivimos en una sociedad donde el eufemismo está ampliamente tolerado. Cumple las reglas de lo políticamente correcto, no transgrede las normas básicas de convivencia y disimula las heridas sangrantes de una sociedad para que podamos levantarnos cada día con una preocupación menos. En los eufemismos, aunque debieran estar denostados todos, también hay clases y hay algunos de ellos más perniciosos que otros por sus implicaciones y consecuencias. Denominar exportación de talento a la huida de la mayor inversión que realiza una sociedad es de una vileza atroz. Desde que cumplimos los seis años hasta que llegamos a la Universidad disfrutamos de un esfuerzo que realizamos como país: una educación y formación gratuita y para todos. Incluso en la Universidad, aunque hay que empezar a rascarse el bolsillo, también aportamos mucho menos de los costes que acarrea esta educación especializada.

Cuando por fin unos cuantos demuestran una brillantez por encima de la media los abandonamos a su suerte, obligándoles a emigrar y asumiendo que nunca corresponderán a la sociedad con sus habilidades. Todo por ahorrarnos un empujón final que es el último peldaño para recibir las bondades de nuestros talentos patrios. Para más inri, hay argumentaciones que profundizan en el eufemismo y que ejemplifican la tópica paletada española. Que una española triunfe en Harvard debería provocar el sonrojamiento más vergonzante y no la sonrisa del que se siente satisfecho.

Ha tenido que llegar una autoridad independiente para poner los puntos sobre las íes en la élite política. No profundizar en el sistema de becas postdoctorales es un derroche económico. Ni más ni menos. Y si queremos optimizar la economía, una inversión siempre sale más rentable que un recorte cuando se habla de talento.

Tenemos que empezar a asumir nuestros males endémicos para poder alcanzar esa economía productiva que será la que nos libre del lastre de ser una de servicios. Cuando el mejor científico triunfe en España y no en el extranjero estaremos más cerca. Cuando dejemos de hacer leyes Beckham para atraer a élite deportiva y hagamos leyes Curie para que el talento nacional se quede y además importemos alguno que otro extranjero estaremos más cerca de ser una economía que sobreviva sin tener que ‘reducir los costes de producción’. Otro eufemismo de los tiempos actuales.